Paysandú, Miércoles 14 de Enero de 2015
Opinion | 07 Ene Nostradamus escribió que en estos tiempos que corren se iban a armar desbarajustes por todo el orbe. Tragedias y desastres naturales destruyendo y destruyendo. El asunto es que pasaron cientos de años pero las profecías no están tan erradas. En realidad, probablemente Nostradamus no era realmente alguien que podía predecir los hechos del futuro, pero quizás sí a la sociedad del futuro.
Inundaciones en pleno enero, cuando en realidad debíamos estar disfrutando de la playa, por ejemplo, no eran frecuentes, excepto en Bolivia, donde la temporada de lluvias se extiende desde octubre a marzo. Pero en los últimos años la temporada de playas se ha visto interrumpida más de una vez por la creciente del Uruguay, regulada por la represa de Salto Grande. El sur de Brasil, el norte argentino, víctimas de severos temporales, rápidas inundaciones y con cientos de evacuados.
En los últimos diez años hemos escuchado que nuestro planeta está experimentando un cambio climático asociado con el crecimiento industrial y por la manera en la que estamos desarrollando nuestras sociedades. Es indudable que estamos experimentando un cambio radical en la interacción que existe entre los ciclos de energía y del agua en nuestro planeta, debido a las variaciones en la temperatura global a resultas del cambio climático.
Este desbalance hídrico se ve reflejado con sequías prolongadas, acompañadas por un aumento dramático en las temperaturas en las estaciones secas (zonas tropicales) o de verano (zonas templadas). Las inundaciones pueden ser más recurrentes debido al calentamiento global, pues la cantidad de vapor de agua que es retenido en la atmósfera se incrementa rápidamente con la temperatura.
Entre los científicos del mundo, la mayoría ha aceptado la evidencia de que el calentamiento global es un hecho y que debemos actuar rápidamente reduciendo las emisiones de carbono si queremos desacelerar este proceso que la sociedad ha iniciado. Desde comienzos de los noventa diferentes cumbres internacionales han enfatizado la importancia de reducir la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera, con el fin de estabilizar el clima de nuestro planeta en este siglo que va caminando aun sus primeros años.
Se tienen que poner en sintonía, y no es nada fácil, los acuerdos de control de emisiones con las políticas gubernamentales. Una opción puede ser el desarrollar políticas internacionales muy estrictas que incrementen el precio de las emisiones de carbono lo suficiente como para presionar a los gobiernos del mundo a hacer una transición más acelerada desde economías basadas en hidrocarburos hacia futuras fuentes de energía más limpias.
Pues, el asunto es no demorarse. O las profecías de Nostradramus se habrán quedado demasiado cortas. Y sólo quedará el Apocalipsis.
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