Paysandú, Viernes 20 de Febrero de 2015
Opinion | 16 Feb En la víspera se recordó el Día Internacional del Cáncer Infantil, una fecha elegida por la Organización Internacional de Padres de niños con cáncer para efectuar actividades de promoción conjunta a nivel global. Según datos del Sindicato Médico, en Uruguay se diagnostican unos 250 casos oncológicos en niños y adolescentes y unos 80 fallecen anualmente.
Sin embargo, según la Organización Mundial de la Salud, Uruguay mantiene la tasa más baja de mortalidad por debajo de los 14 años años en Latinoamérica y sus guarismos se acercan a los países europeos.
Ese horizonte de optimismo se fue labrando con paciencia y empuje a través de un grupo de personas que apoyan a la Fundación Pérez Scremini, responsable del gerenciamiento y la administración del Servicio Hemato-Oncológico Pediátrico del Hospital Pereyra Rosell, que atiende a un centenar de casos nuevos por año y realiza miles de consultas a través de su policlínica.
Como en todas las patologías, tal vez en los casos oncológicos una detección precoz y tratamiento oportuno sea la diferencia entre la vida y la muerte. En un país donde nacen 47.000 niños al año se vuelve imprescindible el desarrollo de políticas públicas orientadas a la infancia y cuidados de salud durante esa franja etaria.
No obstante, en su página web, la Fundación destaca sus objetivos de manera contundente: “Mantener y mejorar los recursos humanos y de infraestructura para proveer los cuidados necesarios en todos los aspectos y etapas del tratamiento y cuidado. Reconociendo las inequidades sociales existentes en el país, adecuar los recursos para asegurar el acceso y continuidad de los tratamientos y cuidados”.
Esta enfermedad altamente estresante para las familias involucradas, supone un cambio de hábitos laborales y costumbres en función de tratamientos, traslados y rutinas de atención, además de un aprendizaje continuo y constante de nuevos términos e información importante para la evolución de la enfermedad. Pero será a partir de esas transformaciones que aflorará la fortaleza humana para continuar sin pausas y llevará a la solidaridad a los límites indescifrables. Allí también se verán los cambios en una comunidad que aprenderá a “respetar a sus mayores” y comprenderá que “ser mayor” es una actitud de espíritu, antes que de edad.
A nivel global resta mucho por hacer con nuevos medicamentos y avances tecnológicos, pero el desafío está planteado en otras canchas grandes, donde se juegan intereses diversos. La altitud de miras de algunas organizaciones sociales uruguayas se tornan sanadoras y devuelven la tranquilidad necesaria que demuestran cada día que están haciendo las cosas bien.
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