Opinion | 17 Nov Hoy es el Día Internacional de la Prematurez y la Organización Mundial de la Salud (OMS) instaló esta fecha para recordar que más de un millón de niños se mueren anualmente, como consecuencia de complicaciones de un nacimiento prematuro. La OMS reclama que se faciliten los cuidados esenciales a quienes no lograron las 37 semanas completas de gestación.
Según estadísticas del organismo, en los países desarrollados, los bebés prematuros tienen un 90 por ciento de posibilidades de supervivencia, mientras que en los países de bajos ingresos solo el 10 por ciento sobrevive.
En Uruguay, de un total aproximado de 48.000 niños, al menos 4.400 nacen prematuros y si se excluye la muerte de bebés menores de 500 gramos, la tasa de mortalidad infantil sigue en descenso.
No obstante, el Ministerio de Salud Pública considera difícil mantener este guarismo si no baja el núcleo duro de la morbilidad, que es precisamente la prematurez y malformaciones. Las autoridades ministeriales han manifestado su preocupación por la incidencia que ejercen en la tasa de mortalidad infantil, que se ubica en 9,3 cada mil nacidos vivos, en tanto la cifra anterior había sido de 8,9.
Por esa razón, Uruguay mantiene la tasa más alta de la región y la OMS la ubica en el rango que oscila entre 10 y 15% de los nacimientos. Este “fenómeno complejo con múltiples determinantes”, según las autoridades, ha mejorado sus registros y tal vez la integración de la totalidad de los casos, impulsen las cifras hacia arriba. La jerarquización de la salud materno infantil en Uruguay ha sido una constante en todas las administraciones. Sin embargo, la dinámica poblacional requiere mayores estrategias de prevención.
En los últimos 16 años un equipo sanducero liderado por el doctor Luis Martínez Arroyo ha revolucionado la práctica de la Neonatología y logrado resultados satisfactorios, además de premios y distinciones en congresos internacionales por sus trabajos científicos.
La Unidad de Cuidados Especiales Perinatales y de Neonatología de Comepa atravesó las diversos etapas que requieren una atención con excelencia técnica y humana, hasta consolidarse en un sitial de referencia para la formación de profesionales en la especialidad, que extiende su atención a pacientes del sector público y privado.
Las cifras inquietan, pero alcanza con observar su trabajo denodado para sentir la tranquilidad de que “todo va a estar bien”. A veces las barreras se abren para conjugar a la medicina, con el arte de vivir, la filosofía, la espiritualidad y la mística. Eso es hacer alquimia.