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Paysandú, Sábado 31 de Enero de 2015

Apostar a la paz en las aulas

Opinion | 30 Ene Aunque en verano y lejos de las aulas, no podemos dejar de recordar que en la presente jornada se conmemora el Día Mundial de la No Violencia y la Paz Escolar. Se trata de una jornada educativa no gubernamental, fundada en España en 1964 por el poeta y pacifista mallorquín Llorenç Vidal, como punto de partida y de apoyo para una educación no violenta y pacificadora, de carácter permanente. Se toma el 30 de enero para recordar, además, la muerte del Mahatma Gandhi, ocurrida en 1948.
La Organización de las Naciones Unidas instaló oficialmente la conmemoración en 1993, transformando la denominación en Día Mundial de la No Violencia y la Paz, transmitiendo el mismo mensaje que promovía Gandhi: amor universal, la paz y no violencia.
El gran objetivo de este día es priorizar y darle más importancia como valor central de la sociedad al ser humano, a partir de los grandes valores que siempre tienen que estar presentes: tolerancia, igualdad, diversidad y equidad.
Este día, en buena medida, se emparenta con el Día Internacional de la No Violencia, que se conmemora cada 2 de octubre, recordando también el nacimiento de Mahatma Gandhi.
Si bien las aulas están cerradas, un día como hoy debe llamar a la reflexión, porque paulatinamente la violencia crece sin pausa en los centros educativos. No es que ocurra solamente en sociedades como la de Estados Unidos, donde la situación es tan compleja que son frecuentes las balaceras mortales en las escuelas.
Aquí y cerca de nosotros, nuestros estudiantes se enfrentan al bullying de la misma manera. Incluso se han producido casos en que jóvenes han llevado armas a los liceos, más allá de que no ocurrieron hechos de real gravedad.
Precisamente ahora, cuando las aulas están cerradas, es cuando se debería trabajar en la prevención, en el establecimiento de políticas que permitan protocolos que defiendan a los estudiantes que por diversas razones resultan atacados, tanto sea verbalmente como de hecho.
El diferente, por la razón que sea, siempre está en peligro de ser atacado, de ser molestado. Y ese es quien debe ser especialmente contenido y cuidado. En tanto los violentos necesitan también de un cuidado especial, en la medida en que igualmente son jóvenes y merecen la mejor educación.
La violencia en los centros educativos no es un tema sencillo porque el silencio muchas veces cubre los ataques, que primero comienzan casi imperceptiblemente. Los padres en el hogar, los docentes en las aulas y los propios estudiantes deben involucrarse para reducir la violencia y para suplantarla por la paz.
Una tarea de todos, como tantas otras. Pero está en un ámbito complejo, donde se supone que nuestros jóvenes se reúnen para estudiar y sociabilizar. Todos contra la violencia y en defensa de nuestros estudiantes.


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