Paysandú, Viernes 16 de Enero de 2015
Opinion | 11 Ene Si la guerra puede ser definida como el extremo de la barbarie y la intolerancia, el intento de destruir o someter a quien piensa distinto o sus intereses colidan con los de uno, como el asesinato “justificado” del semejante en el campo de batalla, sin dudas que el terrorismo es este mal potenciado a su máxima expresión. El del haz el mal o mata sin mirar a quien, sea tu presunto enemigo como un inocente que estaba en mal lugar en el peor momento, porque los fines son tan buenos que importa poco y nada los medios que se utilicen.
Lamentablemente, desde el fondo de la historia hasta nuestros días han existido guerras terribles, fratricidas, cruentas, abominables, pero el terrorismo tal como se le conoce hoy es uno de los males agregados del mundo moderno, porque hay “causas” que pretenden justificar lo injustificable, el daño “colateral” de pérdidas de vidas inocentes, porque el objetivo está por encima de estos aspectos menores.
La “guerra santa” desatada por grupos islamitas encuadra en estas reflexiones que tienen componentes y aristas salientes que se manifiestan en un ciclo de violencia formado por la islamofobia (muchas veces alimentada por quienes practican estar religión hasta el paroxismo), las políticas exteriores de Occidente y el fundamentalismo que horroriza al mundo con cada acto sangriento. Los cruentos hechos registrados en Francia en las últimas horas con un saldo de 17 muertos son parte de un jalón de horrores indescriptible, que es motivo de acciones y venganzas, de revanchas y contra-actos de violencia. La inmigración y xenofobia son dos aspectos incluidos indisolublemente en cuanto a las causas y retroalimentación de este esquema perverso.
Los episodios terroristas de París son parte de una larga lista de incitaciones al odio entre un mundo dividido; a veces por ideales económicos, otras por cuestiones raciales y, como en este caso, por creencias religiosas extremas que enajenan y alientan a quienes las practican a cometer actos aberrantes que sin embargo “aseguran” la salvación eterna de quienes las protagonizan en esta especial forma de concebir la religión.
Lo hacen personas obnubiladas por un fundamentalismo que nada tiene que ver con el sentido común, intolerantes desde el punto de vista étnico-político-religioso, basado hoy en el distanciamiento entre Oriente y Occidente. Están de por medio conflictos internos entre musulmanes, intromisiones militares de las grandes potencias en territorio árabe y sangrientas represalias yihadistas con emisarios de Occidente o en suelo que muchas veces se cree lejano a la zona de guerra.
No hay ciudad o lugar del mundo que esté a salvo del ataque terrorista, como expresión de odio racial o religioso, pero sin dudas con el componente de intereses mezclados y ansias de poder, con la presencia creciente del Estado Islámico (EI) y su autoproclamado califato en territorios de Irak y Siria. Además de la red Al Qaeda, operando con sus células terroristas diseminadas por puntos clave del planeta.
En esta oportunidad el blanco de los asesinos fue el semanario satírico francés Charlie Hebdo, enmarcado en una venganza jurada incluso desde antes de la constitución del EI. Pero las amenazas de los yihadistas hacia Occidente se hicieron más serias cuando una coalición militar, comandada por Estados Unidos y secundada por Australia y Francia, entre otros, comenzó a bombardear las posiciones yihadistas en Medio Oriente.
Más cercanos en el tiempo están los videos que mostraron las crueles decapitaciones de periodistas y ciudadanos estadounidenses y franceses por los fundamentalistas, tratando de atemorizar a Occidente pero también mostrando lo que el EI es capaz de hacer si no se da lugar a sus chantajes y ultimátum, en el aspecto que sea.
Pero se ha llegado al extremo de que no solo se está ante células terroristas que parten desde territorio musulmán tras recibir entrenamiento, sino que siempre se están reclutando “fieles”que en su fanatismo están dispuestos a dar la vida en ataques suicidas e inmolarse por la causa de Alá.
No puede soslayarse que incluso, en un comunicado, la yihad instó a cualquier musulmán a acabar con la vida de quienes formen parte de los países enemigos. “Si puedes matar a un infiel estadounidense o europeo, especialmente al vengativo y sucio francés, o un australiano o un canadiense, o cualquiera de los infieles que libran la guerra, incluidos los ciudadanos de los países que entraron en la coalición contra el EI, entonces confía en Alá y mátalo de cualquier manera”, dijo recientemente el portavoz del grupo, Abu Mohamed al Adnani. “Mata al infiel tanto si es civil como militar, puesto que ambos están bajo el mismo gobierno”, agregó.
Y la respuesta ha sido una reacción del signo opuesto, que es parte de la naturaleza humana. El sentimiento antiislámico, ahora plasmado en islamofobia, empezó a ganar a las poblaciones de los países occidentales, especialmente en Alemania y Francia. Lo sucedido el miércoles pasado en la masacre que dejó 12 muertos en el centro de París y las dos tomas de rehenes posteriores, el rechazo a la inmigración de musulmanes a Europa, especialmente a Francia, ahora ha dado lugar a la Islamofobia, y no es para menos, si se analiza el escenario ante el que nos encontramos. La violencia combatida con más violencia, solo retroalimenta el odio y da paso a más violencia y venganza contra venganza.
Y nos tememos que en este esquema irracional, con cultores, sobre todos los fundamentalistas del Islam, constantemente echando leña al fuego, será harto difícil pacificar las aguas, porque quienes odian de esta forma solo medran en el caos, en el “cuanto peor, mejor”, y no hay recetas mágicas y ni siquiera respuestas racionales a tono con este impresionante desafío. Que no es solo la serie de episodios de actos terroristas, sino de atentados a la libertad de expresión y a la libertad en sí, porque de ello se trata.
Es que nadie tiene la receta de cómo se razona con quienes no quieren razonar ni les interesa, porque han hecho de la intolerancia, la violencia y el fanatismo su causa, y su medio de “salvación”, caiga quien caiga.
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