Opinion | 23 Feb El presidente de un país democrático es la presencia institucional y la imagen que trasciende en sus viajes, entrevistas o al recibir a emisarios del exterior y su desempeño está contenido por mandato popular en la Constitución y las leyes, como cualquier otro ciudadano.
Sin embargo, el presidente José Mujica instala un fuerte discurso y en una entrevista al diario argentino Perfil aseguró que “la Justicia, esa señora que ponen con una venda en los ojos y una balanza en las manos, no existe, porque la Justicia refleja el peso de las clases que dominan en una sociedad”.
Ese es el mensaje. A partir de allí ejemplifica que el sistema jurídico uruguayo está acorde con el pasado, pero no apuntala los cambios del presente y lo ejemplifica con la declaración de inconstitucionalidad del impuesto a la tierra. De esa forma demuestra que “la jurisprudencia fue pensada e instalada por las clases dominantes, las capas conservadoras”.
Sin embargo, pasaron dos gobiernos del Frente Amplio que contaron con mayoría parlamentaria y perdieron un tiempo precioso al enfrascarse en discusiones bizantinas y en leyes que no tenían retorno y, contra viento y marea, la instalaron nuevamente en el debate, como la Ley de Caducidad.
Y en cuanto a las iniciativas de inconstitucionalidad, algunas serán impulsadas por los propios trabajadores, como algunos artículos contenidos en la Ley Orgánica Policial o el aumento a los judiciales, que parte de una ley imperfecta y votada a porfía.
Si las clases dominantes hacen su parte, no es menos cierto que el Poder Legislativo –desde donde emanan las leyes-- se ha dado el lujo de presentar algunos “mamarrachos” por imposición política, sin pensar en consecuencias futuras.
Para que las leyes resulten funcionales a sus objetivos, entonces deberán reformar la Constitución antes que fogonear con un cruce de discursos, la división entre buenos y malos que solo fomenta la falta de respeto y el bajo ejemplo a los ciudadanos. Si “los instrumentos jurídicos están sometidos a la historia, y la historia es una lucha de clases”, también reafirma que la historia tiene un presente continuo y evoluciona, al igual que sus sociedades.
Por eso, flaco favor le hace la clase dirigente --y aún más su mandatario-- si el pensamiento se basa en que la justicia solo existe para las clases dominantes y su influencia política. O “que no existe acto más político que una revolución, y todas las revoluciones han sido fundadoras de derecho, fuente de jurisprudencia”.
Eso, ¿qué significa en palabras de un presidente? O ¿debemos tomarlo como de quien viene y escucharlo una vez más porque... así es “el Pepe”?