Paysandú, Miércoles 24 de Diciembre de 2014
Rurales | 18 Dic La maximización de la eficiencia del uso del agua de riego en un cultivo en particular, “si bien es el primer paso en la implementación de tecnologías de riego, no alcanza en los sistemas de producción en Uruguay”, señaló el ingeniero agrónomo Alvaro Otero, en el marco del Tercer Seminario Internacional de Riego en Cultivos y Pasturas, desarrollado en Paysandú.
“Tanto económica como ambientalmente”, sostuvo, “es preferible priorizar la maximización de la eficiencia de uso del agua en todo el sistema que, dependiendo del sistema, es una decisión global (cuantificación y manejo de los déficits y de los excesos)”.
Otero, quien es desde 1989 investigador del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), inicialmente en el área de nutrición y suelos en cultivos intensivos, y posteriormente de ecofisiología, clima y sensoramiento remoto, indicó que “los modelos de simulación del cultivo, así como los de balance hídrico del suelo son herramientas que facilitan la toma de decisiones para la correcta planificación del sistema”.
En este sentido, sostuvo que el sensoramiento remoto, cualquiera sea la plataforma y el desarrollo y validación de índices de estrés hídrico, “son herramientas importantes en la monitorización y seguimiento de los cultivos bajo riego, especialmente en grandes superficies, fundamentalmente relacionadas para la rapidez y validez en la toma de decisiones”.
INTENSIFICACIÓN
“La imperiosa necesidad de satisfacer la demanda mundial de productos agropecuarios es la fuerza motriz de toda la intensificación agrícola”, explicó el profesional uruguayo. Tres grandes tendencias se combinan para guiar esta intensificación: “Crecimiento de la población mundial; creciente calidad de vida y cambios en la dieta de países con alta población y presiones sobre las áreas de tierras arables debido a las limitantes de expansión por competición con el urbanismo y por usos alternativos de las áreas de producción de alimentos (biocombustibles)”. Esta realidad mundial tiene consecuencias directas en el escenario actual y futuro de la agropecuaria nacional, intensificándose la superficie de cultivo, los sistemas agrícolas-ganaderos y el precio de la tierra. “Dos de los varios atributos que podrían describirse en el proceso productivo de la intensificación agropecuaria son el incremento de la producción agropecuaria y el uso eficiente de los recursos limitados”, dijo.
Para Otero, “la agropecuaria uruguaya, más allá de su dinámica cambiante, se ha desarrollado en diferentes sistemas de producción, adaptados a las necesidades de cada región agroclimática y claramente con un concepto de sustentabilidad productiva y económica de todo el sistema; esta forma de encarar la producción se ha reflejado en la investigación agropecuaria desde sus comienzos”. En esta línea de pensamiento, “el riego suplementario de cultivos y pasturas como parte esencial de los distintos sistemas productivos de Uruguay, se evidencia como una de las tecnologías más promisorias en el impulso de una nueva etapa de desarrollo agropecuario”.
Agregó que “el INIA viene desarrollando e impulsando diferentes proyectos con inclusión del riego como herramienta tecnológica, muchos de los cuales, en asociación con la Facultad de Agronomía (Paysandú, Salto, Montevideo y Canelones), el Secretariado Uruguayo de la Lana (SUL), y diferentes empresas y asociaciones de productores”. Si bien la maximización de uno solo de los componentes de cualquier sistema no necesariamente asegura el éxito de todo el sistema, vemos imprescindible el conocimiento de la respuesta productiva y económica de cada uno de los componentes, a los efectos de mejorar la toma de decisiones en el manejo general del sistema”.
MODELO
En casi todas las regiones del mundo existe una brecha importante entre los rendimientos potenciales y los alcanzados comúnmente entre los productores. “Esta brecha es intensamente estudiada a los efectos de identificar y cuantificar las limitantes más importantes en alcanzar estos rendimientos potenciales”, acotó.
El técnico del INIA explicó que “cuando el agua es la limitante en alcanzar estos rendimientos, la cantidad total de agua utilizada y la eficiencia de uso de la misma por el cultivo son dos de los componentes más importantes en reducir la brecha entre el rendimiento potencial y el realmente obtenido”.
Los modelos de simulación del crecimiento, con una fuerte base fisiológica, “son una herramienta oportuna y precisa para estudiar y analizar posibles respuestas productivas teniendo en cuenta las prácticas agronómicas más corrientes. De esta forma, y a manera de ejemplo, podemos analizar la influencia del grupo de madurez y de la fecha de siembra de la soja en la zona de Colonia (Uruguay) en la cantidad de agua evapotranspirada por el cultivo y en la eficiencia de uso de agua por el mismo”.
Acotó que “si bien el grupo de madurez tiene un efecto importante en la evaporación total del cultivo (a mayor duración del cultivo mayor es la ET), la fecha de siembra es más determinante en la reducción de la ET y seguramente en el rendimiento. Por otro lado, el grupo de madurez es más importante que la fecha de siembra en la eficiencia de uso del agua por el cultivo”.
