Paysandú, Viernes 30 de Enero de 2015
Opinion | 28 Ene Pocas horas antes de dar a conocer en la Cámara de Diputados de Argentina su acusación a Cristina Fernández de Kirchner, Héctor Timmerman y otras personas por el delito de encubrimiento a los prófugos iraníes acusados del atentado a la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), el fiscal Roberto Nisman apareció muerto en su lujoso departamento. Aún ahora, el caso es “muerte dudosa”.
Este magnicidio (la muerte de una persona importante por su cargo) abre en Argentina un tiempo de entredichos y acusaciones, que serán el telón de fondo de las elecciones generales de octubre próximo, con recambio de presidente, gobernadores, legisladores nacionales y de provincias y otros funcionarios.
Ya nadie habla de suicidio como en las primeras horas lo hizo la prensa oficialista argentina (liderada por el cardonense Víctor Hugo Morales), porque ya nadie puede sostener que a pocas horas de presentar su caso Nisman se quitara la vida.
La sospecha que ahora sobrevuela es de la veracidad de las acusaciones que iba a realizar el fiscal, en la medida que arriesgarse a un magnicidio no suena lógico si no existieran pruebas contundentes contra la máxima autoridad argentina y otros altos funcionarios. Cabe recordar que formalmente están acusados por la justicia argentina funcionarios de la embajada de Irán en Argentina en los tiempos del atentado, con solicitud formal a la Interpol para la captura de los imputados.
Este magnicidio, con su alto impacto, pone en riesgo una vez más la capacidad de la justicia de llegar a la verdad. Basta recordar la investigación tras la muerte del presidente John Kennedy que aún hoy genera serias y fundadas dudas de que se ocultaron las reales razones de ese crimen por razones de seguridad nacional. Algo similar ocurrió con el asesinato de Martin Luther King, que generó tantas y controvertidas versiones sobre la autoría material e intelectual que resulta extremadamente difícil saber la verdad.
Tomando como ejemplo lo ocurrido en estos dos casos en Estados Unidos, probablemente en Argentina aparecerán pruebas, testimonios comprometedores, hechos y a la vez testimonios prefabricados, testigos que no lo son, defectos en la custodia del lugar del hecho, extravío de pruebas, pericias mal hechas, recusaciones de jueces y fiscales. En definitiva, una trama muy compleja, que oculte datos y motivaciones, para lograr la impunidad total. Tras los magnicidios, aun cuando remueven a la sociedad, siempre quedan más dudas que certezas.
La muerte de Nisman aleja nuevamente la posibilidad de llegar a la verdad detrás del atentado a la AMIA que dejó 84 muertos y más de 300 heridos. El enfrentamiento entre pueblos subyace detrás de quienes planificaron y ordenaron el hecho, hoy --a más de 30 años-- aún impunes.
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