Paysandú, Lunes 05 de Enero de 2015
Opinion | 04 Ene La Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas define que “los derechos humanos son derechos inherentes a todos los seres humanos”. Y que el derecho internacional “establece las obligaciones que tienen los gobiernos de tomar medidas en determinadas situaciones o de abstenerse de actuar de determinada forma en otras, a fin de promover y proteger los derechos humanos y las libertades fundamentales de los individuos o grupos”.
La Oficina detalla que “el derecho a la vida, la igualdad ante la ley y la libertad de expresión, los derechos económicos, sociales y culturales, como el derecho al trabajo, la seguridad social y la educación, o los derechos colectivos, como los derechos al desarrollo y la libre determinación, todos son derechos indivisibles, interrelacionados e interdependientes. El avance de uno facilita el avance de los demás. De la misma manera, la privación de un derecho afecta negativamente a los demás”.
El ministro Eleuterio Fernández Huidobro ha protagonizado en los últimos días un fuerte cruce con las organizaciones vinculadas a los derechos humanos, por la falta de información con respecto a las excavaciones en dependencias militares para hallar restos de desaparecidos y la documentación correspondiente a las Fuerzas Armadas en poder del Ministerio de Defensa. Algunas instituciones se quejan por la indiferencia de las autoridades y la falta de compromiso político, incluidas las altas descalificaciones de Huidobro a través de los medios de comunicación para que se lea y escuche por lo alto su forma de pensar y que --por cierto-- no es la única en el Poder Ejecutivo.
A esta altura de su vida, lo único que hizo Huidobro es decir lo que otros no se animan y más allá del discurso un tanto simplista de mirar hacia adelante, esta situación vivida por las instituciones contra el poder encaramado en la falta de respuestas nos aterriza ante otras problemáticas sociales, que no han sido vistas como derechos humanos ni han importado demasiado, salvo para minimizarlos en forma insistente.
Recién ahora empezamos a ver en Uruguay las diferencias existentes entre la izquierda política y la izquierda militante, algo que hace rato se diferencia en el mundo entero y que recrudece en tiempos electorales. Esas mismas organizaciones debieron enfrentarse ante la soberbia de los jerarcas que no aceptaban las denuncias de torturas en el Sirpa y que después, se confirmaron ante la justicia. Pero hay que avisarles también que otros ciudadanos con derechos humanos vulnerados por la inseguridad fueron subestimados de igual forma. Por eso, los derechos humanos son “derechos” y no deberían orientarse hacia un solo lado. Eso debió comprenderse desde un primer momento para evitar asistir a silencios atronadores, que más que un oxímoron son una realidad en sí misma.
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