Paysandú, Jueves 27 de Noviembre de 2014
Opinion | 23 Nov En Uruguay la educación recibe el 4,6% del Producto Bruto Interno (PBI) que aumentó de U$S 46.000 millones en 2012 a U$S 51.500 en 2013 y si continuara su incremento, tal como lo afirman los analistas económicos para el cierre de este año, los reclamos gremiales de subir el porcentaje de ese guarismo en 6%, significaría un mayor desembolso para la educación.
El dinero se destina en mayor medida a Educación Inicial y Primaria, seguida por Secundaria y finalmente actividades de investigación académica de nivel universitario, entre otros servicios terciarios.
No obstante, los docentes y directores han sido críticos en cuanto a la necesidad de contar con equipos multidisciplinarios en los centros educativos que brinden las herramientas necesarias para enfrentar un problema que no tiene una única solución. Tanto en Primaria como en Secundaria, continúan los casos de agresiones y las situaciones se vuelven más complejas con la presencia de personas ajenas a los centros de estudio o con amenazas a las puertas de los domicilios de los docentes, tal como ocurrió el viernes. Una profesora fue increpada en la puerta de su casa por el padre de una alumna que concurre a un liceo de Montevideo, cuando todavía no se apagaban los ecos de la última movilización por un hecho de violencia ocurrido en Barros Blancos y que movilizara a la gremial que los nuclea a nivel nacional.
La baja tolerancia a la frustración y a los límites genera una devolución desagradable desde una sociedad que hace rato se mide por otros parámetros y donde cualquier palabra lleva implícito el peso de varias toneladas.
¿Cómo pararse frente a una clase con tantas realidades como alumnos concurren a ella? ¿De qué manera instrumentar los límites –sobre los cuales se han escrito bibliotecas enteras-- y aterrizarlos en un territorio tan vasto como el aula?
¿Los docentes están preparados para enfrentar pedagógicamente las situaciones de violencia o esa no es su tarea? El punto final a estas situaciones y sobre el cual se deberá adoptar otra postura ¿será un docente o alumno gravemente lesionado?
Si la educación ha recibido dinero, capacitación e inversiones edilicias como nunca antes se hizo “en la década neoliberal de los 90’”, con una situación económica que, según los referentes oficialistas, ha mejorado sustantivamente en las clases sociales más vulnerables, surgen otras preguntas. ¿Este panorama económico alentador, no ha vuelto a las personas más felices? ¿La igualdad y equidad no plantea un escenario con mejores posibilidades y ciudadanos con menor resentimiento? Si la respuesta es que esto no es así, entonces ¿por qué se ha hecho tanto hincapié en relacionar economía con una mejor sociedad? Que aumenten los casos de violencia en los centros educativos es una señal de alerta amarilla y la falta de equipos multidisciplinarios que ofrezcan una ayuda es una muestra de miopía y naturalización de la violencia que, por otro lado, tanto le repiten a los uruguayos que no deben ejercer.
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