Opinion | 03 Ene A partir del 1º de marzo del este año, tan pronto asuma el cargo de presidente de la República, Tabaré Vázquez habrá de tomar juramento a sus ministros, y por lo tanto dará el esquema formal a su proyecto de gobierno, como director de una orquesta que aspira a que resulte lo más afinada posible, y con un estilo de conducción verticalista, que precisamente representa la contraparte del estilo de presidencia que ejerce el presidente saliente José Mujica.
Y si bien el mandatario electo optó por cortar por lo sano con la designación de sus secretarios de Estado en menos de 48 horas tras la celebración del acto electoral del 30 de noviembre, segando de raíz toda posibilidad de negociación con los sectores del Frente Amplio, igualmente mantuvo algunos de los ministros de su antecesor. Tal es el caso del cuestionado ministro de Defensa Eleuterio Fernández Huidrobro, y el titular de Interior Eduardo Bonomi, así como el de Ganadería, Agricultura y Pesca, Tabaré Aguerre. Pero es indudable que en otras áreas, con o sin cuota política, el próximo mandatario pretende que las cosas discurran por otros carriles.
Una señal clara precisamente la dio en el Ministerio de Relaciones Exteriores, con la designación del exvicepresidente Rodolfo Nin Novoa, en reemplazo del actual canciller Luis Almagro, porque en buena medida queda de manifiesto que esta vez se apuntaría a profesionalizar y quitar ideología a la política exterior, que ha sido el perfil característico de la gestión del presidente Mujica, y una muestra clara en este sentido la ha constituido además la designación de embajadores diplomáticos de confianza política en lugar de profesionales de carrera por el actual mandatario.
Así, las primeras decisiones del futuro canciller Rodolfo Nin Novoa evidencian algunos cambios que se instrumentarán en la política exterior, pues con la directiva presidencial clara de Tabaré Vázquez para que la cancillería sea un agente comercial que busque mercados permanentemente, Nin Novoa dijo que fomentará la designación de funcionarios de carrera y técnicos, y en menor medida, de los embajadores políticos. Uno de los objetivos del futuro ministro es reducir todo lo que se pueda el número de representantes políticos que actualmente están en misiones diplomáticas, teniendo en cuenta que en 2004, bajo el gobierno de Jorge Batlle, había cinco embajadores políticos en el Ministerio de Relaciones Exteriores, que luego pasaron a ser 20 en el primer gobierno de Vázquez y actualmente son 25, al aparecer la figura del embajador itinerante.
Los embajadores de carrera que hoy están en el exterior –como Francisco Bustillo en España– van a terminar su mandato, dijo Nin Novoa a El Observador, pero los embajadores designados hasta ahora también son una señal del camino que se seguirá. De hecho, de cuatro designaciones confirmadas: Brasil, España, EE.UU. y Argentina, solo en una de ellas habrá un político al frente de la representación, tratándose del dirigente democristiano Héctor Lescano, en Buenos Aires.
Nin Novoa destacó precisamente que el exministro de Turismo “es un gran negociador. Tiene gran capacidad de diálogo y con él podemos comenzar algo que es el establecimiento normal del relacionamiento con Argentina, sin echarnos las culpas de por qué pasó lo que pasó, sino mirar un destino común hacia delante”, dijo.
“Lescano puede liderar un grupo que comience a transitar ese camino y lo va a hacer con mucho éxito”, acotó. Sobre Argentina –que seguirá gobernada durante 2015 por Cristina Fernández de Kirchner– el ministro dijo a El Observador “que se parte de la base de que hay problemas para arreglar”.
Y si bien es importante el tratar de avanzar en la relación bilateral con Argentina, que no solo se ha deteriorado desde el punto de vista diplomático, sino sobre todo desde el punto de vista comercial, no puede perderse de vista la participación de Uruguay en el contexto regional.
Otro de los objetivos, dijo Nin Novoa, “es sincerarse” en el Mercosur y eso significa “no seguir perforándolo”, “cumplir con el tratado”, establecer de verdad la libre circulación de bienes productivos”; y que “no haya más restricciones de ningún tipo al comercio. Sincerarse es ver si vamos a seguir así o lo vamos a cambiar para tratar de cumplir con los objetivos que se plantearon”, explicó.
Claro, para ese sinceramiento y en el reclamo de flexibilizar al bloque regional y negociar acuerdos con otros países, Uruguay tiene expectativas de encontrar un apoyo en Brasil, no sólo en las nuevas autoridades designadas por la reelecta Dilma Rousseff, sino también en los empresarios agremiados en la Federación de Industriales de San Pablo. Tal posibilidad hasta ahora se presentaba como muy dificultosa, debido a la oposición de Itamaraty a que nuestro país concretara tratados de libre comercio por fuera del bloque regional.
Pero por otro lado, Nin Novoa ve difícil que en la próxima administración se intenten conversaciones con Estados Unidos para la firma de un Tratado de Libre Comercio (TLC), que es un camino que estuvo planteado en el primer gobierno de Vázquez pero que tuvo la oposición de los sectores más radicales de la coalición de izquierdas, así como de los socios del Mercosur, lo que llevó al presidente a desistir de esa idea. “Un TLC con Estados Unidos llevaría 12 o 13 años. Si lo plantean lo estudiaríamos y veremos. Estoy con la cabeza abierta”, aunque también hay que ver cómo se mueven los otros países, dijo.
Australia, por ejemplo, firmará un acuerdo comercial con China y le vende carne; y Nueva Zelanda entrará en pocos años a ese mercado con lácteos y arancel cero, y “nosotros le vendemos leche en polvo a China. Hay que ver cómo están jugando los otros jugadores para mover nosotros”, afirmó Nin Novoa.
Pero más allá de los avatares internacionales, en un aspecto tan dinámico como la relación comercial y diplomática, es fundamental que las relaciones de Uruguay no estén sujetas a corsés ideológicos, y mucho menos limitadas al entorno regional, sino que la apertura y la diversificación, por encima de ideologías y solidaridades, deben marcar los andariveles de la gestión.