Paysandú, Lunes 26 de Enero de 2015
Opinion | 24 Ene A medida que pasan las horas, lejos de arrojarse luz sobre el asunto, se va enredando la madeja en el caso de la muerte del fiscal especial Dr. Alberto Nisman en la Argentina, quien seguía la pista iraní - “presidencial” en el caso del acto terrorista que destruyó la sede de la Amia en 1994.
En este caso, con perfiles novelescos y a esta altura con elementos cada vez más difíciles de desentrañar, sobre todo en el ámbito de una justicia argentina influenciada por el gobierno kirchnerista y con demasiados intereses y elementos oscuros, ha desaparecido traumáticamente del escenario el fiscal especial, pero naturalmente, con su muerte inesperada, lejos de arrojarse luz, se incorporan más incógnitas y lo que es peor aún, especulaciones del más diverso cuño.
Por lo pronto, debe tenerse presente que por encima del interés específico del gobierno de Cristina Kirchner, la investigación del fiscal fallecido dependía de los datos y filtraciones que le generaban personas también muy oscuras, entre ellos agentes y exagentes de seguridad, involucrados o exinvolucrados con este y otros gobiernos, cada uno con su propio libreto e intereses en juego, no siempre bien determinados y muy difíciles de desentrañar por el propio fiscal, respecto hasta donde llegaba la verdad.
De la pericia y la constancia del fiscal dependía entonces desentrañar verdad y falsedad y hacia donde conducían los datos que ahora salen a luz y que son desmentidos por el gobierno argentino, con una cuota parte de responsabilidad hasta ahora imposible de determinar.
Su desaparición, ya sea por suicidio, “suicidio inducido” o asesinato, justo en estos momentos, conduce a una disyuntiva de hierro: quien pierde más con su desaparición en estas condiciones, es el gobierno de Cristina Fernández, porque ocurrió horas antes de presentar las pruebas mencionadas, y así todo conduciría a que el gobierno fuera sindicado por la enorme mayoría del país como autor directo o indirecto de la muerte.
Demasiados cabos sueltos, demasiadas incógnitas y especulaciones, demasiados elementos a despejar, en un caso que lamentablemente todo indica que seguirá dando que hablar, que tiene demasiados elementos novelescos e ingredientes importados, que podría ir languideciendo con el paso de las semanas y los meses. Aunque en la Argentina todo es posible, y probablemente todo quede en nada, tal como sucedió hasta ahora con las investigaciones de los atentados a la Amia y la embajada israelí en Buenos Aires, con un oficialismo que le echará la culpa a sus adversarios por la muerte de quien precisamente iba a aportar pruebas de un supuesto encubrimiento del gobierno. Y muchos que entenderán que es así. Digno de Kafka.
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