Paysandú, Jueves 18 de Diciembre de 2014
Opinion | 12 Dic Por estos días se conoció el primer informe emitido por el Instituto Nacional de Evaluación Educativa, Ineed, que incorpora estadísticas y valoraciones acerca del estado de la educación en Uruguay. Se trata de un voluminoso documento, no solo en tamaño (370 páginas), sino en información que amerita ser leída con detenimiento.
Sin lugar a dudas, constituye una herramienta valiosa para saber dónde estamos parados en materia educativa, conocer las debilidades de los distintos subsistemas y planificar acciones. Este instrumento no solamente está a disposición de los técnicos, de los políticos y de quienes están vinculados a la tarea educativa desde lo laboral, sino que se puede acceder a él a través de la página del instituto e incluso decargarlo. Es un aporte necesario y el primer producto de una institución creada para esos fines.
Sin embargo, hay cosas que hacer en la educación y que no requieren de un informe que las señale como carencias.
Ayer mismo, con motivo del día del funcionario de educación secundaria, el profesor Hugo Estrán, director del liceo departamental Hélida Heinzen, en un mensaje publicado en EL TELEGRAFO, hacía referencia a las dificultades que se afrontan diariamente para poder abrir las puertas de los liceos y trabajar. “Milagrosamente, los liceos abren”, fue la expresión que utilizó Estrán.
Uno de los datos más difundidos del informe hasta el momento es el referido a la vinculación del docente con el centro educativo o, más bien, lo reducido de esta debido a la fragmentación horaria que afrontan los profesores entre diversos institutos, lo que redunda en una pérdida en la calidad de vida del docente, que se ve obligado a un esfuerzo económico y físico, que indirectamente incide en la calidad de la educación.
Otro dato que confirma el informe es acerca del acceso a la --cada vez mayor-- segregación sociocultural en los sistemas educativos. Dice el informe que “algunos centros educativos concentran la población de origen económico alto y medio alto, mientras que otros reciben a la población de origen más pobre”.
Los datos de Ineed marcan que los alumnos procedentes de entornos socioeconómicos “muy favorables” concurren a los liceos públicos en un porcentaje de cero, al igual que dicen que no hay estudiantes provenientes de entornos “muy desfavorables” en los liceos privados.
Agrega, a modo de valoración, que esta segregación “conspira contra el carácter democratizador que debe tener la educación”. Es compartible la apreciación, pero, en todo caso, cabe preguntarse si fue primero el huevo o la gallina.
Como teoría habría que plantear si la predilección de las clases más pudientes por los institutos privados no es fruto, en primer lugar, de las condiciones de trabajo que se dan a los docentes.
Hoy en día es esperable encontrarse con ambientes que favorecen más el aprendizaje en las instituciones privadas que en las públicas, por más que en las pruebas PISA, entre alumnos de igual condición socioeconómica, el resultado fue similar entre liceos públicos y privados.
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