Paysandú, Domingo 08 de Marzo de 2015
Opinion | 07 Mar La contribución del capital humano al crecimiento que ha tenido el Uruguay, sobre todo en la última década, ha sido muy baja, según la evaluación que formuló a la revista Búsqueda el director regional del Banco Mundial, Jesko Hentschel, al analizar el panorama que se abre en nuestro país para el nuevo gobierno, así como los retos que se abren por temas pendientes y los que surgen a partir de un escenario internacional que tiende a cambiar.
Consideró que si bien Uruguay es hoy un país mucho más moderno y mucho más fuerte, con éxitos y logros económicos y sociales en años recientes, hay desafíos que es preciso abordar, sobre lo que señaló que en un período en que no hay tanto viento de cola, “el empuje por la productividad y el crecimiento en el futuro es aún más grande”.
El jerarca menciona el contraste ante el escenario que percibió en el país después de la gran crisis, entre 2002 y 2003, y consideró que “veo un cambio muy fuerte. Veo un Uruguay mucho más moderno y más fuerte. También veo un país que ha hecho bastantes logros en el área social, tiene una clase media de casi 60 por ciento, de las más grandes de Latinoamérica. Son logros muy importantes”.
Evaluó como destacable que se haya cambiado el eje de la discusión desde su anterior visita, por cuanto mientras en aquella oportunidad se estaban discutiendo políticas sociales, ahora la discusión pasa por otros parámetros, como la universalización del sistema de salud, en tanto paralelamente se ha puesto de manifiesto una dinámica económica que ha sido acompañada de la diversificación de las exportaciones, y un aumento de la productividad del sector agrícola.
Expuso sin embargo que hay aspectos que no han acompañado estos cambios positivos, como es el caso de la situación demográfica, y en el plano de la educación, la gran deserción y la movilidad educativa, a la vez de destacar que es una relación baja que solo cuatro de cada diez jóvenes llegue a tener secundaria completa, lo que no es sostenible ni compartible con un modelo de producción alta que necesita el Uruguay.
Razonó además el jerarca del Banco Mundial que “otro desafío es elevar la competencia y la competitividad. Si comparamos la contribución de la productividad total al crecimiento en Uruguay con otros países, esta no es alta. Es necesario empujar la innovación a través de una mayor competencia, lo que tiene mucho que ver con las regulaciones anticompetencia y fomentar la competencia público y privada. El punto es continuar aumentado la eficiencia, también en las empresas públicas, mejorando las reglas y la institucionalidad”.
Estas apreciaciones sin dudas están en sintonía con reflexiones que hemos expuesto en más de una oportunidad en esta página editorial, que conllevan una puesta al día respecto a cambios en relaciones se ha dado en el país, donde se han registrado fuertes transferencias entre sectores, al amparo de un reacomodamiento favorecido por exportaciones de productos primarios por las favorables condiciones internacionales.
Al cesar o atenuarse el viento de cola, ya no se pueden seguir disimulando los altos costos internos, empezando por los salarios que se han incrementado sustancialmente en dólares, conjugados con la fuerte carga tributaria y los altos costos de insumos y energía, entre otros ítems.
Hay muy pocas alternativas para el corto plazo: una gran dosis de tecnología que permita abaratar costos de producción, reducir el costo país para las empresas mediante rebaja de cargas e impuestos --solo posible con un Estado encabezado por un gobierno austero que reduzca el gasto público, porque es impensable seguir aumentado impuestos--, o apuntar seriamente a la productividad, que es un parámetro en el que se podría trabajar con muy buenas posibilidades, si no fuera porque los sindicatos están decididamente en contra de hacerlo.
Por el contrario, un planteo ya recurrente del Pit Cnt se centra en reducir la jornada laboral sin a la vez reducir los salarios, lo que es precisamente lo contrario a lo que requiere el país, que es producir más bienes a menores costos para mejorar la competitividad de exportación y al mismo tiempo competir con los productos similares que ingresan desde el exterior.
La productividad significa precisamente contar producir más y mejor con menores costos, lo que conlleva entre otros aspectos contar con tecnología actualizada, mano de obra capacitada, el mínimo de personal posible con el mayor rendimiento, coordinación, mejor gestión, logística a tono con los requerimientos y una escala de volumen suficiente para abaratar la cadena de producción cuando salga el producto terminado.
Es decir, encarar un sistema productivo en serio, con el funcionamiento de un esquema virtuoso capital-trabajo, que a la vez permita potenciar ventajas comparativas para determinadas producciones, como es el caso de materias primas favorecidas en su producción por suelos y clima, entre otras posibilidades.
Acortar la jornada laboral es precisamente la antítesis de lo que se necesita, salvo que estemos sobrados en tecnología y mano de obra capacitada, así como de precios accesibles e insumos, lo que por supuesto no es el caso de Uruguay.
El sector estatal es un caso aparte, porque productividad para el Estado no solo es mala palabra, sino que los problemas de gestión, los sobrecostos por ineficiencia, indolencia, falta de incentivos, conspiran para que no sirva siquiera de palanca de apoyo para la dinámica del sector privado, que es el que arriesga capital y fuentes de trabajo, ante la seguridad, la inamovilidad laboral y la apatía del Estado, donde ninguna empresa se funde, sino que toda la sociedad va con su dinero al rescate de sus números en rojo.
En este esquema pleno de contradicciones, donde uno junta y otro desparrama, es preciso buscar puntos de acuerdo para coincidir en la forma de ser más eficientes, de lograr el empuje a que se refiere el jerarca del Banco Mundial, asumiendo que no se trata de lucha de clases ni de capital contra trabajo, de Estado contra privados, sino de un reto en el que estamos todos incluidos, porque en ello nos va la vida.
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