Paysandú, Sábado 20 de Diciembre de 2014
Opinion | 14 Dic De acuerdo a un informe de World Wild Fund (WWF), nuestro país ha dado pasos muy significativos en el área de las energías renovables y considera que el país está definiendo de acuerdo a las tendencias mundiales de la inversión en energía renovable. Así, el reporte “Líderes en Energía Limpias” del WWF da cuenta que en 2012 “fue el primero en el top 5 de países a nivel mundial con mayor porcentaje del PIB (Producto Interno Bruto) invertido en energía renovable. En 2013, ocupó el cuarto lugar como el país que atrajo la cantidad absoluta más grande de inversión en América Latina (en energía renovable), con alrededor de US$ 1.100 millones. En 2014, ocupó el primer lugar en América Latina en cuanto a la mayor tasa de crecimiento de la inversión en energía limpia”.
“A través de su estrategia de Política Energética 2005-2030, Uruguay tomó pasos hacia un futuro limpio de larga duración. Tal vez en América Latina no haya ningún país que logre los objetivos que se puso Uruguay: 100% de electrificación por 50% de energías renovables en el suministro de energía primaria y la generación de 15% de energía de fuentes renovables modernas en 2015”, añadió, y recordó que “Uruguay es ahora uno de los países con la tasa más alta de electrificación de todo el continente, con el 98,6%”.
El WWF también consideró que “Uruguay está, en efecto, logrando una transformación de la energía renovable. El país pronto alcanzará que el 40% de su matriz de energía primaria sea producida a partir de fuentes renovables. Dada la gran disponibilidad de recursos renovables, Uruguay ya es capaz de cubrir más del 80% de sus necesidades de electricidad a partir de energías renovables”.
El informe indicó que en la visión energética del Uruguay hacia el 2030, la energía solar juega un papel fundamental en la promoción del acceso universal, y puntualizó que “el marco regulatorio del Uruguay para las tecnologías solares es quizás uno de los más completos de la región. Incluye al menos 17 instrumentos jurídicos que permite a las tecnologías solares expandirse”.
Estas consideraciones sin dudas tienen su fundamentación en datos que han ido surgiendo a medida que nuestro país ha ingresado decididamente en la etapa de reconversión de la matriz energética y sobre todo apuntando a sustituir fuentes de generación eléctrica caras y con combustibles fósiles, como el petróleo, y por cierto nos sitúan en un sitial de privilegio en la región latinoamericana, aunque debemos tener en cuenta que no es el mismo desafío por ejemplo la reconversión energética en un país como Uruguay que en Brasil, asumiendo diferencias de tamaño, escenarios y requerimientos de inversiones, aún porcentuales.
Precisamente en la región el reporte indica que en los próximos 15 años América Latina tendrá que duplicar su capacidad para abastecer la demanda energética creciente. La región genera el 7% de la electricidad mundial y casi un 65% de esta electricidad procede de fuentes renovables, principalmente hidroeléctrica, aunque se estima que en 2050 más del 20% se genere con fuentes renovables no hídricas.
En el caso de Uruguay se ha mejorado sustancialmente el perfil en los últimos años, con un ritmo mucho más acelerado en los últimos dos, y ello tiene que ver con una política energética que le ha permitido impulsar inversiones en energías renovables, como la eólica y la fotovoltaica, al punto de situarlo en la vanguardia continental en cuanto al porcentaje de energías no fósiles en su matriz.
La transformación energética presenta un saldo positivo especialmente a partir de 2007, lo que fue refrendado a partir de un acuerdo interpartidario en 2010, y actualmente están en curso varias iniciativas referidas a energías renovables no convencionales, así como la introducción del gas natural, la construcción de una central térmica de ciclo combinado, la planta de de sulfurización de destilados y la interconexión con Brasil, a lo que se agrega la prospección de hidrocarburos en territorio nacional.
Es decir, un mosaico de alternativas que incluye tanto energías convencionales como renovables, en dosis diferentes de acuerdo a las perspectivas de inversiones y tendencias, pero con el común denominador de la búsqueda de la diversificación y la reducción de vulnerabilidades, lo que es positivo teniendo en cuenta el déficit de inversiones que habíamos tenido en las últimas décadas en esta materia.
La apuesta del Uruguay se ha centrado fundamentalmente en acrecentar el porcentaje de energía eólica y en menor medida de la fotovoltaica, con algún problema en la disponibilidad de biomasa en emprendimientos de esta área.
De acuerdo a las previsiones gubernamentales la apuesta a la generación eólica tendrá su resultado positivo en 2016, cuando Uruguay se posicione como líder mundial en la producción de esa energía. Está previsto que en ese año más del 33% de la generación eléctrica total provenga del viento. El aumento de la generación de energía eólica se enmarca dentro del cambio de la matriz energética que desarrolla UTE, donde la previsión indica que dentro de dos años el 90% de la producción energética será a través de fuentes renovables. En ese escenario, se espera que la energía eólica represente la tercera parte de la generación.
Precisamente en este contexto los sanduceros hemos comenzado a recibir por vía fluvial --y ya se está montando en el parque tecnológico industrial de Casa Blanca-- el equipamiento para la planta fotovoltaica de la empresa Tecnogroup, en lo que es un ejemplo claro de los pasos que se están dando en materia de reconversión hacia fuentes renovables y limpias de energía.
Estas innovaciones son bienvenidas porque se originan en diversificación y alternativas renovables, y en gran medida se minimiza la dependencia de energéticos caros en horas pico, que es un cuello de botella crónico en nuestro sistema, y se espera incluso que haya sobrantes de electricidad en muchos períodos del año para exportar a nuestros vecinos.
Ypese a que hay desafíos en cuanto a optimizar el sistema y en promover a la vez rentabilidad atractiva a los inversores, se está en una dirección correcta en los grandes lineamientos, aunque ante escenarios que pueden ir cambiando sobre la marcha, ante la dinámica del escenario internacional y necesidades propias.
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