Opinion | 29 Nov Razones “estratégicas” han sido determinantes como argumento para que en Uruguay, como en muchos otros países, la comercialización de combustibles esté bajo la égida del Estado, sobre todo porque es un rubro seguro y proclive a la aplicación de una amplia gama de impuestos que permiten solventar buena parte de los gastos estatales. Naturalmente, como todo impuesto, el pago recae sobre los contribuyentes y por lo tanto contribuye a un encarecimiento de la energía para el transporte, para las empresas, para los productores, para todo tipo de emprendimiento y por lo tanto obra como un desacelerador de la actividad económica.
En el caso del Uruguay, esta incidencia en la vida diaria de los uruguayos se ve acentuada por el carácter monopólico del refinado y venta de los carburantes derivados del petróleo, desde que el precio es fijado por el ente Ancap, para cubrir no solo costos intrínsecos a la logística del producto, sino que también oculta gastos inflados por burocracia e ineficiencia en la gestión, desde que al no existir competencia no hay por lo tanto referentes testigos como para comparar y elegir entre precios.
Entre otros factores, Ancap tiene en cuenta para fijar precios el valor del dólar, puesto que importamos el cien por ciento del petróleo que consumimos, como así también el valor internacional del crudo, además del costo del refinado en la planta de La Teja, recientemente remodelada, ampliada y modernizada a un costo cercano a los mil millones de dólares, nada menos.
El Uruguay tiene el triste privilegio de contar con combustibles entre los más caros del mundo, y por cierto muy por encima de los de los países vecinos, con los que competimos directamente en los mercados por lo tanto con mayores costos. Esto ocurre incluso ahora, en plena coyuntura bajista de los precios internacionales, que ubican al crudo por debajo de los 70 dólares el barril, cuando hasta hace pocos meses estaba por encima de los cien, valor que Ancap había tomado como referencia para fijar los precios internos que sostiene hasta hoy.
De acuerdo a un informe del que da cuenta El Observador, el rally bajista que comenzaron a mostrar los precios internacionales del petróleo desde setiembre hasta ahora, producto de un aumento de la oferta de los principales países productores, acompañado de una caída de la cotización del dólar en igual período (1,2%), determinó que en octubre fuera más conveniente importar combustibles refinados en el exterior que los precios que hoy pagan los uruguayos por el crudo procesado por Ancap.
Si bien la paramétrica del costo del barril en pesos para el ente petrolero arroja un abaratamiento del crudo del 28% respecto a su punto de equilibro, fuentes de la empresa volvieron a ratificar a El Observador que la decisión sobre ajustar las tarifas se procesará recién en los primeros días de enero.
De acuerdo al informe sobre Precios de Paridad de Importación (PPI) que elabora la Unidad Reguladora de Servicios de Energía y Agua (Ursea), en octubre, adquirir en el exterior un litro de nafta Súper 95 tenía un costo de $ 41,36 --incluyendo el margen de intermediación--, frente a un valor de esa misma gasolina en un surtidor de Uruguay de $ 41,8. Para que la importación fuera más conveniente que el proceso de refinado en Uruguay hay que remontarse a enero de este año, cuando el valor de la nafta Súper fuera de frontera cotizaba a $ 40,19. Hay que tener en cuenta que en ese mes, el valor del dólar en Uruguay estaba bastante por debajo de la cotización actual (a $22,21).
La determinación de los precios de paridad de importación corresponde al ejercicio teórico de calcular el precio en el mercado local de productos terminados de similar calidad a la de los producidos por Ancap, en la hipótesis de que los mismos se importaran. Para esta simulación, la Ursea toma como referencia los valores de los combustibles de la Costa del Golfo de Estados Unidos. El último informe de PPI de la Ursea revela que también es negocio importar el gasoil a un valor de $ 33,38, frente a los $ 39,9 que hoy fija Ancap para la venta el público.
En cuanto a la tendencia del escenario internacional, la definición del jueves de la Organización de los Países Exportadores de Petróleo (OPEP) de no recortar la producción de crudo, trajo un nuevo descenso en los valores del commodity, y es así que el crudo alcanzó su menor nivel en cuatro años con el Brent, por debajo de los US$ 72 el barril.
Y si bien Ancap compró el crudo que tiene en stock a precios superiores a los actuales, no es menos cierto que está de por medio la incógnita de cuándo y cómo se procesaría esta rebaja al consumidor, sobre todo teniendo en cuenta que el ente presenta pérdidas del orden de los 150 millones de dólares en el último balance.
Los países productores de la OPEP acordaron mientras tanto mantener su meta de producción oficial de 30 millones de barriles de petróleo por día (bpd), dijo el cártel de 12 miembros en un comunicado al final de su reunión semestral en Viena. Sostiene que con “la intención de restaurar el equilibrio del mercado, la conferencia decidió mantener el nivel de producción en 30 millones de barriles de petróleo por día (bpd), tal como se acordó en diciembre del 2011”.
Es decir que las perspectivas son por lo menos de estabilidad en los precios, por lo que cabe preguntarse cuando recibiremos los uruguayos el beneficio de esta rebaja sustancial en los valores del crudo, que es de tal entidad que podría ser devastador para la economía de países como Venezuela. Pero en nuestro caso, como país importador del cien por ciento del crudo que consumimos y con una factura petrolera muy significativa, seguimos en las verdes, para que Ancap siga haciendo caja, sin que refinar el crudo además signifique ningún beneficio, porque importarlo daría lo mismo.
En este escenario, parece asistirle razón al economista Javier de Haedo cuando hace pocas horas señaló que el rezago en el ajuste de los combustibles forma parte de un “ajuste fiscal” que ya está en marcha por el gobierno, porque de algún lado hay que sacar el dinero que gasta de más el Estado.