Paysandú, Lunes 01 de Diciembre de 2014

Alternativas comerciales para la región

Opinion | 27 Nov En las últimas horas la capital chilena ha sido escenario de una nueva reunión de representantes de bloques regionales, en este caso la denominada Alianza del Pacífico y el Mercado Común del Sur (Mercosur) en la que los respectivos representantes procuran superar algunas diferencias en cuanto a las posturas que se han manifestado con vistas a dinamizar el comercio dentro de América Latina y fortalecer su presencia a nivel global, sobre todo cuando existe una coyuntura poco optimista respecto a la evolución del futuro inmediato del comercio mundial.
El solo hecho de mencionar el objetivo determina que deban tenerse presente una serie de elementos intrarregionales, con características distintas a las de otras partes del mundo, por cuanto los países de la región desde siempre, primero en forma individual, luego con convenios bilaterales y más recientemente a través de bloques, han intentado intercambiar bienes y servicios y complementar producciones y esquemas logísticos para potenciarse, con suerte diversa.
En este caso, ministros de Relaciones Exteriores y de Comercio de los dos bloques participaron junto a líderes empresariales y sindicales latinoamericanos en una inédita reunión en Santiago de Chile para hablar sobre integración, cuando a la vez se coincide en este encuentro con una coyuntura que indica que el intercambio en la región se encamina a un virtual estancamiento por tercer año consecutivo.
Precisamente en este debate los cancilleres se han comprometido a estudiar la definición de temas factibles de sacar adelante en una denominada agencia corta, pero debe tenerse presente que la Alianza del Pacífico --que promueve la liberación comercial-- está integrada por Chile, México, Perú y Colombia, países que tienen por ejemplo una influencia marcada de la política comercial de Estados Unidos y Canadá, en tanto el Mercosur, que integran Uruguay, Argentina, Brasil y Paraguay, tiene fuertes tintes proteccionistas en lo interno y hacia fuera, a partir sobre todo de la política populista y de encierro que desarrolla el gobierno con sede en Buenos Aires.
La presidenta del país anfitrión, Michele Bachelet, evaluó que se dejan de lado prejuicios para promover iniciativas regionales, y consideró que “encontrar la convergencia entre dos mecanismos de integración distintos, pero con metas similares, debe ser una realidad. Debemos dejar de una vez por todas ese prejuicio de que hay dos bloques contrapropuestos, que no dialogan entre sí”. Es que pese a lo que se exprese en los foros públicos, en el Mercosur, sobre todo, hay cierta desconfianza a lo que pueda deparar el abrirse a los desafíos del intercambio comercial intrazonal pero sobre todo extrarregión, y en este caso, el planteo de concretar acuerdos con el bloque del Pacífico conlleva aceptar reglas de juego que no se han querido respetar en la relación interna del Mercosur, por decir lo menos.
Dicho esto, debe evaluarse que en forma combinada la Alianza del Pacífico y el Mercosur representan más del 80 por ciento del comercio exterior de la región y más de un 90 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI) y de sus flujos de inversión extranjera directa, de acuerdo a los números de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), lo que indica el potencial que conlleva el diseñar lineamientos para una relación comercial que está reducida a niveles mínimos en la actualidad y con un camino erizado de dificultades en cuanto a un entendimiento cercano para instrumentarlo.
Para los cancilleres que asisten al encuentro de Santiago, el centro de los debates apunta a buscar puntos en común entre los bloques y modalidades de acuerdos específicos en una región que pese a las crisis que se han sucedido últimamente en el marco global, mantiene cierta estabilidad e ingresos adicionales producto de una demanda sostenida por las materias primas que produce.
Trató de resumirlo en este foro el canciller brasileño Luis Alberto Figueiredo cuando consideró que “no estamos conversando para poner presiones sino para comprender mucho mejor los caminos y maneras de hacer marchar esa idea de todos nosotros de una integración regional”, sino que esto es un intento de ver “de manera objetiva y concreta la posibilidad de convergencia entre todos los países de la región”. El punto es que el Mercosur no ha podido avanzar siquiera en un solo acuerdo entre bloques, porque hace más de una década que hay conversaciones en marcha con la Unión Europea, y siguen los desacuerdos de siempre en cuanto a niveles de protección de productos agrícolas y otros aranceles, con una Argentina que sigue reticente a siquiera desarmar alguna parte de su cerrado esquema proteccionista.
Y mientras la Alianza del Pacífico se encamina hacia una relación ampliada hacia el Pacífico asiático, nada menos, con el gigante chino como el punto de mayor atractivo, como lo ha hecho ya también recientemente Australia, que ha suscripto con Pekín un Tratado de Libre Comercio (TLC) que lo habilita a entrar sin aranceles y por lo tanto a precios más competitivos con productos similares a los que producen Uruguay y la región, el Mercosur sigue afectado por una parálisis institucional y política, sin perspectivas de crecer hacia lo interno, desde que incluso el intercambio comercial entre sus socios mantiene sus rasgos típicos de estancamiento.
No ha funcionado por lo tanto ni siquiera el ilusorio “más y mejor Mercosur” que se ha pregonando en nuestro país desde la Administración Vázquez, y continuamos prisioneros de las ataduras regionales, con negociaciones extrabloques que siguen dilatándose sin resultados, mientras los demás avanzan y nos relegan a que nos quedemos con las migajas del intercambio comercial global.


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