Paysandú, Viernes 16 de Enero de 2015

Editorial

Sin respuestas en sistema previsional

Opinion | 13 Ene La composición etaria del Uruguay no escapa a la tendencia mundial que indica que es cada vez mayor el porcentaje de adultos mayores en la población, en parámetros similares a las que se dan en el mundo desarrollado, lo que naturalmente indica una evolución, pero a la vez conlleva naturalmente una problemática socioeconómica que es propia de países del Tercer Mundo.
Esta combinación tiene sus aspectos positivos y negativos, dependiendo del ángulo desde el que se analice, sobre todo de cara al futuro, porque a la vez genera un escenario que ha cambiado, y los cambios siempre presentan desafíos, a veces con consecuencias traumáticas si no se trabaja con previsión y sobre bases reales.
Así, de acuerdo a datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en unos 20 años la cantidad de adultos mayores en Uruguay superará a la de niños de 0 a 15 años, acentuando la tendencia que se ha venido dando ya en los últimos años de un crecimiento porcentual cada vez mayor de los adultos mayores respecto a la población en general.
Este perfil responde por un lado a bajos valores de natalidad y por otro a una mejora en la atención de salud de los adultos mayores, además de haberse ido erradicando enfermedades graves que en otros tiempos azotaron a la humanidad. Por lo tanto, la población seguirá envejeciendo y esto tendrá consecuencias en una diversidad de áreas, como por ejemplo el sistema de seguridad social. En este sentido ya se percibe un impacto en el sistema jubilatorio y en el sistema nacional de salud, en la medida en que el costo de la asistencia de los adultos mayores es el más caro para las instituciones, las que además de transferencias desde el Estado obtienen recursos de los aportes de los grupos más jóvenes, que requieren menos de los servicios del sistema.
Por lo demás, el envejecimiento de la población tiene un mayor impacto en el sistema jubilatorio cuanto más dependa de las finanzas públicas, y menor cuanto más dependa del ahorro previo, por lo que la alternativa es incrementar los espacios para el ahorro durante la vida activa, potenciando los esquemas de ahorro individual, según opinión de especialistas.
Por ejemplo, la directora en representación del sector empresarial en el BPS, Elvira Domínguez, advirtió que los primeros problemas van a empezar a manifestarse en el año 2030, por lo que consideró que se deben tomar medidas ya. Recordó que en el último diálogo nacional de seguridad social “planteamos la necesidad de aumentar la edad jubilatoria en forma paulatina, de 3 a 4 meses por año”, habida cuenta de que el BPS depende de los aportes de las personas activas pero también de lo que le remite Rentas Generales para compensar las dificultades financieras por la carga de pagos en el sistema. Es que resulta una ilusión diferida al mediano y largo plazo asumir a priori que las cosas se van a acomodar solas, y es peor seguir dándole largas al asunto sin adoptar las medidas que se requieren para intentar sanear el sistema de cara a las próximas décadas. Pero claro, no se puede lograr todo al mismo tiempo, y en la vida se presentan opciones. Las que se cuenta para hacer frente a esta situación no son muchas: o se logran más recursos de algún lado, o se trata de ir estirando la edad de jubilación para que el condicionamiento sea menor en el tiempo, porque además seguirá en aumento la expectativa de vida de la población.
Y no hay medidas simpáticas, salvo que de un momento a otro nos lluevan recursos desde algún lado, los que por ahora no se ven. Acumular 35 años de trabajo o jubilarse a los 65 años de edad son algunas alternativas posibles para una situación muy compleja que tiene varias puntas, porque no solo se afecta al que va a jubilarse, sino que se extienden las consecuencias a otros grupos, porque a la vez siguen ocupándose puestos de trabajo que se cierran a las nuevas generaciones.
Es impensable improvisar en esta materia, desde que es un tema que debe ser analizado por expertos, tanto desde el punto de vista técnico como político, teniendo en cuenta que no es sencillo para abordar. El punto es que tal como está estructurado el sistema, los activos tendrán que cargar con un peso muy fuerte para sostener el pago de las pasividades y las medidas que se adopten deben tender a evitar que las cargas tan elevadas alienten el crecimiento del informalismo, que es otra arista de esta problemática siempre presente a la hora de evaluar salidas.
Dirigentes del movimiento de pasivos, como el representante de los jubilados y pensionistas en el BPS, Sixto Amaro, consideró en este sentido que el actual sistema colapsaría en muy pocos años, e incluso enfatizó que “la sociedad recorre una época del envejecimiento del envejecimiento. Esto, naturalmente, es uno de los elementos que está indicando que en el próximo diálogo de seguridad social el tema demográfico es insoslayable porque afecta no solamente a la financiación del BPS sino la visión del país productivo. Las estructuras del actual sistema mixto de seguridad social obviamente no están en condiciones de dar respuesta a este proceso demográfico”.
“Tenemos que vivir más años con dignidad, y por eso se trata de modificar el actual sistema de seguridad social, que dentro de muy pocos años no va a poder dar respuesta a esta situación demográfica”, advirtió, y consideró que aumentar la edad de jubilación es una alternativa pero no la única. A su juicio, si no se desviaran los fondos del sistema, por ejemplo transferencias a las AFAPs, éste tendría menos problemas. Las respuestas no deberían agotarse en estas alternativas, por cuanto hay igualmente otras posibilidades, como combinar vida activa y jubilaciones, como proponen algunos sociólogos, incluyendo por ejemplo otorgar una prestación básica a todos los adultos mayores y ajustar las tasas de reemplazo, que implica una prestación relacionada con el salario pero a la vez modificable para darle sostenibilidad al sistema.
En esta materia no se puede, o por lo menos no se debería improvisar, porque no hay genialidades ni soluciones mágicas, sino que se requiere un análisis muy fino, con el agregado de que estamos ante un escenario que, quiérase o no, se va degradando y que hasta ahora se ha venido disimulando porque estamos todavía en una meseta o apenas una declinación en el período de bonanza.
Pero los problemas asomarán tan pronto se compliquen los ingresos de recursos al sistema de seguridad social, y es indudable que el sistema político debe asumir cuanto antes que el tema debe dejar de considerarse un problema que deberán afrontar las próximas generaciones. Se trata de dificultades del presente que irán incrementándose, y de poco y nada servirá que se siga soslayando el análisis, dejando que traten de resolverlo en algún momento los que vengan, cuando ya las cosas no den para más.


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