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Paysandú, Lunes 29 de Diciembre de 2014

Verdades incómodas

Opinion | 29 Dic “Necesitamos instituciones distintas, no arreglamos el problema yendo a buscar a los que abandonan el sistema. Podemos tener mejores sistemas para identificarlos, ir a la casa a buscarlos, traerlos de vuelta, pero tenemos que cambiar lo que les ofrecemos cuando están adentro”, dijo el director renunciante del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (Ineed), Pedro Ravela, al ser consultado por la deserción estudiantil en Educación Secundaria.
Antes de irse, reconoció que el modelo existente sostiene contenidos recargados, con asignaturas que se enfocan en los temas y no en el uso social y relevante que pueda aplicarse de su contenido.
A excepción de los planes de UTU, los programas tienen ausencia de una definición que exponga lo que un equipo docente espera de lo aprendido por los estudiantes y por esa razón se piensa desde las disciplinas. Dicho esto, se retiró sabiendo que dejaba un halo de reflexión a su paso ante referentes quienes, además de la indudable trayectoria docente, son operadores políticos.
Es que desempeñar un cargo técnico en un país dividido entre “buenos” y “malos”, donde permanece fuertemente arraigado el argumento de la devastación provocada por la década neoliberal de los 90 no ha de ser fácil.
Más allá o más acá en el tiempo, esos técnicos o deciden quedarse detrás de un escritorio y no preocuparse hasta la edad de retiro o bien comprometerse con la causa, decir cuatro verdades que resulten incómodas, “dar un portazo” e irse a aportar sus conocimiento al ámbito privado. Sin embargo, tal como afirmó el proyecto de presupuesto quinquenal 2010-2014 de la ANEP, “el CES (Consejo de Educación Secundaria) mantiene, en esencia, la estructura organizacional de 1935”.
Un órgano decide sobre prácticamente la totalidad de los temas y las transformaciones no pasan de la incorporación de nuevas tecnologías o la creación de unidades. Con el paso de las generaciones, aumenta la matrícula y por ende, se crean centros educativos de menor capacidad para que se vuelvan manejables y sostenibles. El punto es si se contará con los docentes suficientes para sostener este criterio, en tanto, existen dificultades para cubrir vacantes. En otros casos asumen sus cargos bastante avanzado el año, no hay incentivos para concentrar su carga horaria en un mismo lugar y además se deben contemplar las inasistencias.
Ver a docentes que corren de un liceo a otro para que les rinda un salario es también una forma de educar y enseñar. Y en este caso valen ambos términos y no solamente el que corresponde a la familia. Los adolescentes de hoy, quienes no responden a modelos de otras épocas, observan que existen otros trabajos mejor remunerados y que romperse el alma estudiando no significa aspirar a una buena remuneración o a la aprobación social.


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