Locales | 26 Dic Pasó Nochebuena, pasó Navidad. Los sanduceros, en general, supimos disfrutar de buenos momentos. De las compras, buscando aquellos que le gusta a determinada persona en particular. De preparar el menú para el aperitivo y para acompañar el tradicional asado, que puede ser vacuno, de cordero o porcino. Lo común es reunirse “en lo de...” y allá van familiares o amigos cargados con las cosas que han preparado cada uno, o con bebidas. En la parrilla, uno o dos expertos se encargan del asado, con la condición que alguien atienda sus vasos, que vaya uno a saber cómo parece que tienen alguna falla, porque el líquido se va rápidamente. Charlas, reencuentros, puestas al día, anécdotas, sueños. La Nochebuena transcurre generalmente en bullicio, mientras los niños corren por aquí y por allá, impacientes por que llegue la mañana, cuando podrán abrir los regalos de Papá Noel.
Los más jóvenes, además de prepararse porque después del brindis de medianoche hay que salir con los amigos, al “cantero” o alguno de los varios bailes, este año tuvieron un trabajo adicional. Sacaron fotos de la familia o de la cena con amigos para subirlas al Facebook. Una manera de compartir con todos la alegría navideña. Cada cual vivió a su manera Nochebuena y Navidad, sin olvidar a quienes estaban internados en centros asistenciales, a quienes cumplían guardias en los servicios esenciales. Tampoco a quienes por la razón que fuera pasaron en solitario, o sin tanto lujo en su mesa. Para todos, la Navidad trajo ese sentimiento universal de paz, amor y solidaridad. No es cuestión del costo de la cena o de la cantidad de dinero gastado en fuegos de artificio. Es cuestión de pensar, razonar, de sentir bien dentro del alma, que la Navidad, en esencia, es la oportunidad de ser un poco mejores. Con nosotros mismos, y nuestros semejantes.