Paysandú, Lunes 22 de Diciembre de 2014
Opinion | 18 Dic De acuerdo con el informe del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (Ineed), divulgado recientemente, el 80 por ciento de los estudiantes de enseñanza media que abandonan los estudios formales lo hacen por falta de interés, señala el estudio, que además comprende otros aspectos relacionados con la educación en nuestro país.
El informe sobre el “Estado de la Educación en Uruguay 2014”, presentado por Alex Mazzei, presidenta de la comisión directiva del Ineed, y Pedro Ravela, exdirector ejecutivo del instituto, ha identificado los principales problemas en la educación como por ejemplo, las bajas tasas de finalización en educación media, tanto básica como superior, lo que ubica a Uruguay en una posición rezagada respecto al resto de los países de la región.
Ocurre además que esta problemática no se da en forma similar en todos los sectores de la población, sino que afecta en mayor grado a las familias de menores ingresos. Entre otros datos poco alentadores figura el hecho de que solo el 28 por ciento de la población de 18 a 20 años aprobó doce años de educación formal, lo que es un signo de deterioro de la educación en nuestro país respecto a décadas anteriores y, a la vez, un retroceso en comparación con Argentina, Brasil, Chile y Paraguay.
No menos importante es el factor cobertura, por cuanto según los datos de la última prueba Pisa 2012, que también seleccionó el informe, el país no logró combinar un aumento de la cobertura con una mejora en los logros académicos, sino que tuvo un descenso en los desempeños y un aumento del rezago académico del estudiantado de 15 años.
Ahora, el resultado del estudio en realidad no sorprende a nadie. Si partimos de la materia prima, es decir niños y jóvenes, sin duda debe hacerse la salvedad de que los niños y adolescentes de hoy no tienen las mismas características ni cultivan los valores que los de hace décadas, porque la sociedad ha cambiado.
Tampoco se puede educar ni formar con los mismos objetivos de formación profesional y de fuerza laboral, porque los énfasis y los requerimientos, así como las disciplinas, son distintos.
Sí es indudable que la alta deserción y el desinterés revelan que no hay sintonía entre lo que se ofrece y lo que interesa al estudiante, dejando por sentado que su interés es el de estudiar y formarse, porque también hay que tener en cuenta que hay grupos importantes en los que el desinterés se expresa en forma general en su vida.
Es decir, hay confluencia de elementos negativos: falta de atractivos en el contenido e instrumentación de los programas y cursos, sobre todo a nivel medio, y disociación respecto del pensamiento y disposición para aprender en los jóvenes, así como en la oferta de formación en disciplinas para el mercado laboral y profesional. Además existe un factor que poco se ha mencionado y es el hecho que en los últimos 10 años se ha premiado al que menos hace y se esfuerza, facilitando los estudios, apoyando con todos los recursos posibles al que poco y nada le importa estudiar y promoviendo a cualquiera, con tal de lograr mayor “inserción” con “equidad” y “contención” en los centros de estudio. Eso claramente ha desestimulado la “competencia” dentro del aula --mala palabra para muchos--, cuando precisamente la competencia entre estudiantes siempre fue determinante para que los jóvenes, competitivos por naturaleza, se esfuercen más, logrando mejores resultados. Algo así como cuando en la campaña electoral el peligro “despertó al mamado”, a decir de la senadora Topolanski, motivando a la dirigencia del Frente Amplio para lograr los excelentes resultados que obtuvo en la votación. Hoy en las escuelas y liceos no hay nada que “despierte” ese “mamado”, porque da lo mismo vegetar que esforzarse al máximo. Al fin de cuentas, todos serán premiados de igual forma.
Por lo demás, la pérdida de calidad en la enseñanza, que está ligada a este panorama poco auspicioso, refiere a que no ha existido evaluación real desde fuera del sistema sobre sus bondades, carencias y necesidades. Y una de las expresiones más notorias es que durante la administración de Vázquez se aprobó una Ley de Educación que lo único que ha hecho es consolidar los vicios, con un incremento presupuestal para el sector sin exigir resultados como contrapartida.
Estamos cada vez más rezagados incluso en la región, no ya de los países desarrollados, de los que nos encontramos a años luz de distancia. Entre un sinfín de aspectos pendientes, como señalábamos, están de por medio programas, carreras y especialidades que significan dotar a los estudiantes de los instrumentos que se requiere para contar con ingresos y realizarse en la vida, para que puedan insertarse en la sociedad y ser individuos útiles para el país.
Pero a la vez de las reformas de corte ya estructural que se requieren en la enseñanza y no solo aumento de recursos, sigue pendiente lograr que a los jóvenes les interese tener interés en algo, porque de nada vale ornamentar o hacer más atractivos --suponemos que útiles-- los programas, si el problema pasa por algo mucho más profundo y difícil de revertir, que es la actitud ante la vida de muchos jóvenes, cuyos ejes pasan por una especie de aburrimiento continuo, indolencia y encogimiento de hombros, porque aunque no hagan nada, asumen en esta etapa que de algún lado saldrán las cosas que algún día necesitarán. Hay que “despertar el mamado”.
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