Opinion | 22 Nov Nuevamente a través del Pit Cnt se lanzó la idea de bajar las horas de trabajo, llevando de ocho a seis horas la jornada a partir de la negociación de los Consejos de Salarios desde 2015. Aspecto que, naturalmente, aparece como muy simpático a los ojos del sector presuntamente beneficiario, los trabajadores, al recibir la misma paga por cumplir menos horas.
Pero un planteo de estas características es poco menos que recrear la utopía de proponer que se construyan las calles y carreteras cuesta abajo para ahorrar combustible. Tenemos así que, en el marco de la celebración de los 99 años de la ley de las ocho horas, el coordinador del Pit Cnt, Marcelo Abdala, anunció que para 2015 se pretende generalizar la semana laboral a 44 horas y luego se intentará negociar en los Consejos de Salarios una reducción de la carga horaria.
“Tengo que felicitar al presidente (José) Mujica en el sentido de la visión que tiene de que a los uruguayos no nos gusta trabajar mucho porque tiene toda la razón. Este planteo lo refleja”, dijo, por su lado, el presidente de la Cámara de Comercio y Servicios, Carlos Perera, al diario El País.
“Las personas para salir adelante y lograr cosas tienen que trabajar y acá estamos como al revés. Yo escuché algunas explicaciones y dicen que para festejar las ocho horas durante todo este tiempo en que se ha logrado riqueza, hay que repartir y plantean la reducción del horario”, afirmó Perera. En tanto Abdala dijo al respecto que “en estos años ha avanzado mucho la productividad y la incorporación tecnológica en el mundo del trabajo y para compartir esas ganancias, queda por hacer una reducción de la jornada laboral asociada a procesos de cambio en la matriz productiva”.
Seguramente el dirigente gremial, quien no debe ser muy celoso en cumplir horarios porque dedica el grueso de su tiempo a la actividad inherente a la dirigencia sindical, debe vivir en otro país, por cuanto el Uruguay cuenta con una productividad que es de media para abajo y ni qué decir si llevamos esta medición al sector estatal, donde las condiciones de trabajo tan benignas no se asemejan siquiera al parámetro de la actividad privada.
En un país donde el costo de producir bienes y servicios es muy elevado, porque los salarios son altos en dólares y el valor agregado encarece la competitividad de nuestros productos en el exterior por problemas de escala y de tecnología, entre otros factores, es indudable que la reducción de la carga horaria repercutirá directamente en la productividad. Por lo que puede haber más horas dedicadas a otras actividades con el mismo salario y productos más caros, lo que significa una caída en la calidad de vida. Es impensable que las empresas absorban este mayor costo inherente a menos unidades de producción por trabajador.
En fin, es una manifestación más de voluntarismo y de buscar aplausos en la tribuna, a falta de propuestas serias para contribuir a hacer un país mejor.