Paysandú, Miércoles 04 de Marzo de 2015

Los costos que asfixian a las empresas

Opinion | 04 Mar Desde hace ya tiempo, pero sobre todo a partir del sostenido encarecimiento de los insumos, el país ha perdido competitividad, que se traduce, en términos simples, en que quienes producen para la exportación o para competir con productos importados ven reducidos sus márgenes de ganancia o directamente ingresan en rojo. Los dólares que perciben por sus ventas fuera de fronteras, al ser traducidos a pesos, no alcanzan para cubrir la ecuación económica, que se agrava cuando se trata de explotaciones que incorporan más valor agregado.
En un país esencialmente de base agropecuaria, ha sido saludable que a lo largo de los años se fueran incorporando explotaciones complementarias no tradicionales, por ejemplo la madera, con el gran crecimiento a partir de la Ley de Desarrollo Forestal, y las implantaciones de montes frutales para exportación, cítricos y posteriormente los arándanos, que centran sus posibilidades en la entrada en contraestación en el hemisferio norte, hasta que ingresa la producción local.
Los arándanos fueron un filón que surgió muy promisorio con las primeras plantaciones en el sur, pero por la diferencia de clima las explotaciones se fueron trasladando más hacia el norte --Paysandú y Salto-- donde la baya madura antes y puede ingresar a los mercados del primer mundo con mejor cotización, en forma más temprana.
Es así que prácticamente han desaparecido las implantaciones de arándanos en el sur y solo sobreviven las que se han incorporado recientemente al norte de Young hasta Salto.
Una de las mayores inversiones en el área ha sido la de la empresa Midgold, en la zona de Chapicuy, que en períodos de zafra contrata a unas mil personas, junto con otras empresas de menor envergadura en nuestro departamento.
Pero en todos los casos, la competitividad se ha ido perdiendo. Hay países competidores, como Chile y Argentina, que trabajan con menores costos. Recientemente EL TELEGRAFO daba cuenta de la situación difícil que atraviesa Midgold, y una fuente de la empresa señalaba que “la situación es muy complicada, si partimos de que el 70% de los costos corresponde a mano de obra y desde 2005, cuando iniciamos la producción, hasta el presente, los sueldos subieron 410% en dólares”.
Además, “los ingresos no se modificaron en este período, con un precio de la fruta que no ha tenido firmeza en el mercado, por lo que no somos competitivos”. La misma fuente estableció que “otro importante porcentaje de utilización es de combustible y energía eléctrica, ambos muy encarecidos en el país, que aumentan significativamente los costos”.
Los insumos que manejaba el empresario en esta explotación son los que a la vez preocupan a las otras empresas del sector y a la mayoría de rubros de la producción nacional. Si bien los incrementos salariales, tanto en moneda nacional como en dólares, han crecido significativamente, han subido otros costos sin que paralelamente se haya generado un crecimiento similar o algo menor de los ingresos empresariales.
Esto se traduce en márgenes de rentabilidad cada vez más estrechos, lo que resulta problemático con un escenario actual de amenazas de cierre, posible desempleo o quiebra. Por si esto fuera poco, ante la incertidumbre, la reacción natural es la retracción en gastos y compromisos financieros.
El eventual cierre de Midgold significaría una baja más en las empresas del sector que quedan por el camino. Pero en este caso tendría un fuerte impacto negativo en una zona rural del departamento que registró un importante crecimiento gracias a esta producción, que emplea mucha mano de obra. Y ya son varios los emprendimientos de ese rubro en el país que han cerrado y quedan muy pocos dedicados exclusivamente a la producción de arándanos, y en el caso de Chile, el costo de producción es de la mitad que el de Uruguay, nada menos.
El punto más preocupante es que no estamos ante un hecho aislado, sino frente a un común denominador en el escenario de la producción nacional, que tiene que ver lisa y llanamente con el denominado costo país. El mismo costo país que habría llevado a la inviabilidad de la empresa láctea Ecolat, por encima de la problemática propia de la empresa, que había propuesto una reestructura en la que dejaría a menos de la mitad de sus empleados. Pero el sindicato prefirió que todos quedaran sin empleo, o en su defecto, esperar a que el Estado les regale la fábrica para “recuperarla”, a través de fuertes subsidios para la cooperativa de trabajadores resultante.
Hay realidades que no pueden disfrazarse por más vueltas que se les dé, aunque se apele al argumento de la lucha de clases o a la eventual autogestión con dinero de toda la comunidad, por más simpática que sea como herramienta para los nostálgicos del colectivismo socialista. Y los costos inflados por la voracidad de recursos del Estado torpedea la viabilidad de los emprendimientos.
No hay gestión que valga en este escenario, porque en economía no hay milagros, sino realidades. Si el Estado se lleva la parte del león para sostener su funcionamiento y gastos desmesurados, hablando solo de austeridad y de gestión eficiente, no se perciben alternativas para superar estas dificultades. Salvo que una nueva explosión en los precios internacionales de los productos que exporta Uruguay surja --como por arte de magia-- y obre como tabla salvadora. Por ahora, eso no asoma en el horizonte.


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