Opinion | 13 Nov Aunque al hablar de urbes posiblemente venga a nuestras mentes la idea de una ciudad moderna, estas existieron desde la Antigüedad y la relevancia del urbanismo ya se manifestaba en las civilizaciones griega y romana. Basta recordar que el diseño geométrico de las ciudades fue defendido por el arquitecto griego Hipódamo de Mileto, quien planificó importantes asentamientos y hoy es considerado el padre del urbanismo.
Centrado históricamente en la regulación del uso de la tierra y en la disposición física de las estructuras urbanas en función de los criterios estipulados por la arquitectura, la ingeniería y el desarrollo territorial, a mediados del siglo XX, el concepto de urbanismo fue ampliado para incluir el asesoramiento general del entorno físico, económico y social de una comunidad.
En 1949, el tema cobró amplia difusión cuando la Organización de las Naciones Unidas determinó que cada 8 de noviembre se conmemore el Día del Urbanismo, fecha que se celebra en más de 30 países.
En la actualidad, el crecimiento del área urbana genera un importante desafío para el ordenamiento territorial, que tiene como desafío promover la preservación del ambiente y generar espacios más cómodos y habitables. En este sentido, se reconoce y promueve el papel de la planificación en la creación de comunidades sostenibles, con una perspectiva global, que apele a la conciencia de los ciudadanos y autoridades sobre el impacto ambiental que produce el desarrollo de ciudades y territorios.
Esto involucra mucho más que la planificación de las infraestructuras de los edificios y los espacios verdes, sino también trabajar para la mejora de servicios públicos, para que sean adecuados a las necesidades de los habitantes de las ciudades, sus barrios y diferentes zonas. Implica también trabajar, generalmente, con escasos recursos económicos para invertir en las ciudades, en medio de diferentes grupos de interés y la gestión de su participación.
Reflexionar en qué ciudad vivimos y cómo queremos que se consolide en el tiempo, procurando una mejor calidad de vida en los espacios urbanos, es una tarea que como habitantes deberíamos plantearnos en Paysandú. Contamos con un plan de ordenamiento territorial que marca grandes líneas rectoras, pero como comunidad deberíamos reflexionar qué queremos para nuestros espacios costeros, para los barrios que están conformándose y cambiando su fisonomía en las diferentes partes de la ciudad y para nuestras plazas, en una reivindicación del espacio público como elemento importante para la mejora de la calidad de vida, el ejercicio de la ciudadanía y la integración social.