Paysandú, Domingo 22 de Febrero de 2015
Opinion | 21 Feb La producción de base agropecuaria que sostiene la economía de nuestro país ha sido sin dudas factor diferencial que ha permitido la bonanza económica de la última década, apoyada en buenos precios de los commodities, como los granos, las carnes, incluso la madera, y a la vez ha presentado retos que han hecho crujir estructuras desde el punto de vista del instrumento logístico, como así también en el área del conocimiento y apoyo técnico para potenciar los emprendimientos.
Esto último tiene que ver con la incorporación de infraestructura de apoyo, técnicos y mano de obra calificada que se ha requerido para soporte, lo que ha presentado sin dudas un desfasaje, porque la formación de técnicos en áreas específicas que requiere poner en marcha una serie de acciones que van desde la demanda de sectores de actividad, para pasar por la docencia, los programas y la capacidad de que los institutos de formación puedan adecuarse en tiempo y forma a este escenario. Es que se corre además el riesgo de quedar fuera de tiempo, es decir lograr formación de técnicos para rubros que tienen empujones coyunturales y que una vez alcanzado el grupo humano con la preparación deseada, no haya demanda por el cambio de escenario y consecuentemente la persona calificada tenga que readaptarse o emigrar, en el mejor de los casos.
Esta problemática es abordada en reportaje que concedió al semanario Búsqueda el decano de la Facultad de Agronomía, Jorge Urioste, quien indicó que tiene presente la realidad del sector agropecuario y los cambios registrados en los últimos años.
Para adecuarse a las nuevas demandas del agro uruguayo de hoy, plantea entre otros aspectos que los agrónomos luego de recibidos vuelvan a la facultad para complementar y actualizar sus conocimientos.
Subrayó en este sentido que “es imposible formar en cinco años a los estudiantes en todo lo que van a precisar” y que el país necesita de un gran sistema de formación agrario, con una Facultad de Agronomía con mayor disponibilidad de recursos financieros, ya que la cantidad de estudiantes inscriptos por año pasó de 200 a 500.
Consultado respecto a la tendencia del incremento en la matrícula estudiantil para Agronomía, evaluó que “esta tendencia se mantiene. Tenemos unos 500 estudiantes por año, cuando teníamos unos 200 anuales. En los últimos años empezó a despegar, por una mayor demanda de profesionales agrarios por parte del mercado. Las condiciones económicas cambiaron y esto se abre como una muy buena posibilidad laboral”.
Subrayó que “los estudiantes prácticamente salen y ya están trabajando. Eso no ocurría desde hace mucho tiempo”, y ante la posibilidad de que haya un excesivo número de agrónomos, descartó esta eventualidad, señalando que “el mundo está creciendo, hay países que empiezan a demandar más alimentos y de mejor calidad. Entonces, ¿cuál es la posición de Uruguay? En el largo plazo debiera ser relativamente sostenida, si estas predicciones se cumplen. Eso demanda nuevos conocimientos y eso es lo que la Facultad de Agronomía tiene que brindar, así como considerar temas como tecnología, calidad y cuidado del medio ambiente, sustentabilidad. Ahí hay mucho espacio para la Agronomía”.
Lo que es muy cierto, solo que hay que tener en cuenta cómo funcionan las cosas en este país, donde se responde mal y tarde a la realidad, y mucho menos se trabaja previendo lo que puede pasar. Se va detrás de hechos consumados, y en un mundo tan cambiante, no es fácil estar manejando programas y alternativas para estos cambios mientras se forma el conocimiento que se requiere. Es que están de por medio factores socioeconómicos que pueden actuar como freno y elemento disuasivo en las coyunturas adversas, haciendo perder de vista los objetivos en plazos más lejanos, que es donde se necesitan las respuestas en un país que se precie de trabajar seriamente.
Una pista la da el decano cuando ante la pregunta de si está previsto adecuar el plan de estudios a esos cambios vinculados a la demanda del mercado laboral responde que “sí, una de las cosas que estuvo en discusión desde el año pasado y que prometí y voy a cumplir, es que debemos adecuarnos a las nuevas circunstancias. El plan de estudios de agronomía es de 1989, no existía el Mercosur, por ejemplo. Es una carrera que brinda muchas cosas, pero probablemente en los primeros años esté demasiado fija y no permita muchas opciones. Y el mundo es cada vez más dinámico”.
Explicó que “hay una demanda de esta facultad y de la propia Universidad de la República para que las carreras sean mucho más abiertas, que los interesados puedan ingresar desde otras facultades. Eso hoy no lo tenemos bien previsto”.
Ocurre asimismo que hay nuevas demandas en lo que tiene que conocer un ingeniero agrónomo, incluyendo la parte de servicios, nuevas tecnologías, uso de los drones, de satélites, la genética, de la trazabilidad, y otro aspecto al que hace mención es que “el conocimiento no cabe en cinco años de carrera”.
“Eso lo tenemos que aceptar, en 2010 el conocimiento se duplicaba cada diez años, pero en 2014 el conocimiento pasó a duplicarse cada tres días”.
“El conocimiento es tan brutal que ya no está contenido solo en medios, lo está también en Internet y en otros medios”.
Se requiere por lo tanto además de base científica, tecnología aplicada a sistemas de producción, que registra continuos cambios, y por lo tanto es preciso no solo adecuar programas, sino sobre todo hacerlo en tiempo y forma, porque el mundo no espera, evoluciona permanentemente y nos seguimos rezagando.
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