Paysandú, Viernes 28 de Noviembre de 2014
Locales | 23 Nov Es vox populi (o sea vox dei), la preocupación de “lo que se va a gastar” ahora en el balotaje. Dicen que todos los fanatismos son maldad pura, pero no me avergüenzo de ser fanático de la democracia y las elecciones. Por suerte tengo ya unas cuantas en mi haber y espero tener muchas más.
Si la memoria no me falla, nunca escuché a la gente quejarse con tanta insistencia y vehemencia del gasto que significan estas contiendas quinquenales. ¿Qué será? Antes no hablábamos tanto de ese gasto, que siempre lo hubo. ¿Qué nos pasó, qué nos hace ser así, tan quejosos de lo que se gasta (en general) en tal cosa o en tal otra? ¿Tal vez porque nos volvimos todos más economistas, analíticos y conscientes de la “realidad real” (la del bolsillo)?... ¿Será por eso que cada vez hablamos más del “costo de vida” y no de “la vida”?... No sé. Tarea de antropólogos y sicólogos descubrir por qué nos esforzamos en contrariar tanto al “Pepe”, y seguimos consumiendo y consumiendo.
Volvamos a lo de la voz del pueblo (que debería ser de Dios). La gente cuestiona dos cosas: primero, que no tiene sentido hacer una segunda vuelta dado los porcentajes y posibilidades; segundo: lo que se va a gastar. Estoy en desacuerdo con lo primero y de acuerdo con lo segundo. O sea, si fuera gratis la farra, ¡adelante! ¿Total? Unos días más de fiesta joroban un poco pero no matan a nadie. Y en el fondo nos gusta.
Pero no es gratis, y cuesta. “Nos” cuesta (porque la pagamos todos). Ya no U$S 10 cada voto. Pero sí U$S 1,20 cada uno. Bastante menos, sí, pero...
¿Está mal que la gente “se meta” en cosas que “no son tan importantes”? Pues, está bien. Por un lado es bueno que el ciudadano común quiera saber qué se hace con su plata, y por otro, si fuera algo tan insignificante, los políticos no disputarían vorazmente “hasta por un peso” en la natural, lógica y aceptable lucha interna.
Primero: está muy bien que exista esa Ley Nº 18.485 porque gracias a ella cualquiera tiene el derecho de presentarse como candidato. Bienvenida y eterna sea. Pero vayamos al quid. En números redondos: todos vamos a pagarle a nuestros partidos políticos la suma de 24 millones de dólares, para amortizar gastos electorales. Que fueron 17. Entonces, cuenta fácil y a la vista: sobran 7 “palitos” verdes. Y no son chirolas. Esa ley prevé además una amortización de U$S 1,20 por cada voto en el balotaje. Quiere decir, tomando en cuenta más o menos la misma cantidad de votos de la primera vuelta, que serán unos 2 millones de dólares más, de “costo” al país. Y tal vez gasten (inviertan) la mitad de eso, así que sobraría alrededor de U$S 1 millón. Tengamos en cuenta también que los partidos reciben varios donativos y aportes a su campaña y que no son nada despreciables.
Hablamos sólo por presunción, pues no lo sabemos, a pesar de que la misma ley que “les paga” los obliga a informar el origen y el monto de todo lo que reciben (Cap. II, Secc. I, Art. 17). Amén de que algún peso de su bolsillo ponen, por aquello (y que está bien) de que “el que quiera celeste, que le cueste”.
Sería muy bien recibido por todos los ciudadanos, un gesto de racionalidad y grandeza. Dicen que para triunfar no sólo hay que tener aptitud, sino también actitud. Entonces, pido a los partidos políticos (sobre todo a los tres “grandes”), tengan la actitud de renunciar a ese dinero de la segunda vuelta, ya que no lo van a precisar, sin duda.
Y si lo sumamos a “los restos” (para hablar en términos electorales tan preciados) de la primera, serían U$S 8.000.000. Dirán que no es tan así (y lo sé), que en realidad no sobraría tanto... Pero que va a sobrar, va a sobrar. Si no alguien informó mal los números. O dirán que es un tema banal y una cifra insignificante, dentro de los danza de miles de millones que maneja un país. Déjenlo en manos de cualquier uruguayo, y ya sabrá qué hacer: alguna escuelita, algún gasto de salud “impagable” que necesite colecta, algún daño causado por imprevisto meteorológico (¡cuándo no!), alguna impericia contable sin maldad, alguna “cosita” de esas ya habrá.
Antes de que cobren esa plata, esperamos entonces la actitud de los “grandes”, que les daría más grandeza aún. Sea la cifra que sea. Eterno aprendiz
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