Opinion | 09 Mar A fines de setiembre de 2013, el expresidente José Mujica pronunció un discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, donde dijo que “la tolerancia se precisa para con aquellos que son distintos, no se precisa para los que estamos de acuerdo. La tolerancia es el fundamento de poder convivir en paz, y entendiendo que en el mundo somos diferentes”.
Después, enmarcado en los actos recordatorios del Holocausto judío, señaló que “es muy útil razonar en este momento a dónde nos llevan los extremos del fanatismo y empezar por entender que solo una férrea y firme educación y formación en la tolerancia con lo que es diferente puede asegurar una convivencia en paz en este mundo”.
Antes de las elecciones nacionales de octubre pasado, en su audición radial, definió que en la jornada electoral “todos debemos marchar con nuestros acuerdos y diferencias en una marcha alegre y respetuosa. No es una guerra ni es el fin de la historia. Es apenas un escalón importante, pero es un escalón más en la inconclusa marcha de nuestro destino común como patria”. Incluso abrió el 2015 recordando “el sentido republicano de que nadie es más que nadie; hay que construir permanentemente la vida y la convivencia de la sociedad entendiendo esta realidad”.
Las acostumbradas arengas filosóficas que tanto gustan a sus seguidores se extendieron en sus audiciones radiales, conferencias de prensa o en diversas presentaciones... hasta que bajó al llano y comenzó a participar en la campaña política a favor de la candidata a la Intendencia de Montevideo, Lucía Topolansky.
“Esta vez en realidad los que están en el boniato de la Concertación le están presentando al pueblo algo imbancable, algo impresentable. Resulta que quisieron dar un paso superior y se fueron , dijo durante el lanzamiento.
Y esa “marcha alegre y respetuosa” se interrumpió, tras presentar a las próximas municipales como una elección interna, “porque nuestros candidatos son mejores y la gente no es boba”. Así comenzó la campaña del senador, que sabe dónde pega, cuándo hacerlo y cómo usar su imagen, a pocos días de abandonar la presidencia con alto porcentaje de popularidad. Dominar a las masas y encender apasionamientos ha sido su especialidad cuando dice lo que algunos quieren escuchar sin razonar demasiado y logra avivar las brechas ya existentes en una sociedad dividida entre buenos y malos.
Esa actitud, que no es tolerante, se enfoca a quienes están de acuerdo y termina “pescando dentro de la pecera”, cuando el convencimiento requiere de otras armas y un público dispuesto a confrontar desde el respeto, además de los aplaudidores de siempre.