Paysandú, Sábado 29 de Noviembre de 2014
Opinion | 25 Nov Se estima que unos 800 millones de habitantes de ciudades de todo el mundo participan en actividades relacionadas con la agricultura urbana, que genera ingresos y produce alimentos con fines de consumo del grupo familiar o como actividad laboral.
En general, existe acuerdo en llamar agricultura urbana a la que se lleva a cabo dentro de los límites o en los alrededores de las ciudades e incluye los productos de las actividades agropecuarias, hortícolas, pesqueras y forestales, así como los servicios ecológicos que proporcionan.
El crecimiento de la agricultura urbana en el mundo se debe en parte a su adaptabilidad y movilidad en comparación con la agricultura rural. A medida que las ciudades se expanden físicamente, las fronteras entre actividades urbanas, periurbanas y rurales se desvanecen y confunden, creando así oportunidades y también riesgos. Uno de éstos es que en los cinturones de las ciudades, donde suele vivir al menos parte de la población más pobre, por motivos socioculturales se han ido perdiendo los conocimientos y las prácticas de esta forma de agricultura, razón por la cual se suele ver muy pocas huertas en asentamientos, por ejemplo.
Sin embargo, sería altamente beneficioso que esta población pudiera practicar la agricultura urbana destinando parte de lo producido al consumo propio y vendiendo los excedentes a nivel de su mismo barrio o el mercado local.
En Paysandú hay algunas iniciativas de agricultura urbana de pequeños grupos productivos o de vecinos que están revalorizando estas prácticas, las que bien podrían implementarse también en los grupos de Mevir de los centros poblados del interior departamental. Normalmente éstos cuentan con viviendas con pequeñas parcelas que, no obstante, tienen lugar para pequeñas huertas, o incluso en las inmediaciones de estos grupos habitacionales suelen existir chacras apropiadas para este tipo de emprendimientos productivos.
Si bien nuestro país produce más alimentos que los que consume la población, por diferentes motivos no todas las familias acceden a una dieta balanceada y saludable. La agricultura urbana podría ser una solución a este problema y su promoción activa una oportunidad para la recuperación de saberes y prácticas de producción que no requieren grandes espacios para desarrollarse. Implican asimismo una mejora en la calidad de vida así como la oportunidad de compartir objetivos familiares o colectivos en torno a una actividad que en corto plazo puede generar resultados.
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