Paysandú, Viernes 23 de Enero de 2015
Opinion | 22 Ene El franco deterioro de la calidad educativa en el Uruguay plantea grandes desafíos, y a fuer de sinceros, a esta altura las alternativas que se están manejando por las autoridades de la educación apuntan más bien a determinar cuál es el mal menor por el que se puede optar, porque en gran medida el debate sigue centrado sobre si es peor repetir que otorgar el pase sin que el alumno tenga los conocimientos mínimos requeridos, y ver hasta dónde llega.
Una prueba realizada el año pasado a alumnos de 6º año de escuela en las áreas de matemáticas, ciencias y lenguas reveló que más de la mitad de ellos está por debajo del umbral de competencia, en un trabajo que confirma el resultado de las pruebas internacionales PISA.
El examen lo realiza la Administración Nacional de la Enseñanza Pública (ANEP) cada tres años desde 1996, pero prueba tras prueba los resultados siguen empeorando. El 56 por ciento de los estudiantes quedó en el nivel 1 y menos 1 en matemáticas y ciencias, lo que indica que están por debajo del umbral mínimo de competencia.
Sin dudas, es un problema que empieza en Primaria y más aún, en el hogar, y sigue y se agrava en Secundaria, porque los alumnos continúan pasando de grado sin tener los conocimientos mínimos, y así sucesivamente.
De acuerdo al informe del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (Ineed), divulgado sobre fines del año pasado, el 80 por ciento de los estudiantes de enseñanza media que abandonan los estudios formales lo hacen por falta de interés en cursarlos, y este factor aparece como uno de los elementos principales que surgen de este estudio, que además comprende una serie de aspectos relacionados con la educación en nuestro país.
El informe sobre el “Estado de la Educación en Uruguay 2014”, presentado oportunamente por Alex Mazzei, presidenta de la comisión directiva del Ineed, y Pedro Ravela, director ejecutivo del instituto, ha identificado los principales problemas en la educación como las bajas tasas de “finalización” en educación media, tanto básica como superior, lo que ubica a Uruguay en una posición rezagada respecto al resto de los países de la región.
Esta problemática no se da en forma similar en todos los sectores de la población, sino que afecta en mayor grado a las familias de menores ingresos, y entre otros datos poco alentadores figura el hecho de que solo el 28 por ciento de la población de 18 a 20 años aprobó doce años de educación formal, lo que es un signo de deterioro de la educación en nuestro país respecto a décadas anteriores, y a la vez un retroceso en la comparación con Argentina, Brasil, Chile y Paraguay.
Meses atrás el director general del Consejo de Educación Inicial y primaria (CEIP), Héctor Florit, dijo a El País, respecto a versiones sobre la existencia de un pase social en las escuelas, que “no hay ninguna reglamentación, ninguna disposición administrativa, nada que considere que existe un pase por razones sociales”. Sin embargo, reconoció que el rendimiento de los alumnos no es lo único que se tiene en cuenta a la hora de decidir si pasan o no de año, porque “puede pasar que para un niño el maestro note que dejarlo en el mismo año con otros compañeros le va a permitir avanzar, no le va a generar sentimientos de frustración o fracaso, pero puede haber otros para los que separarse del grupo de pares, va a ser el grandote del año siguiente, y al repetir le va a generar muchísimas más dificultades desde el punto de vista del bloqueo emocional del aprendizaje. En este caso es mejor que continúe con su grupo, pasando de año y teniendo algún apoyo”.
En cuanto al factor cobertura, según los datos de la última prueba Pisa 2012, que también seleccionó el informe, el país no logró combinar un aumento de la cobertura con una mejora en los logros académicos, sino que tuvo un descenso en los desempeños y un aumento del rezago académico del estudiantado de 15 años.
Es indudable que el aspecto en el que se pone énfasis por el estudio, que refiere a la alta deserción y el desinterés, revela que no hay sintonía entre lo que se ofrece y lo que le interesa al estudiante, dejando por sentado que su interés es el de estudiar y formarse, porque también hay que tener en cuenta que hay grupos muy importantes de niños y jóvenes en los que el desinterés se expresa en forma general en su vida, y no solo en buscar medios para capacitarse y salir adelante.
Hay evidente falta de atractivos en el contenido e instrumentación de los programas y cursos, sobre todo a nivel medio, y disociación respecto al pensamiento y disposición para aprender en los jóvenes, así como en la oferta de formación en disciplinas para el mercado laboral y profesional, y paralelamente, la pérdida de calidad en la enseñanza, refiere a que no ha existido evaluación real desde afuera del sistema sobre sus bondades, carencias y necesidades. El regalar una computadora a cada niño no dio en absoluto el resultado esperado --o al menos el que le “vendieron” a la población-- y claramente no sirve para mantener el interés de los niños en la escuela, con un Plan Ceibal que es ejemplo en el mundo pero que en todos estos años en que Uruguay fue pionero, ningún país ha querido imitar.
En el contexto internacional, estamos cada vez más rezagados incluso en la región, y ni que decir de los países desarrollados, de los que estamos a años luz de distancia, y entre un sin fin de aspectos pendientes, como señalábamos, están de por medio programas, carreras y especialidades que significan dotar a los estudiantes de los instrumentos que se requiere para contar con ingresos y realizarse en la vida, para que puedan insertarse en la sociedad y ser individuos útiles para ellos y para el país.
El desafío a esta altura no es para nada fácil, pero es cada vez más acuciante, por cuanto se requieren reformas estructurales y lograr que los jóvenes encuentren interés en aprender y prepararse para la vida, lo que también pasa por cambiar su actitud ante el presente y el porvenir, superar la indolencia, la falta de atractivos y el aburrimiento crónico, la abulia, que es un mal crónico extendido en gran porcentaje de nuestros jóvenes, sin que hasta ahora se haya estado en condiciones de generar respuestas a esta realidad.
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