ESTIVALES BAJO RIEGO
Más allá de la propia “plasticidad genética” de los diferentes grupos de madurez de la soja, “se ha evidenciado que para lograr rendimientos potenciales es imprescindible la ausencia de períodos de estrés hídrico, no solo en la fase reproductiva sino también en la fase vegetativa”. Indicó que “esta diferencia es más marcada en la soja plantada en el litoral norte del país (Salto) en donde nueve de cada 12 años requiere de riego para llegar a los rendimientos potenciales”.
Para alcanzar altos rendimientos “es necesario lograr la maximización de la intercepción total de la radiación en etapas tempranas del ciclo del cultivo para maximizar las tasas de crecimiento y, por tanto, la acumulación de hojas que estarán fotosintetizando durante el llenado de grano”. Manifestó que en promedio “el período de llenado de granos efectivo (de R5 a R6) tiene una duración de unos 35 a 45 días. Gran parte de los genotipos sembrados en el país tienen crecimiento indeterminado, por lo tanto durante el llenado de granos los fotosintatos producidos no son destinados únicamente al llenado de los mismos y al mantenimiento de la planta, sino que también a la producción de hojas nuevas”.
“Esto implica que para alcanzar rendimientos superiores a 5.000 kilos por hectáreas, los cuales deben producirse durante el período de llenado de granos con una duración de 30 a 40 días, se debieron acumular más de 7.000 kilos por ha. de biomasa vegetativa”, añadió.
SORGO Y MAÍZ
En el litoral norte del país, entre y cuatro riegos estratégicos de sorgo aumentaron el rendimiento en materia seca por hectáreas entre un 50 y 55%, respecto al secano. Por otro lado, en el área de basalto si bien la diferencia en rendimiento se mantuvo, la necesidad real de riego en dos años consecutivos no fue la misma, lográndose rendimientos similares en los tratamientos de secano y con riego en el año que el verano fue lluvioso. Por otra parte, en Uruguay hubo una extensa gama de ensayos de respuesta al riego en maíz fundamentalmente para grano y en menor medida para ensilaje, y casi todos ellos demostrando la validez del riego estratégico para lograr rendimientos por encima de 10.000 kilos por hectáreas.
Otero estableció que “el aporte de agua a través del riego en forma no deficitaria ha puesto en evidencia otras limitantes asociadas a nutrición mineral (fertilización), densidad de siembra (arreglo espacial), fecha de siembra y estudio de las condiciones del suelo en los barbechos realizados bajo riego en función de la secuencia de cultivos y/o forrajes”.
ASPECTOS IMPORTANTES
Otro aspecto importante en el uso de agua de riego por el cultivo en las condiciones agroclimáticas de Uruguay, “está relacionado no tanto con la demanda potencial del cultivo en particular, sino con la distribución e intensidad de la precipitación, que puede ocasionar variaciones muy importantes en la lámina bruta de riego a aplicar”.
El profesional indicó que “en el ejemplo de maíz durante el período 2007-2012, mientras que la variación entre el valor máximo y mínimo del rendimiento de maíz fue de 35%, la variación de la lámina bruta fue de 71% y la de la precipitación de 86% para el mismo período”. “El diseño del sistema de riego, la amortización de la inversión, y el uso variable de la energía y mano de obra van a estar directamente relacionados con las características propias del clima en nuestros sistemas productivos”, agregó.
En este sentido, el cambio de paradigma “estará en el uso eficiente del agua en todo el sistema de producción (agrícola, agrícola-ganadera), de tal forma de mejorar todo el sistema, aunque en casos puntuales podamos usar el agua de riego en un cultivo a niveles un poco por debajo de los rendimientos máximos biológicos. Convendría entonces, usar el agua de riego donde podamos obtener mayor valor agregado de todo el sistema productivo”.
IMPLEMENTACIÓN
“Sería riesgoso pensar que pueda existir un sistema de riego único para todo Uruguay, si tenemos en cuenta la variabilidad de los suelos, de la topografía y de la disponibilidad de fuentes de agua, energía y mano de obra especializada”, sostuvo Otero, quien entiende que “no en todos los sistemas productivos tecnológicamente pasibles de incluir el riego como alternativa tecnológica para crear nuevo valor agregado será económicamente apropiado”.
“Tanto en el diseño como en la gestión del sistema de riego es importante dimensionar apropiadamente el aporte de la precipitación, teniendo en cuenta su distribución espacial y temporal”. En este sentido, Otero explicó que “es más preciso tomar en cuenta la precipitación efectiva, relacionada a la precipitación antecedente y a la topografía. Por ejemplo, para el caso de Salto, la relación entre la precipitación bruta y la efectiva es lineal hasta los 50 milímetros, luego la precipitación efectiva que penetra al suelo decae significativamente”.
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