Paysandú, Viernes 30 de Enero de 2015
Opinion | 23 Ene Aunque en la práctica abandonarán el cargo en los primeros días de febrero, varios intendentes departamentales --entre ellos el de Paysandú-- fueron despedidos en la víspera por el Congreso de Intendentes, en una sesión dominada por el agradecimiento por lo realizado y la nostalgia por abandonar el cuerpo, lo que equivale también a dejar el cargo que ocuparon durante los últimos cinco años.
De parte de quienes quedan, se escucharon palabras de elogio a la gestión de los que abandonan el cargo, aunque en realidad lo hacen con la pretensión de que sea algo temporal, porque varios aspiran a ser reelectos. En tanto, un total de diez intendentes pasarán a ocupar bancas en el Parlamento, más allá que de ellos también hay quienes preferirán ser reelectos intendentes para retornar al cargo ejecutivo.
En realidad, quedó de manifiesto lo atrapante que resulta ejercer el cargo de intendente departamental. Es indudable que la labor política no es permanente en la medida que depende de que la ciudadanía elija y reelija a quienes buscan ejercer cargos de particular confianza de los votantes. Y esto es especialmente cierto en lo que refiere a quien esté al frente de una intendencia departamental.
Hay demasiados asuntos cercanos al vecino que están en la órbita de decisión de la intendencia, del intendente y de su equipo de gobierno. Especialmente en el interior del país, es la primera puerta que se golpea, incluso cuando los temas no sean directamente responsabilidad de los intendentes, caso de educación, agua potable y vivienda, por nombrar algunos que son especialmente requeridos.
Las exigencias son muchas, pero la posibilidad de determinar el camino de un departamento, sea en su estructura vial como en el desarrollo económico, con la posibilidad de atraer inversiones, a su vez, implica la posibilidad de reconocimiento y respaldo popular.
Esto deja en claro que varios niveles de gobierno están demasiado alejados de sus votantes, y que son los intendentes (y recientemente los alcaldes) la cara más visible de ese gobierno que ellos eligen. La delegación de poder que implica la democracia indirecta, hace que los ciudadanos se dirijan en general a las intendencias.
Contrariamente a lo que pudiera suponerse, eso atrapa a los dirigentes políticos. Queda de manifiesto que los que abandonan el cargo y constitucionalmente pueden volver a ejercerlo es lo que más desean. En las despedidas de la víspera estuvo siempre implícita la posibilidad que sea solo por algunos meses. La experiencia incorporada y las ideas sin concretar fueron los dos argumentos principales. Volver se quiere aun cuando sea un cargo de gran exposición y de enorme responsabilidad. Volver, en algunos casos se podrá, y probablemente en otros no. Eso es la democracia.
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