Opinion | 11 Nov En 2013 los uruguayos perdimos 567 vidas en siniestros de tránsito y casi 30.000 quedaron lesionados por esta causa. Se trata de cifras importantes para un país de apenas 3 millones de habitantes.
De acuerdo a datos de Policía Caminera, sólo en rutas, en los 11 meses de 2014 se han registrado 3.321 accidentes de tránsito, que les costaron la vida a 152 personas y dejaron 2.671 lesionados de diversa entidad.
El próximo domingo se conmemorará el Día Mundial en Recuerdo de las Víctimas en el Tránsito, en homenaje a las víctimas y sus familias. Este día se estableció por invitación de la Asamblea General de las Naciones Unidas a los estados miembros y a la comunidad internacional.
En Uruguay se adoptó esta recomendación a partir de 2012, cuando el Parlamento adhirió a través de la Ley 18.904 declarando el tercer domingo de noviembre de cada año como “Día Nacional en Recuerdo de las Víctimas de Siniestros de Tránsito”.
Ese día, la Red Nacional de Víctimas y Familiares de Siniestros de Tránsito adopta el lazo de color azul para simbolizar la protección de la vida. Con independencia de las acciones de sensibilización que puedan realizarse sobre un tema tan complejo como los accidentes de tránsito, es importante tener presente que la amplia mayoría de ellos son totalmente prevenibles y producto de errores humanos.
A modo de ejemplo, cabe citar que entre las infracciones más comunes figuran el exceso de velocidad, el adelantamiento incorrecto y el no respetar semáforos en rojo. Todas estas son infracciones contra los aspectos más básicos de la conducción y ampliamente conocidas por la generalidad de los conductores.
En este sentido, uno podría preguntarse cómo puede ser que muera tanta gente por cosas que todos sabemos que no podemos hacer y que enseñamos a nuestros hijos para que no incurran en ellas. Pues bien, así de complejo es el comportamiento de los seres humanos.
En este contexto, resulta importante tener presente la importancia de las consecuencias de nuestras acciones cotidianas en el tránsito, y asumir la responsabilidad de cuidarnos y cuidar al otro, recordando que en el tránsito somos todos compañeros de camino y que nuestras acciones y decisiones generalmente afectan a más personas que nosotros mismos.