Paysandú, Jueves 11 de Diciembre de 2014
Opinion | 11 Dic A esta altura nadie debería dudar de que uno de los grandes desafíos que tiene por delante Uruguay, es el de la educación. Partiendo del deterioro en su calidad y la creciente deserción, pero también en lo que respecta a su rumbo, el tema debería ser de urgente resolución para poder sostener el crecimiento coyuntural para que nos dé un perfil de sustentabilidad que no tenemos.
Es cierto, hay muchos flancos en esta materia y varios de ellos no solo dependen del área de la educación, sino que tienen que ver con cambios de valores en la sociedad que comprenden el ámbito familiar y su repercusión en los niños y jóvenes que ingresan a la escuela y al liceo y que serán parte de la fuerza laboral, así como de los emprendedores, la columna vertebral de la economía y la trama social en las futuras generaciones.
Pero en lo que refiere a la educación, entre los grandes aspectos pendientes están sin dudas el rumbo de los programas, los objetivos y también la rectoría. No debe perderse de vista que el presidente electo Tabaré Vázquez en su primera administración fue quien aprobó la nefasta Ley de Educación, que solo aumentó sideralmente el poder a los sindicatos, además de haber incrementado recursos sin contrapartida de resultados, lo que tiene mucho que ver con las materias pendientes que seguimos teniendo hoy.
En estrecha relación con este escenario, un informe de la Facultad de Ciencias Económicas sobre la situación laboral en nuestro país da cuenta de que la mitad de los trabajadores del sector privado cuenta hoy con empleos de mala calidad. El informe del instituto sostiene que del millón 175.000 empleados del sector privado, 563.000 cobraron en 2013 salarios mensuales inferiores a 14.000 pesos líquidos, lo que indica que la mitad de los trabajadores cobra salarios con remuneraciones insuficientes para sostener una vida decorosa.
Esta situación se da particularmente en el Interior y revela que si bien han mejorado los índices de desempleo y miles de familias estadísticamente han salido de la pobreza por transferencias de recursos desde el Estado, el déficit de calidad del empleo se mantiene y es muy alta la precariedad, porque de cambiar la situación económica la consecuencia inmediata sería la destrucción de miles de empleos y numerosas familias volverían a estar por debajo de la línea de pobreza.
Es preciso trabajar sostenidamente para que la mejora coyuntural resulte apoyada en cambios estructurales y es impensable que ello pueda darse sin un cambio sustancial en la calidad y parámetros en que se sostiene la educación.
Viene a cuento hacer referencia a expresiones del economista jefe del Banco Mundial para América Latina, Augusto de la Torre, quien reconoció que la equidad en la región mejoró en la última década y para seguir esa senda, hay que procurar una sociedad más tecnificada, a la vez de señalar que en el caso de Uruguay una reforma educativa “tendrá que ligarse a una visión de la economía”.
Acotó que en lo que tiene que ver con América Latina, los programas sociales “ayudaron mucho a reducir la pobreza, pero no mucho a bajar la desigualdad en el ingreso”, en tanto el organismo detectó que la generación de “empleo y los aumentos de salarios son la principal razón por la que cayó la desigualdad, lo que se dio en todos los países de la región, donde los salarios más bajos se acercaron a los más altos”.
Al mismo tiempo, el retorno de la educación (índice de cuánto más gana un trabajador a mayor educación) que venía subiendo en América Latina a partir de 2002-2003, ha comenzado a caer, por lo que la distancia del salario entre el trabajador más preparado y el menos educado está en caída”, tratándose de un factor común en toda la región.
En América Latina “no tenemos bien armada nuestra educación para oficios” y “todavía producimos demasiados abogados y pocos ingenieros.
Vamos a tener necesidad de crear una economía que requiera de ingenieros, biólogos, destrezas que requieren más años de educación. Eso no es independiente de hacia dónde va Uruguay” y “hay cosas que hacer de todos modos, como mejorar la calidad de la educación secundaria, la calidad de los maestros en primaria. Pero la más complicada es diseñar el sistema terciario, cuántos haces de oficios, cuántos de profesionales, que tendrá que ligarse a una visión de la economía”.
Este no es un desafío menor, porque la educación requiere un qué, un cómo y hacia dónde, y no puede disociarse del mercado laboral, de los oficios, la tecnología aplicada y de la formación de capacidades hacia las áreas que las requieren. Este es un aspecto que debe conjugarse con la evolución y requerimientos del tejido socioeconómico del país, con sentido práctico, para superar las abstracciones que hasta ahora han sido uno de los grandes vicios del sistema educativo.
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