Paysandú, Lunes 02 de Marzo de 2015
Locales | 02 Mar Alguno todavía queda circulando y uno de ellos, precisamente, se lo estamos presentando. Se trata de un “Indio”, diseñado y producido en Uruguay como un vehículo que pretendía ser algo así como la versión criolla del Jeep, fabricado entre 1969 y 1977, con tracción en dos ruedas e impulsado por un pequeño y bastante raquítico motor Bedford, en el caso de la versión diesel.
El Indio surge como respuesta a un decreto proteccionista de principios de los 60, que cortaba de un plumazo la importación de automóviles para promover la industria nacional. Pero el país no estaba preparado –como tampoco lo estaría hoy—para diseñar y fabricar sus propios automóviles, y fue así que la buena intención legislativa engendró algunos ejemplos de lo que se podía hacer con tan solo algunas plegadoras de chapa, dobladoras de caños, guillotinas y soldadoras. Como la mecánica era inalcanzable para nuestra tecnología, se recurrió a chasis, motorizaciones y sistemas importados de vehículos en general chicos o económicos. Una excepción a esta regla pudo ser por ejemplo la camioneta Charrúa, montada sobre una plataforma de Chevrolet Apache norteamericana de extraordinario desempeño, aunque con una carrocería nacional cuyas líneas rectas bien podrían recordarnos a un recio aborigen de estos pagos. La Indio en cambio apostó al motor Bedford 1.600, GM Chevette 1.400, Opel 1.100 o en el diesel, a un desahuciado Perkins 4-108 de 51HP con el que no llegaba a desarrollar 100 kilómetros por hora tendido a fondo. Con orgullo, los modelos nafteros lucían un emblema con la inscripción “Powered by Bedford” (“potenciado por Bedford”, traducción lineal). Cuando cesó la producción se habían construido unas 2.200 unidades.
El que hoy nos ocupa aparece en versión de doble cabina, cerrado con dos puertas, más otro vidrio por lado, quedando un espacio para cargas. El motor original fue sustituido por un Isuzu diesel de cuatro cilindros, con caja de quinta velocidad.
Las primeras versiones del Indio, más allá de la fortaleza de sus chasis y una buena mecánica, eran bastante rudimentarios en algunos de sus elementos, como las manijas de puertas, el techo y los laterales de lona. Luego se fueron mejorando paulatinamente y prestaron buenos servicios de manera especial en tareas del rubro rural.
OTRO MOTOR
Hugo Etcheverry es el propietario del Indio que hoy presentamos, el que adquirió hace ya cerca de cuatro años. Comentó que cuando lo compró ya le había sustituido el motor Bedford con el que salía de fábrica, instalando un Suzuki también diesel de cuatro cilindros con calentadores.
Se trata en este caso de una versión doble cabina con anchas puertas, una por lado, un amplio cristal inmediatamente después, en tanto que la parte posterior de la cabina muestra una ventanilla de dos hojas acristalada.
El Indio es de líneas rectas, con un ancho frontal, faros grandes y otros adicionales. La parrilla es simple, mientras que el parabrisas amplio. La única pieza curva (doblada sobre un caño) es la unión de la careta con los perfiles. La caja es de chapa y por el lado de afuera, en el extremo de ésta, se instalan las ruedas auxiliares, una por cada lado. El rodado es de 14 pulgadas, más ancho que el original.
Los paragolpes son anchos, fuertes y en el interior se ubican adelante butacas, y en el tablero los instrumentos comunes a este tipo de vehículos. Los frenos son hidráulicos, con servo.
Sin duda, un vehículo fuerte, apto para tareas diversas, diseñado y armado en nuestro país utilizando elementos importados. Está pintado en verde oscuro y su presentación a la vista es buena, dando imagen de fortaleza.
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