Paysandú, Lunes 08 de Diciembre de 2014
Opinion | 06 Dic Durante su reciente presencia en Paysandú, el presidente del Movimiento pro-Erradicación de la Vivienda Insalubre Rural (Mevir), Ariel Díaz, subrayó que la meta del organismo es construir mil viviendas por año y que en 2014 incluso este guarismo será superado, en tanto anunció que este 17 de diciembre Mevir inaugurará la vivienda número 27.000 en la localidad de Migues, departamento de Canelones.
Uno de los aspectos destacables del movimiento, más allá de sus objetivos, es que se ha dado continuidad a las acciones de la entidad que naciera a impulsos de don Alberto Gallinal, a mediados de los 60, mediante fondos obtenidos a través de un impuesto específico aplicado al agro. Al cabo de medio siglo se puede decir, sin temor a equívocos, que pese a que todavía hay mucho por hacer, la cara del Uruguay rural ha cambiado sustancialmente por la construcción de miles de casas humildes, pero decorosas, en las que viven muchas familias de trabajadores del medio rural.
Y Paysandú es uno de los departamentos que más se ha beneficiado en esta cruzada por la eliminación de rancheríos, al punto que hay localidades que cuentan ya con varios grupos Mevir que han acompañado y contribuido al crecimiento de polos de desarrollo en torno a emprendimientos agroindustriales, como los vinculados al rubro forestal y a la naranja, entre otros, que se han levantado en Paysandú y en otros departamentos.
Pero claro, cuando surgen iniciativas innovadoras de este tipo, al empuje inicial debe seguir el análisis y la evaluación, con la perspectiva que da el tiempo, para considerar los pro y los contra de lo alcanzado, y eventualmente corregir errores que siempre se dan cuando se trabaja en algo prácticamente inédito. A la vez que deben acompañarse o prevenirse situaciones que, en su momento, no se habían tenido en cuenta.
Es decir que lo positivo y hasta revulsivo no necesariamente debe permanecer inmutable y seguramente estos aspectos han sido tenidos en cuenta en los sucesivos directorios del movimiento para que la solución habitacional requerida por las familias resulte acorde a las necesidades de cada lugar y los tiempos que corren.
Mevir ha sido desde su origen enfocado al trabajador del campo y luego de 1990, con el apoyo de la Unión Europea, comenzó a desarrollar las denominadas unidades productivas, que comprenden mejoras prediales y de viviendas, a la vez de facilitar soluciones de agua y de electricidad, orientadas a pequeños productores, titulares de los predios o colonos del Instituto Nacional de Colonización (INC).
Otra innovación ha sido concretada en convenio con el Banco de Previsión Social (BPS), para atender a personas de la tercera edad, otorgando preferencia a jubilados y pensionistas para recibir las viviendas de dos dormitorios que estén desocupadas en los núcleos ya existentes de Mevir, con la intención de que las familias de las áreas rurales no se desintegren y las personas de edad transmitan experiencias a las nuevas generaciones.
Fundamental en este esquema de trabajo es la coordinación de Mevir con las intendencias departamentales, el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca y el Instituto Nacional de Colonización, organismos de enseñanza, ministerios del Interior y Salud Pública, entre otros, puesto que un complejo Mevir no puede crearse en el medio de la nada, sin apoyo de servicios e interrelación con emprendimientos productivos y conexiones físicas, entre otros aspectos.
Díaz destacó a EL TELEGRAFO que “veníamos trabajando con un criterio muy austero, que es la utilización de remanentes de tierras de planes anteriores, pero se nos fueron acotando las posibilidades porque hemos utilizado muchísimas”. Pero se ha logrado ampliar la cartera de tierras porque “algunas han sido donadas por las intendencias, otras se han conseguido o se han ido comprando tierras a organismos públicos, como el Instituto Nacional de Colonización o el Ministerio del Interior, lo que nos ha permitido hacer economía e invertir más en ladrillos”.
En realidad Mevir en los últimos años ha trabajado sobre un promedio de construcción de entre 800 y mil viviendas anuales, por lo que se ha mantenido el ritmo de construcción, primero, porque hay a esta altura buena parte de la demanda satisfecha para un medio rural donde precisamente se manifiesta la despoblación y, en el mejor de los casos, el estancamiento de la población. Lo que sucede es que se crean polos de desarrollo mediante fuentes de trabajo --no en la medida revulsiva que se requiere, lamentablemente-- que lleva al traslado de familias de trabajadores de un lado hacia otro y generan una demanda agregada de vivienda decorosa en determinadas áreas.
Actualmente el costo de construcción, prorrateando las obras conexas, unidades productivas que se realicen, etcétera –todo lo que requiere de mano de obra de los beneficiarios y tiene un componente de subsidio en el repago-- es del orden de los 64.000 dólares. Las las unidades productivas de Mevir incluyen la construcción adicional de un galpón y para los productores lecheros de un tambo u otras obras de infraestructura para la producción agrícola, pecuaria o tambera.
Existe un factor limitante y condicionante, sin dudas, que refiere a que no tiene sentido construir grupos Mevir en el medio de la nada, por más cercanos que estén los polos de desarrollo, sino que es preciso complementar o adecuar su instalación a la existencia de servicios, tanto desde el punto de vista asistencial, como destacamentos policiales, escuelas y liceos, para que las comunidades tengan espacios para crecer y desarrollarse desde todo punto de vista. Y más allá de improntas ideológicas que determinan que, aunque con buenas intenciones, se intente trasplantar familias que no han cumplido con los requisitos exigidos a los adjudicatarios de los grupos Mevir, y que no tienen relación con la zona, como el caso cercano de El Eucalipto, debe destacarse que pese a la rotación de los partidos en el gobierno, se ha instalado una política de Estado que no es común en nuestro país. Todo indica que, por encima de las dificultades de siempre, seguiremos viendo miles y miles de nuevas casitas blancas en nuestra campaña, como símbolo de que se está haciendo algo valedero para retener a las familias rurales en su ámbito.
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