Paysandú, Miércoles 03 de Diciembre de 2014
Opinion | 03 Dic Pocas horas después de que la ciudadanía diera un amplio respaldo al Frente Amplio en las elecciones, y de que se involucrara en la batalla electoral violando la Constitución revindicando abiertamente acciones de gobierno y criticando a sus adversarios electorales, el presidente José Mujica ha admitido que ha perdido la batalla contra la burocracia de los trabajadores del Estado, y que en este escenario el sector constituye un freno para el país, con un altísimo costo para el Estado.
A solo tres meses de dejar su gobierno, y según las encuestas, con un 65 por ciento de popularidad personal, el mandatario ha reconocido que ha perdido la batalla contra la corporación estatal, y que implícitamente ha dejado para el país y para los siguientes gobiernos, incluido el que comienza el 1º de marzo de 2015, un formidable contrapeso y con alto costo para los sectores que crean la riqueza.
Así, según la publicación “Mate Amargo” del MLN Tupamaros, el presidente Mujica señaló que “lo que llamamos derechos del trabajador público terminaron siendo la mayor conquista de la burguesía, porque se terminó haciendo un Estado incompetente”. En cuanto a las contradicciones de la izquierda, el jefe de Estado sostuvo que no puede “evitar la globalización, que está en manos de empresas transnacionales”, y que se debería tener “un Estado muchísimo más fuerte y mucho menos burocrático”.
Agregó a su vez que el Estado se transformó y se fue “paralizando y paralizando en la medida en que conseguía derechos”, y agregó que “se crearon dos categorías: el trabajador público, que no toca nadie y que puede haber una crisis y cobra igual, y el trabajador privado, que si la empresa se funde se queda con las patas arriba. Con un Estado así, que parece que no se puede ser punta de nada, entonces el capitalismo duerme tranquilo su digestión. Nos ganó por la puerta del costado”.
Las reflexiones del presidente son compartibles en gran medida, porque es una realidad que los ciudadanos vemos todos los días, pero está ausente la enorme cuota de responsabilidad y autocrítica que corresponde a la izquierda, que desde que asumió el gobierno, hace una década, se dio de bruces contra esta realidad y en cambio, para no pagar costos políticos y seguir contando con el respaldo de los sindicatos de estatales que han formado parte de la acumulación de fuerzas que la llevó al poder, le siguió otorgando prebendas y beneficios a los funcionarios estatales, que naturalmente, a través de las organizaciones sindicales ha promovido el voto masivo al gobierno, de lo que no se queja precisamente Mujica. Por otra parte, en buena medida el propio gobierno ha estado “contaminando” de los mismos males al sector privado, en la medida que inclinó la balanza intencionalmente hacia los sindicatos en los Consejos de Salarios y en cuanta negociación hubo de hacer de juez, en un desequilibrio que a la larga tendrá sus consecuencias.
A su vez, las expresiones del mandatario han caído muy mal en los destinatarios de la queja, es decir sus aliados los sindicatos estatales: COFE emitió un comunicado en el que explica que no se pronunció antes de la segunda vuelta de las elecciones “para no alentar susceptibilidades”, (¿hubiera pasado lo mismo si los cuestionados eran los partidos tradicionales?) pero luego señaló que “la ‘burocracia administrativa’ que ejecuta las órdenes políticas y garantiza de alguna manera la voluntad de la sociedad y el interés general (los funcionarios públicos), puede ser lenta, muchas veces irritante, pero es una garantía para la sociedad”.
“Esas decisiones que a Ud. le parecen más rápidas, más racionales, más competitivas, más modernas tal vez, si se realizan sin los controles públicos generan un caldo de cultivo para la connivencia entre decisiones públicas y privadas”, acusa COFE. “Con sus declaraciones divide a los trabajadores, contrapone a públicos y privados, poniendo las conquistas históricas de la clase obrera como responsables del mal funcionamiento del Estado”, agrega.
“En su discurso Ud. contrapone el Estado a los intereses de la burguesía, lo que es un garrafal error; el Estado actual es el Estado burgués, y la gestión política de ese Estado puede o no elegir ejercer una autonomía relativa de los intereses de la burguesía”, considera COFE.
Y asocia además a Mujica con el capitalismo. “Creemos que no debe olvidarse lo que simbólicamente representa para todos los medios; Ud. es el mejor ejemplo de ese sueño americano que dice que cualquiera puede llegar. Por eso nuestro país se vende como más democrático; pero el valor más importante que ostenta para la ideología capitalista es: el ser un arrepentido de la guerrilla, ser un arrepentido de la lucha anticapitalista, un derrotado por la ideología capitalista, como reza el dicho popular que alguna vez quiso cambiar al mundo y el mundo lo terminó cambiando”.
Por supuesto, el sindicato, que ha sido creado con el fin específico de defender intereses de sus asociados, siempre lleva agua para su molino en esta disputa ideológica y de concepciones, pero no es menos cierto que Mujica ha llegado a esta conclusión luego de muchos años de pensar y actuar diferente, influido por las modas de la revolución cubana y el socialismo real, y ha asumido ahora en su fuero íntimo que la cosa no eran tal como se pintaban, y que tal vez hay verdades de uno y otro lado, porque la vida no siempre es como uno quiere que sea. El punto es que cuando tuvo la oportunidad de mejorar o cambiar las cosas, al frente del gobierno, siempre cedió a la presión de estos sindicatos, y les dio nuevas concesiones, aún después de cuestionarlos, porque hay intereses político electorales e ideológicos de por medio. Lo mismo hizo en su momento el ahora electo presidente Tabaré Vázquez, quien a poco de asumir promedió la “madre de toda las reformas” del Estado, que ni siquiera empezó precisamente para no chocar contra los mismos intereses que lo fueron acorralando a Mujica, y que ahora hasta se olvidó de mencionar en la campaña por la presidencia.
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