Paysandú, Jueves 08 de Enero de 2015
Opinion | 05 Ene No es un buen dato que desde 2010 el uso de la capacidad instalada de la industria manufacturera uruguaya permanece estancado en el tercer trimestre del año y mantiene el mayor nivel de producción ocioso respecto a los países vecinos, en tanto los empresarios locales atribuyen este escenario principalmente a la debilidad de la demanda para abastecer tanto el mercado externo como interno.
En tal sentido, el indicador de Utilización de la Capacidad Instalada (UCI) en la industria –excluyendo Ancap y las empresas de zonas francas– da cuenta que en el período julio-setiembre los industriales han estado utilizando 69% de su máximo potencial desde hace cinco años, mientras que en igual trimestre de 2009 el uso del total de la capacidad disponible fue de 62%.
Según los empresarios encuestados en el informe, los principales impedimentos para no aprovechar la capacidad potencial de producción se vinculan a la competitividad externa y local, y entre los principales motivos mencionan la falta de demanda en el mercado externo por las restricciones al ingreso de productos nacionales impuestas por el gobierno argentino.
Asimismo, otro de los aspectos de mayor relevancia para los empresarios en los últimos años para no utilizar todo el potencial productivo es que consideran que “no es más rentable operar a la máxima capacidad de producción” debido a los altos costos de la energía, el bajo tipo de cambio y los precios de venta, que deterioran la rentabilidad del sector industrial, según los empresarios. Mientras en el tercer trimestre de 2007 el 2,9% de los industriales consideraban esta opción como relevante, en el mismo período de 2014 el número ascendió a 14,3%.
Asimismo, aunque el informe destacó una baja proporción de encuestados que señalaron los paros o huelgas como motivo para producir por debajo de la capacidad de producción instalada, fue uno de los obstáculos más importantes para algunas empresas de alimentos, bebidas y tabaco, químicos y plásticos.
A la vez, el informe de la Dirección de Estudios Económicos de la Cámara de Industrias sostiene que los principales impedimentos para no aprovechar la capacidad potencial de producción fueron los “aspectos vinculados a la productividad”, tanto en el mercado interno como externo.
Ahora, más allá de los indicadores sobre capacidad ociosa en el período, las exportaciones uruguayas registraron un freno durante el año recientemente finalizado, teniendo en cuenta que las colocaciones se ubicaron en el mismo nivel que 2013, con apenas un crecimiento del 0,3 por ciento y perspectivas que no son las mejores. Según informó la Unión de Exportadores del Uruguay (UEU), el récord de crecimiento de exportaciones se había alcanzado en 2010 con 8.022 millones de dólares, con un crecimiento de 23,5 por ciento en el año respecto a 2009, en tanto al año siguiente fue del 18,1 por ciento, en 2012 de 9,1 y en 2013 del 4,6 por ciento.
Estos guarismos, más allá del piso del que se parta, hablan de una desaceleración notoria en el ritmo de actividad y sobre todo de la receptividad y demanda de los destinos de comercio exterior del país, lo que precisamente advierte en declaraciones a El País el presidente de la UEU, Alvaro Queijó, quien recordó que la gremial que preside ya había adelantado que se iba a registrar una desaceleración importante en las exportaciones.
Evaluó que “prácticamente cerramos en los mismos números del año pasado y con un segundo semestre con marcada caída en la región. La expectativa que uno tiene para este año es también de caída y sinceramente nos preocupa, porque eso genera pérdida de fuentes de trabajo, que es algo que no queremos”.
Sin dudas un factor de fuerte incidencia en este panorama es el deterioro de la competitividad. De acuerdo a lo expresado por el dirigente de la entidad empresarial, esta pérdida se viene observando desde hace años y es un elemento de preocupación, por lo que es necesario que el gobierno aplique medidas porque el sector “no puede salir a competir al mundo con la mochila pesada de los costos del país y la poca competitividad”.
Precisamente uno de los reclamos de la gremial apunta a la rebaja de la tarifa energética y consideró que con el buen nivel de lluvias registrado el año anterior --que permitió un uso muy favorable de la energía hidráulica en los embalses-- igualmente no hubo rebaja en la tarifa de electricidad y en cambio, ya se anuncia un aumento a partir de este mes, en tanto otro planteo refiere a que el gobierno rebaje los aportes patronales que paga el sector.
Por supuesto, se trata de reclamos pertinentes por cuanto provienen de un sector clave para la dinamización de la economía, la incorporación de valor agregado y fuentes de empleo de calidad, además de promover la incorporación de tecnología y generación de infraestructura de apoyo, lo que significa reciclaje de recursos y creación de puestos laborales en emprendimientos conexos.
El punto es que si bien los reclamos son atendibles en cuanto a reducir costos de energía, aportes patronales y otros insumos, la problemática de la industria tiene puntos en común con otros sectores de actividad --la gran mayoría-- y que forman parte del costo país. Esto encarece al Uruguay en relación con otras economías, y no solo por problemas de escala, sino por factores estructurales que se han mantenido intocables a lo largo de las décadas.
El gran problema, omnipresente, es el costo del Estado para los sectores reales de la economía, mientras sigue pendiente una reforma a fondo de su burocracia y estructura, sin que ningún gobierno --del signo que sea-- se haya ocupado realmente del tema para no pagar costos políticos. Han dejado así transcurrir el tiempo, apagando incendios y esperando que algún día otro lo haga o que las cosas se resuelvan solas, como por arte de magia.
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