Paysandú, Domingo 01 de Marzo de 2015
Opinion | 23 Feb Sobre el final del período de su administración, el presidente, José Mujica, ha incluido el puerto de aguas profundas de Rocha como una de las iniciativas que deberían llevarse a cabo en el corto plazo. Apunta a contar con un instrumento logístico de proyección regional, ya que se constituiría en un centro de recepción y salida de cargas de gran volumen, en el marco de un país de servicios que haría uso de su ubicación estratégica como puerta de entrada y salida entre las dos mayores economías del subcontinente: Brasil y Argentina.
El mandatario no ocultó, desde un primer momento, que la suerte de este emprendimiento dependería del apoyo de los dos vecinos, a efectos de su concreción y uso. Este demandará una inversión muy importante y de imposible financiación por el Uruguay en solitario; además siempre hubo y habrá otras prioridades para el gobierno. Dada la magnitud de la inversión y del movimiento requerido para hacerlo autosustentable, apuntó sus baterías a contar con apoyo regional. Es así que, en sus contactos con su contraparte brasileña, Dilma Rouseff, el mandatario no ocultó su satisfacción por lo que creyó y evaluó como apoyo más o menos manifiesto de Brasilia a esta posibilidad.
En cambio, del lado argentino la respuesta fue adversa. A la vez de enviar señales negativas a través de restricciones en el uso de la hidrovía Paraguay-Paraná, en perjuicio de nuestro país y de Paraguay, Buenos Aires ha anunciado que dragará un nuevo canal, dejando de lado el que comparte con Uruguay por el Río de la Plata, para tener su propio puerto de gran calado hacia el sur. Con eso da muestras de que no tiene ningún interés en compartir los objetivos logísticos de nuestro país.
Igualmente, Mujica ha seguido adelante con su idea, tratando de recoger apoyo para hacerla realidad. Habida cuenta de que el puerto de Montevideo tiene serias limitaciones, sobre todo para la operativa de barcos de grandes dimensiones que se vienen incorporando cada vez en mayor número y tamaño por las compañías navieras, se corre el peligro de quedar fuera de los circuitos comerciales más importantes.
En este contexto, el jefe de Estado ha contratado un estudio técnico para determinar la viabilidad del puerto de aguas profundas en Rocha. Naturalmente, no es una iniciativa original de Mujica, sino que viene del fines del siglo XIX, pero ha sido reimpulsada por el actual mandatario.
Según da cuenta El País, el estudio contratado por el gobierno es muy escéptico respecto a la viabilidad en este momento del puerto de aguas profundas. Señala que la realidad es que no se cuenta, por ahora, con una demanda concreta e inmediata de servicios portuarios de estas características.
El trabajo se denomina “Consultoría para el apoyo en la estructuración del puerto de aguas profundas” y fue presentado en diciembre pasado al gobierno. Está firmado por el consultor Rafael Escutía y publicado en la página web de la Presidencia de la República.
Escutía recomienda minimizar las inversiones hasta que no se aclare realmente la viabilidad del emprendimiento. “No se sabe cuál va a ser el cliente o clientes iniciales del puerto en sus primeros años. No es posible, por lo tanto, diseñar un proyecto para el desarrollo de servicios, ya que se desconoce el tipo de mercadería y sus requerimientos en cuanto al tamaño de los barcos que la moverán, los medios de manipulación de cargas, las necesidades de depósitos, etcétera, ni realizar una evaluación financiera que establezca su viabilidad”.
Agrega que “el inicio por parte del gobierno del Uruguay de las obras de infraestructura del PAP podría tener un efecto dinamizador en el proceso, al pasar del estado de las ideas al de los hechos tangibles, en el que el sector comercio se mueve con más comodidad, ya que puede tomar decisiones sobre bases más sólidas. No obstante, el proceso se encuentra en una situación de incertidumbre que debe ser gestionada de la mejor manera”.
A ello debe agregarse que el no realizarse trasbordos de mercadería argentina en los puertos uruguayos desde noviembre de 2013, así como la falta de certezas respecto de que la empresa Aratirí vaya a comenzar a extraer hierro, son elementos que ponen un manto adicional de incertidumbre sobre el proyecto.
El consultor da a entender además que los cálculos de los ahorros que se obtendrían en la exportación de mercadería con la construcción del puerto son demasiado teóricos. Inevitablemente, la demanda es o debe ser el motor de desarrollo de las infraestructuras portuarias, capaces de permitir el desarrollo de las instalaciones adecuadas para prestar la oferta de servicios requerida a corto, mediano y largo plazo.
No obstante, habría también que poner en la balanza las reales posibilidades de expansión del puerto de Montevideo y el efecto impulsor del macrocefalismo de tener toda la logística concentrada en la capital del país. No caben dudas de que si el puerto de aguas profundas --que antiguamente se pensaba construir en La Coronilla-- se hubiese hecho hace 100 años, el Uruguay de hoy sería otro, mucho más eficiente y equilibrado que el actual.
Pero con un costo estimado no inferior a los 1.500 millones de dólares, estamos pues, a esta altura, ante más interrogantes que certezas, por nuestras limitaciones pero también por la imprevisibilidad de nuestros vecinos.
No nos puede extrañar, en base a estos elementos, que el futuro ministro de Transporte y Obras Públicas, Víctor Rossi, considere –una vez más en la historia-- que este emprendimiento no es prioritario en este momento, y que esta visión sea compartida por el presidente electo, Tabaré Vázquez.
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