Paysandú, Miércoles 26 de Noviembre de 2014

Una riqueza que no se ha sabido aprovechar

Opinion | 19 Nov Como consecuencia de un descenso sostenido en los precios internacionales del petróleo, en el último mes los ingresos de Venezuela han caído un 30 por ciento, lo que no es poca cosa si tenemos en cuenta que es su producto de exportación prácticamente exclusivo, al punto que como contrapartida el presidente Nicolás Maduro sigue evaluando la suba de los precios de los combustibles en el mercado interno.
Venezuela, el país con las mayores reservas de petróleo del mundo, recibe un 96 por ciento de sus ingresos de divisas de la venta del crudo, cuyo precio en los mercados internacionales está en los mínimos de los últimos cuatro años, en el orden de los 80 dólares el barril. Ante la televisión estatal, Maduro sostuvo en las últimas horas que “hay una baja del petróleo tremenda. Hemos perdido 30 por ciento de los ingresos en dólares, en divisas, en este último mes. No es poca cosa”.
Preocupado por la caída sostenida del crudo, Maduro pidió una reunión de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), antes de su asamblea ordinaria del 27 de noviembre, pero no recibió el quórum necesario y de hecho los países del Golfo Pérsico en alguna medida se han mostrado cómodos con las actuales cotizaciones del crudo.
Pero esta coyuntura debe evaluarse en un contexto muy particular, que es el hecho de que tras una década de bonanza inédita en América Latina, por un escenario internacional favorable y ampliamente receptivo en precios y demanda para las materias primas de la región, es pertinente trazar una raya para determinar si los ingresos adicionales han permitido mejorar la calidad de vida y el perfil económico-financiero de los países de la región, no solo por un mayor Producto Bruto Interno (PBI) sino por una mejor redistribución de ingresos, la creación de infraestructura, reducir vulnerabilidades y aportar a la vez desarrollo al crecimiento coyuntural.
Y entre los países que no lo han hecho, entre populismos y voluntarismos, tenemos a Venezuela, pese a que está en medio de un mar de petróleo. Ocurre que no solo no tiene un mínimo desarrollo acorde a los ingresos que recibe por sus exportaciones de crudo, sino que tampoco ha mejorado en calidad de vida y redistribución, pese a las políticas social-bolivarianas implantadas desde el advenimiento del desaparecido expresidente Hugo Chávez.
Es así que sucesivamente las consultoras internacionales han rebajado de categoría la calificación crediticia soberana de Venezuela ante lo que consideran como creciente riesgo de un colapso financiero y económico en el país.
Advierten que enfrenta desequilibrios macroeconómicos cada vez más insostenibles, incluyendo una inflación galopante y una fuerte depreciación del tipo de cambio paralelo, y a medida que las políticas del gobierno han exacerbado estos problemas, el riesgo de un colapso económico y financiero ha aumentado considerablemente.
Entre los aspectos más salientes de los desajustes, figura la más alta inflación del continente, una tasa de cambio en el mercado negro varias veces superior a la oficial, escasez generalizada de bienes, disminución del superávit de cuenta corriente, reservas internacionales “peligrosamente” bajas y un “anémico” crecimiento, con lo que la capacidad del país de acceder a los mercados ha sido severamente disminuida.
Ante este panorama realmente inquietante, en los últimos meses el gobierno de Nicolás Maduro ha profundizado los intentos por consolidar el control estatal sobre la economía, fijando precios administrativos hasta para las cosas más inverosímiles, y lo que es peor aún, alentando expropiaciones y saqueos a supermercados, porque los empresarios “enemigos de la revolución”, se solazan poniendo los artículos fuera del alcance de la población. O sea, cuanto peor le va, más se hunde en su política del fracaso.
Ahora, ante esta última caída en los precios del crudo, Maduro ha puesto sobre el tapete el espinoso tema del aumento del precio de la gasolina, luego que su gobierno había guardado silencio sobre la posible medida. “Cuando llegue la oportunidad, en consenso con toda nuestra patria, con nuestro pueblo”, se va a restablecer “un nuevo sistema de precios para la gasolina”, dijo el mandatario.
Es decir, tras una sistemática política basada en el delirio y ceguera ideológica, voluntarismo y desconcierto, contra las leyes de la economía, Maduro ha reconocido implícitamente que la realidad es mucho más poderosa que los discursos, y que entre otros aspectos, que no tendrá más remedio que por lo menos buscar algún peso más en el consumo interno, subiendo los combustibles pese a que los precios del crudo están bajando en el concierto internacional.
Pero, a esta altura de los acontecimientos, y tras décadas de ocio, de apostar todas las fichas a las exportaciones de crudo sin producir siquiera un litro de leche para abastecerse en lo interno, sin ningún esquema productivo ni política económica que no sea más depender de lo que venga del exterior por el maná petrolero, como la fábula de la cigarra y la hormiga, queda expuesta sin lugar a dudas la incapacidad de hacer una cosa realmente valiosa en favor del pueblo, de plantear realidades acuciantes en lugar de seguir procurando aplausos fáciles de la tribuna.


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