Paysandú, Viernes 21 de Noviembre de 2014
Opinion | 14 Nov El antiguo kiosco policial ubicado en la intersección de avenida Salto y Luis Batlle Berres, no utilizado durante muchos años, fue demolido en los últimos días, dejando el área limpia para un proyecto de embellecimiento de la zona. Una posibilidad es un enjardinado, quizás una fuente, con iluminación especial para la noche.
Pero debe considerarse que se trata nada menos que del comienzo de la zona industrial, de las grandes industrias que en la década del 40 establecieron lo que se conoció como el “milagro industrial”, con la instalación de Paylana, Azucarlito, Paycueros y Cervecería y Maltería Paysandú, que se unieron a las ya existentes fábricas de aceite y los molinos harineros, así como otros establecimientos ya existentes. A eso se sumó posteriormente, con el aporte del Estado el Frigorífico Nacional en Casa Blanca y la destilería de alcoholes, Ancap, en Nuevo Paysandú.
Por tanto el área es ideal para instalar allí un monumento a los impulsores del “milagro industrial”, a esos hombres que soñaron con una sociedad mejor, con mayores oportunidades de trabajo, no solamente de manera directa, sino que también generaron la instalación de talleres de todo tipo y de otras prestaciones de servicios.
Los visionarios, los pioneros, aún no tienen el gran reconocimiento que merecen y que Paysandú les debe. Hoy, aún hoy, cuando el modelo de inversiones a través de multinacionales domina, aquella decisión inclaudicable de de un puñado de entusiastas empresarios sanduceros sigue siendo no solamente un ejemplo de coraje, sino especialmente un enseñanza concreta, porque primero soñaron, luego estudiaron las posibilidades y finalmente se lanzaron sin dudarlo a las grandes empresas.
No lo hicieron solos, es cierto. Cientos de sanduceros se convirtieron en accionistas pequeños de las cuatro grandes industrias que durante décadas marcaron el ritmo de la Zona Industrial. Porque ese grupo de hombres (que se reunían en el Café del Teatro) supo infundir en todos el entusiasmo, supo transmitir la visión del futuro de Paysandú.
Hoy de esas cuatro grandes fábricas una fue vendida --la cervecería-- y la otra pasó a ser administrada por trabajadores --Paylana--, en tanto Azucarlito sigue adelante con desigual suerte y Paycueros integra una multinacional. Pero aquellos hombres, luego resumidos en la histórica descripción del “Espíritu de Paysandú” de Adolfo McIlriach, merecen el verdadero homenaje que Paysandú aun no ha concretado.
Ahora hay un lugar ideal para eso, donde estuvo el kiosco policial al comienzo de la Zona Industrial. Ahora es tiempo para que aquellos que construyeron el Paysandú de las chimeneas sean realmente recordados. Un monumento en su memoria. Ha llegado el tiempo. Es ahora. Como ellos lo hicieron, manos a la obra.
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