Paysandú, Sábado 14 de Febrero de 2015

Desaceleración china todavía no impactará

Opinion | 07 Feb No es un secreto para nadie la creciente importancia que ha tenido el intercambio comercial de nuestro país con China y otras naciones asiáticas, en el marco de una globalización del comercio que entre otros aspectos ha acortado las distancias, incluso para el transporte de mercadería de grandes volúmenes. En el caso del gigante asiático su papel principal es el de receptor de commodities de nuestra región, caso de granos como la soja, madera y otras materias primas que se dan sobre todo en países del tercer mundo.
Naturalmente, los chinos han recibido grandes capitales de inversión que han sido determinantes para que el país, sin abandonar por entero el régimen de gobierno comunista, se abriera a los capitales del exterior y se industrializara, ingresara desde el punto de vista de la economía al sistema capitalista aunque siga con un régimen controlado por la burocracia comunista, y esté al mismo tiempo en la Iglesia y en la procesión.
Pero el punto es que tanto China como los socios comerciales como Uruguay se han beneficiado estos años del empuje de la locomotora asiática, en una suerte de intercambio pendular, cuando preeminentemente se reciben por estas latitudes productos terminados a bajo precio y se exportan commodities y productos con escaso valor agregado para su terminación en las grandes fábricas asiáticas, por lo que no cuesta mucho inferir dónde es que queda la parte del león. Calavera no chilla, dice el refrán, porque estas son las leyes de la economía, y porque además, más allá de la innovación tecnológica y de la inversión, el salario de la mano de obra es mucho más barato en Asia, no existen sindicatos que produzcan dolores de cabeza a los empresarios por ningún concepto, y paralelamente los costos son muy inferiores por razones de escala y de precios de insumos, como es el caso de la energía, entre otros.
Pero lo bueno no dura toda la vida y la economía se maneja por ciclos, y a uno bueno o una meseta suele seguirle uno malo o más o menos, por lo que siempre hay que estar atentos para que los cambios no nos sorprendan y haya tiempo para adaptarnos a las nuevas reglas, sobre todo en un país con vulnerabilidades extremas, como es el caso del Uruguay.
Es así que la calificadora de riesgo Moody’s, en el informe “América Latina, vulnerabilidad a la desaceleración del crecimiento de China varía por sector”, indica que los países de América Latina que “están más expuestos a una desaceleración en China bajo cualquiera de los casos son Chile, Venezuela, Perú, Uruguay y Brasil”.
Tras haber crecido alrededor del diez por ciento anual en los últimos años, “la tasa de expansión de China ha ido naturalmente cayendo. Esta desaceleración es evidente no solo en las cifras de crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI), que ha disminuido del 14,2 por ciento en 2007 a alrededor del 7 por ciento en la actualidad, sino también en la reducción gradual de la participación de la inversión en el PBI”.
De acuerdo al informe, la “vulnerabilidad a la demanda de China depende de la composición de exportaciones de un país”, y agrega que mientras la desaceleración sea impulsada por una caída relativa de la inversión en China, una reducción de las importaciones chinas desde América Latina probablemente afectaría a exportadores de materiales industrializables básicos, caso del mineral de hierro, cobre y zinc, como Chile, Perú y Brasil, más negativamente que por ejemplo Uruguay, cuyas exportaciones principales son la carne, el arroz y la lana”.
“Aún si se tiene en cuenta la composición de los commodities en el comercio, todavía esperamos que los efectos de una desaceleración de China bajo cualquier escenario en América Latina sea pequeña”, agrega, lo que no quita que este escenario resulte cambiante, porque no estamos ante situaciones inamovibles y pequeños avatares pueden dar lugar a una modificación de expectativas y consecuentes movimientos que potencien los reacomodos.
De todas formas, difícilmente la sangre llegue al río, de acuerdo a los cálculos de los analistas, porque por ejemplo Uruguay no tiene la alta dependencia exclusiva de una materia prima, como es el caso de los venezolanos respecto al petróleo, cuya cotización internacional ha caído a la mitad, y si bien se han estabilizado o caído moderadamente los precios de granos, carne y otros productos tradicionales, el sacudón no es ni por asomo el que sufren otras regiones emergentes.
Igualmente, con ser un panorama menos complicado de lo que se podía haber dado, pese a que ha cesado el viento de cola que nos favoreció durante casi una década, no puede decirse que el panorama ha quedado inalterado para nuestros productos primarios, por cuanto los precios internos han seguido creciendo en el período, mientras al mismo tiempo los commodities se han estabilizado o caído, lo que hace que la rentabilidad se haya erosionado. Y aunque el dólar ha aumentado, no lo ha hecho en la medida que reclaman los productores, por cuanto en la ecuación económica, los costos han subido en dólares, y ello influye seriamente en la economía de las empresas.
Aún así, mientras China siga tirando, la situación podrá irse llevando, pero lo único que no se debe hacer es quedarnos quietos, sino que el nuevo gobierno debe encarar en forma prioritaria una tarea orientada a la diversificación de mercados, para no quedarnos solo con los que tenemos. Por otra parte, sigue pendiente el establecer las medidas que han estado ausentes para abaratar el costo país, en insumos como la energía y cargas tributarias, porque de otra forma estaremos en desventaja tan pronto las condiciones del escenario internacional se presenten con otros problemas.


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