Paysandú, Sábado 27 de Diciembre de 2014
Opinion | 24 Dic En las últimas horas un entredicho en la izquierda a propósito de cuestionamientos formulados desde el Servicio Paz y Justicia (Serpaj) al ministro de Defensa Nacional, Eleuterio Fernández Huidobro, por cuanto se reprocha al secretario de Estado que no ha tenido “voluntad” para avanzar todo lo que se podía en materia de desaparecidos durante la dictadura, suscitó algunos comentarios agrios del ministro.
Ante las críticas, Fernández Huidobro insistió en que él no oculta información sobre los detenidos desaparecidos durante la dictadura y descalificó, una vez más, los comentarios de Madelón Aguerre, del Serpaj, como “provenientes de una señora que trabaja allí” y “totalmente falsos”.
Fernández Huidobro expresó a través de un comunicado que “resulta que la señora Madelón Aguerre, funcionaria de Serpaj, lanzó rayos y centellas contra el ministro de Defensa, acusándolo, nada más ni nada menos, de impedir el esclarecimiento del destino de los desaparecidos y otros asuntos de la misma sagrada importancia. Tarea en la que no le cedemos la derecha a nadie”.
“Para gente de izquierda, por más moderada que sea, se trató de un insulto. Además somos una secretaría de Estado dependiente del gobierno frenteamplista de José Mujica, quien también sería cómplice. Todo eso fue perpetrado al barrer, por esa señora que, según parece, es para la dirección actual del PSU (Partido Socialista del Uruguay), “palabra santa” desde que sus insultos no merecieron por parte de la citada dirección ni el más mínimo reproche. ¿Está el Partido Socialista de acuerdo con lo que esta señora dijo? Sería muy bueno que la ciudadanía lo supiera”.
Precisamente Aguerre lo había acusado el viernes de frenar las investigaciones de abusos y violaciones a los derechos humanos, a lo que el ministro contestó ese mismo día que “es falso lo que está diciendo esa ONG financiada por las peores fundaciones imperiales. Es falso, no la tengo, ¿de dónde quiere que la saque? Si Serpaj me autoriza a torturar, yo capaz que le consigo información”.
El entredicho, la ironía de mal gusto de Fernández Huidobro, gira precisamente en torno a un tema en el que el Frente Amplio ha puesto especial énfasis tanto cuando era oposición como gobierno, pero durante todo ese tiempo la ONG cuestionada por el ministro resultó funcional a los reclamos de la izquierda --tanto los justificados, como los que no-- porque formaron parte de un séquito de sustento desde este tipo de organizaciones, muchas realmente instrumentos, voluntarios o no, de la acumulación de fuerzas para llegar al poder.
Sin embargo, cuando se le reprocha al secretario de Estado su presunta responsabilidad en que no se haya avanzado en la medida de lo esperado en la investigación, Fernández Huidobro descubre que el Serpaj, como organismo supuestamente neutral, serio y respetable hasta entonces, ha sido financiado por las peores “fundaciones imperiales”. Sin embargo el actual ministro de Defensa no cuestionó el origen de los fondos ni la actuación del Serpaj mientras resultó funcional a los intereses del Frente Amplio para acceder al poder, haciendo hincapié en las violaciones de los derechos humanos por la dictadura, pero sin hacer mayor cuestión en las acciones terroristas desarrolladas previamente al gobierno de facto, en la década del 60, cuando en Uruguay había gobiernos democráticos.
No hace falta hilar muy fino para inferir que los gobiernos de izquierda han mantenido una visión hemipléjica respecto al pasado reciente, y fueron precisamente muchas ONG las que sirvieron a la propaganda que durante décadas machacaron sobre las violaciones a los derechos humanos de la “derecha”.
Y en el caso del ministro de Defensa, al fin de cuentas, de lo que se trata es de que además de los aspectos de fondo que menciona el Serpaj, en el sentido de que no se ha avanzado todo lo que se podía debido a la resistencia del ministro de Defensa a que se investigara en los cuarteles, con la anuencia del presidente José Mujica, están de por medio las formas de expresión. Y por cierto que no corresponde a un ministro de Estado formular frases irónicas nada menos que respecto a la tortura, como si fuera una cosa menor, en un tema tan sensible, sobre todo para los familiares.
Fernández Huidobro incluso redobló su apuesta y a través de una carta abierta, le respondió al Partido Socialista y en especial a Madelón Aguerre, quien públicamente ha cuestionado la falta de cooperación del Ministerio de Defensa con las investigaciones sobre casos de la dictadura.
El punto es que según cómo se mire, además, lo que antes era parte de la “solidaridad internacional” para aclarar crímenes de la dictadura, se transformó en financiación de organismos “imperiales”, y lo peor, reivindica en su ironía a la tortura como único método válido para obtener información clave de sujetos que se niegan a brindarla, cuando la causa lo requiera. La mirada hemipléjica a que nos referíamos no solo se mantiene, sino que ha derivado en cruce de acusaciones dentro de la propia izquierda por diferencias sobre hasta dónde sirve revolver en el pasado, hasta dónde llega el afán de justicia antes de que se convierta en la búsqueda de venganza, cuando además en la espiral nefasta de violencia e intolerancia de aquellos oscuros años hubo excesos y crímenes de ambos lados, sin autocrítica y mucho menos asunción de responsabilidades, que las hay y que no son pocas.
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