Paysandú, Viernes 20 de Febrero de 2015
Opinion | 15 Feb La política comercial de nuestro país plantea nuevos retos al futuro gobierno, que en la persona de su canciller designado Rodolfo Nin Novoa tiene ante sí la necesidad de dejar atrás determinadas decisiones que se apoyaron en visiones ideológicas y solidaridades a contramano de lo que realmente prima en el comercio internacional: los intereses y ventajas mutuas para el intercambio.
Actualmente se da una situación muy particular y preocupante (por los acontecimientos en Grecia y sus eventuales consecuencias sobre los destinos de la Unión Europea), pero hay de por medio otros acontecimientos en la arena internacional que sin duda influirán en las condiciones del comercio mundial y por ende, en Uruguay. Por ejemplo, el caso de la inminente conclusión de las negociaciones del Acuerdo Trans-Pacífico después de siete años de negociaciones, que agrupa a 12 países, entre ellos a Estados Unidos y Japón.
Sobre este tema, el analista económico del diario El País, Carlos Steneri, evalúa que se trata del acontecimiento en materia de comercio internacional más importante de la década por sus consecuencias futuras. Para empezar, sus integrantes explican el 40 por ciento del PBI mundial y su cobertura geográfica se extiende a lo largo y ancho del anillo del Pacífico, incluyendo países de América Latina.
El abanico de productos que serán transados con preferencias arancelarias incluye bienes agropecuarios como la carne, lácteos y cereales, terminando con la industria química, automovilística y electrónica. A ello se agrega el cumplimiento de estándares comunes en legislación laboral y medioambiental.
Destaca que se delinean reglas para la operativa de las empresas estatales y normas para la industria digital. Es así que el desmantelamiento arancelario es sustituido por un conjunto de reglas que, en los hechos, se convertirán en trabas para aquellos que no cumplan la normativa y quieran participar en esos mercados. A su juicio, “se abre una etapa de implicancias profundas a escala mundial y en particular, para los países emergentes. En definitiva, lo que parecían rumores o chicanas políticas toma cuerpo a ritmo acelerado, lo que por definición obligará también a China a plegarse hacia la nueva generación de reglas comerciales si pretende participar como exportadora hacia los mercados más dinámicos. A su vez --obligada por las circunstancias-- la Unión Europea acelerará el paso para concretar el acuerdo, cediendo buena parte de su visión eurocentrista de comando de las reglas comerciales mundiales para allanarse al nuevo contexto comercial”.
El analista señala que la concreción del acuerdo Trans-Pacífico se apuntala primero por el interés de muchos países de acceder a dos mercados del tamaño y potencial de Japón y Estados Unidos, y por otro lado, por la situación particular de Estados Unidos y la actitud del presidente Obama en favor de estos acuerdos. Al momento, es la única economía desarrollada que muestra signos contundentes de crecimiento, superando en algunos casos indicadores previos a 2008, como es el caso de la tasa de desempleo. Su sistema financiero ha sido saneado y las cuentas fiscales retornan rápidamente a niveles saludables.
Otorgado el Fast Track al presidente Obama --tal como se ha anunciado--, existe una alta posibilidad de que el acuerdo quede finiquitado antes de fin de año, para continuar negociaciones con la Unión Europea, con la intención de sustanciar el acuerdo lo antes posible, evaluó Steneri.
A la vez, como contraste insoslayable, está el escenario regional, desde donde se observan estos acontecimientos desde lejos y sin participar, cuando estas negociaciones a punto de culminar llevaron siete años, entre países con culturas diferentes y posiciones políticas diversas, pero intereses comerciales comunes. Primó la búsqueda del avance de sus sociedades antes que eventuales afinidades ideológicas y hasta tratar de identificar un enemigo común para unirse contra él.
Ocurre que al cabo de veinte años del acuerdo regional, nuestros vecinos comerciales, en los que teníamos grandes expectativas, no tienen claro hacia dónde van, lo que es mucho peor en el caso de Argentina, aunque está de por medio la posibilidad --que se ha postergado una y otra vez-- de alcanzar un acuerdo con la Unión Europea. Idea que no entusiasma para nada a Buenos Aires, con su particular visión y políticas a contramano del mundo.
El corsé que significa el acuerdo regional obliga al gobierno que encabezará desde el 1º de marzo el doctor Tabaré Vázquez a encarar el relacionamiento comercial internacional con una mirada nueva y actualizada, buscando resquicios para poder suscribir acuerdos comerciales y encarar negociaciones con otros socios comerciales. La idea fuerza todos los márgenes de flexibilidad posibles para aprovechar los huecos disponibles en los mercados, porque el mundo no espera. Y de la misma forma que se cristaliza el acuerdo Trans-Pacífico con el Uruguay como mero espectador, en otras latitudes se avanza sin esperar al que se queda atrás.
Tenemos el claro ejemplo, por otro lado, del reciente acuerdo entre Australia y China, país este último que es el principal mercado de varios de nuestros productos primarios. Pero el punto es que Australia también los produce, y mediante este acuerdo preferencial podrá ingresar al país asiático con mejores precios que los de Uruguay, teniendo en cuenta que ya tenemos problemas de competitividad, lo que indica que debemos actuar con premura y sin esperar a que nos llamen.
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