Paysandú, Lunes 09 de Marzo de 2015
Deportes | 02 Mar 051
Fue uno de los exitosos entrenadores de fútbol de Paysandú, contando en su haber con varios títulos, no solo con la selección sino también en el ámbito internacional y local. Pero, más allá de todos los logros conseguidos, hace más de 15 años que no concurre a una cancha de fútbol.
Elbio Carlos Colzada se coronó campeón en el exterior con Ñapindá de Colón, Entre Ríos, y también ganó la Copa San Isidro de Curuguaty. Consiguió con la selección sanducera cuatro títulos del Litoral (1986, 1987, 1988 y 1990) y dos de la exCopa del Interior (1988 y 1989), hoy denominada Nacional de Selecciones, mientras que con Estudiantil ganó una Copa OFI y tres Torneos de Honor.
Palabra más que autorizada para dar su visión del fútbol sanducero actual, y de esa selección que intenta reencontrarse, sin suerte, con aquella vieja identidad ganadora.
Colzada, el técnico que llevó a la Blanca a su última coronación como monarca del Interior, hoy está retirado ("no fue por nada en especial, pero entendí que había técnicos jóvenes que debían tener sus oportunidades", dijo) y asegura que "me parece bien que se escuche a entrenadores o personas que le dieron mucho al fútbol, porque de ellos se puede rescatar algo”.
EL PRIMER RESPALDO
Para Colzada, “hubo un ciclo de dirigentes que trabajaron muy bien en la Liga, porque el primer respaldo que tiene que tener un técnico es de los dirigentes, ya sea en un club como en la selección. Pero también teníamos que armar grupos con jugadores que solicitaban determinados arreglos económicos; había discusiones, idas y venidas, pero todos tratábamos de poner buena voluntad y cuando se solucionaban estas cosas se armaba un grupo con ideas claras”.
“Nos manejábamos de una forma para que el jugador entendiera que las obligaciones eran de todos y por eso conseguimos que ellos, normalmente, estuvieran mucho antes a las prácticas. Citábamos a las 19 horas, pero los jugadores estaban 18.15 tirando tiros de esquinas, tiros libres. Les decía que ellos tenían que tener precauciones, porque se debía llegar a tiempo a la práctica; además, al estar antes de tiempo podían conversar entre ellos, había diálogo con un mate de por medio, pero por sobre todas las cosas cuando se tienen claros los objetivos, el grupo pone mucho de sí”, agregó.
En lo que refiere a la conformación de los planteles, Colzada indicó que “en el primer año que dirigí a la selección, en 1984, cité a los que yo creía que estaban mejor dotados técnicamente y que pensábamos que eran la solución para ganar un Litoral. En esa época estaba Jesús Alzugaray, y puedo decir que tenía uno de los mejores mediocampo que había en Paysandú; y terminamos tres puntos atrás del campeón. En el 1986 me volvieron a dar la selección y cité a los jugadores que me respondieran a lo que quería jugar. Tal vez quedaron jugadores que técnicamente eran muy buenos, pero necesitaba dinámica, estatura, velocidad, jugadores tácticos por excelencia y que se preocuparan a qué íbamos a jugar, que preguntaran, que investigaran y que le exigieran al técnico las explicaciones de cómo íbamos a utilizar los espacios de la cancha”.
DE EQUIPO Y DE SELECCIÓN
Para el exentrenador, “una cosa es dirigir a un equipo y otra a una selección: son cosas completamente distintas. A veces cree que determinado jugador va andar bien en la selección, pero al final no es así; por eso hay jugadores de equipo y de selección. En plena competencia local y con contrato vigente, teníamos los miércoles para citar a distintos jugadores y observarlos para luego sacar el plantel definitivo, que es una de las cosas que se pueden aplicar”.
Colzada explicó que “le prestábamos atención al funcionamiento del equipo, porque por más individualidades que se tenga, si no se funciona en equipo no se gana. No voy a las canchas y no sé cómo se juega ahora, pero considero que todo equipo que no juegue en función de tal, no puede ganar. Claro que existen un par de jugadores que desnivelan y hay que tenerlos, pero ellos también deben jugar para el equipo”.
También opinó sobre los escenarios que no están en condiciones para jugar bien, porque “lo primero que tenemos que tener es una cancha linda, que invite a jugar con un buen césped; pero canchas que no estaban en condiciones hubo toda la vida, y sin embargo salieron jugadores técnicamente dotados, que dominaban la pelota”.
Para Colzada, “el fútbol ha cambiado en varios aspectos, como por ejemplo Argentina, que antes tenía mucho juego lateral y prácticamente no ganaba nada, pero cuando cambió con Menotti fue un equipo que en tres pases llegaba al arco contrario. Y después vino Bielsa, que presionaba en cancha contraria. De ahí se pueden sacar conclusiones, en donde tenemos tres o cuatro técnicos a nivel internacional que priorizan pelota y espacios”.
TAMBIÉN EL SUPLENTE
“El jugador tiene que tener claro cómo se juega, no solo el titular sino también el suplente, que es lo más difícil de conseguir en un grupo. Nosotros siempre estuvimos muy cerca del suplente, porque había que utilizar la sicología para mantenerlo en el grupo. No soy sicólogo, pero me daba cuenta de cómo se sentía el suplente y lo tenía que tener pronto para cuando lo necesitara, sin prometerle titularidad o que iba a jugar, pero siempre alentándolo para que estuviera pronto”, confesó.
Con relación a la diferencia de los jugadores de ayer y hoy, dijo que “los jóvenes tienen mucha tentaciones, y en la década del 80’ no había tantas. Pero también al joven se le hace muy difícil tener tiempo para jugar al fútbol, porque trabaja o estudia y también porque tiene muchas presiones de la familia para sacar a su crack; entonces lo presiona, le exige y a veces el chico no está preparado para jugar al fútbol, porque no lo dejaron divertirse con el fútbol. Les exigen resultados, les gritan de afuera. He visto hacer subir a las tribunas a niños como sistema de preparación, cuando lo que habría que tratar de darles es la pelota, porque cuanto más tiempo esté con la pelota, mayor dominio va a tener”. Juan Ahuntchaín dijo que en el fútbol infantil “se debe hacer como en la escuela, dejar al niño e irse para su casa”. Pero Colzada no piensa igual porque “el padre tiene que acompañar a su hijo, sólo que deben entender que no deben meterse. Cuando mis hijos jugaban al fútbol, iba a la cancha cuando el partido ya había empezado o iba a verlos desde lejos, porque la presencia del padre le hace mal al hijo, pero si uno pasa desapercibido, el niño juega más libre. Hoy en día es muy difícil para el chico poder jugar al fútbol porque la familia quiere o por lo menos intenta, salvarse económicamente, y por eso a veces se exige más al niño de lo que él puede resolver”.
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