Paysandú, Domingo 01 de Febrero de 2015
Rurales | 25 Ene Los cultivos de soja en terrazas constituyen una importante herramienta para el control de la erosión, la cual cobra mayor trascendencia en las fuertes pendientes. Pero para evitar la erosión “se debe tener muy en cuenta un conjunto de prácticas necesarias”, señaló a EL TELEGRAFO el ingeniero agrónomo Nelson Diez, de la Clínica del Suelo.
Recorriendo a pocos kilómetros de la ciudad una de las chacras en donde la conformación de las terrazas es fácil de divisar, el técnico explicó que se trata de curvas de desnivel “con pendiente controlada y sirven para achicar el largo de la pendiente bajando la velocidad de escurrimiento del agua, a la vez que evacua los excesos hacia los desagües o canales colectores”.
Sobre su construcción indicó que “pueden ser de base angosta o de base ancha (sembrables)”. Luego de estar marcadas en el terreno, “se levanta tierra (se aloma) construyendo un plano elevado que puede ser chico o grande en función de lo anterior”. Aclaró que “si es de base angosta, no se puede pisar. De la otra forma, se puede sembrar y transitar por encima”.
Para construir la terraza base ancha hace falta mucha tierra y con lo poco profundos que son nuestros suelos “no es recomendable este tipo de terraza, aunque hay campos en Uruguay en los que se pueden hacer sin problemas”.
Antes que construir las terrazas, “se tiene que preparar la salida de agua (los canales colectores). Estos canales deben tener el ancho suficiente para evacuar la cantidad de agua que transportan las terrazas; debe estar nivelado y empastado. El piso, cuando tiene pasto, raíces ancladas, no se erosiona”, sostuvo Diez.
Luego de construido el sistema, “hay que cuidarlo --no romper con tránsito inapropiado de maquinaria-- y ante eventos grandes de lluvia o de mucha intensidad, estar atentos para reparar lo que se pueda romper. Es tierra, no cemento, así que nadie puede distraerse y mirar para otro lado, hay que estar atentos y arreglar a tiempo para evitar roturas más grandes por falta de mantenimiento”.
Consultado sobre si con esto alcanza para evitar la erosión, el profesional sanducero indicó que no: “La terraza es una herramienta importante que cobra importancia mayor en las pendientes fuertes, pero hay un conjunto de prácticas necesarias para evitar la erosión”.
PRÁCTICAS
Mencionó que “no se debe fumigar ni transitar los desagües o salidas naturales de agua”, además de “no realizar labores a favor de la pendiente” y “mantener el suelo cubierto la mayor parte del tiempo porque cuando hay un sistema de raíces funcionando, son el ancla perfecta para evitar que el suelo se desprenda y se vaya”.
Se refirió a la trascendencia de diversificar la oferta de cultivos incorporando todo lo que se pueda de gramíneas de verano, sobre todo sorgo, maíz, moha, sorgo forrajero, cáñamo industrial, y hacer gramíneas de invierno como trigo, cebada, avena, centeno, para cosecha o como puente verde. “Probar con especies que poseen un sistema radicular poderoso que ayuda a mejorar la aireación del suelo como el nabo forrajero, las brassicas”, dijo.
Destacó además el “rotar los cultivos con pasturas de entre dos y tres años de duración porque hay que dar tiempo también para salir de la fase de pasturas y entrar en la fase de cultivos en las mejores condiciones posibles”. Entiende importante “practicar una fertilización más balanceada. Tener en cuenta que los vegetales no viven solo del nitrógeno, el fósforo y el potasio. Hay otros macro nutrientes como calcio y magnesio a los que no les estamos dando relevancia y los micro nutrientes, que a esta altura siempre hacen falta”. Añadió que “si lo que sembramos es más diverso, está bien nutrido y produce más materia seca, nuestro sistema será un poco más sustentable”.
RENTABILIDAD
Para Nelson Diez, tal como está el modelo productivo actualmente, “al agricultor se le hace muy difícil encarar un plan serio de diversificación productiva y de manejo balanceado de nutrientes”. Sostuvo que “las rentas son caras, los costos son altos --porque permanecen del tiempo en que la soja valía más-- y los precios de los cultivos (trigo, cebada, sorgo, maíz y soja) han caído”. Especificó que la renta cara, más costos altos y precios bajos establecen que “no es el mejor escenario para ejecutar un buen plan agrícola que se sustente y cuide el recurso”.
Pero de todas maneras, el técnico manifestó que “no hacer nada al respecto es un acto de irresponsabilidad por parte de los dueños de los campos, ya que es un recurso que se gasta y es su capital el que está en juego y una falta de compromiso profesional si la agronomía nacional no reacciona en positivo ante estas cosas. Debemos promover soluciones, buscar alternativas, incentivar a que haya acuerdos entre propietarios y arrendatarios para realizar Buenas Prácticas Agrícolas”.
Uruguay como país, “puede todavía capitalizar a favor de su mercado con inteligencia y esfuerzo de todas las partes, una futura certificación de buenas prácticas agrícolas. No estoy hablando de certificación orgánica, que es una exigencia mayor”, aclaró. “Existen protocolos al respecto que, si se certifican, nos podrían dar un empujón a mercados de mayor exigencia. La trazabilidad arrancó como una posibilidad y hoy es una realidad que al país lo colocó en primera plana en el mercado de la carne. Podemos hacer lo mismo con los granos, aunque lleve más tiempo. Si no arrancamos, seguro no llegamos”, dijo.
QUÉ HACER
Diez considera que se deben mejorar los acuerdos de arrendamiento o alquiler de campo, de tal modo que permita al agricultor --que es el que arriesga el capital de trabajo-- cuidar el recurso, fertilizar adecuadamente, diversificar cultivos, implementar la sistematización con terrazas cuando haga falta, etcétera”.
“Vamos a necesitar más profesionalización de la agricultura”, subrayó. “Hace falta mucha agronomía en el campo, con compromiso de mejora continua, con visión de largo plazo, integrando especializaciones para tener una visión amplia. Y la humildad necesaria para seguir aprendiendo cada día”, finalizó.
CÁÑAMO
La Clínica del Suelo está muy pronto a probar la siembra de cáñamo industrial, cuyo mercado destino es la fibra y los aceites esenciales en el caso de la semilla. Según los expertos, puede ser un aporte sustancial a las economías agrícolas y también al suelo por su extraordinario aporte en materia seca.
Junto con la legalización de la marihuana, Uruguay se convirtió además en el primer país de Sudamérica en autorizar el cultivo de cáñamo para uso industrial, una planta utilizada en el sector textil, la alimentación y la cosmética, calificada de “nueva soja ecológica” por sus impulsores. La ley aprobada en diciembre de 2013 por el Parlamento permite la plantación, cultivo, cosecha, industrialización y comercialización de cannabis de uso no psicoactivo, es decir, plantas o piezas de éstas que no contengan más de 1% de tetrahidrocannabinol (THC). Las semillas de variedades de cáñamo a usar no podrán superar el 0,5% de THC.
Con un grano rico en proteínas y en omega-3, los aceites del cáñamo son usados por la industria alimentaria y cosmética. Las fibras sirven además para hacer tejidos, cuerdas, biocompuestos y materiales de construcción, entre otros. También tiene potencial para el sector de hidrocarburos, pero “usarlo como biocombustible sería desperdiciar un alimento muy nutritivo”, entienden los expertos.
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