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Paysandú, Miércoles 11 de Marzo de 2015

Reconstruir para progresar

Opinion | 11 Mar El domingo de mañana, el mismo día en que en buena parte del mundo se celebraba el Día Internacional de la Mujer, en recuerdo de una larga lucha contra abusos y explotaciones que aún hoy son triste realidad; el mismo día que en Argentina falleció Gerardo Sofovich, fue derribada la chimenea de la exaceitera Cousa.
Aunque el hecho pasó casi desapercibido, --hubiese sido bueno que al menos a los medios de prensa se les hubiese comunicado cuándo se iba a derribar, para poder documentarlo como corresponde; sin embargo se prefirió proceder en silencio-- a medida que se fue conociendo, la tristeza invadió a muchos. Los comentarios en las redes sociales no se hicieron esperar y en general coincidían en que se trataba de una pérdida para la ciudad, de un ícono de la comunidad, de un símbolo del Paysandú industrial.
No quedan dudas que es cierto. Es una evidente pérdida para la ciudad que la emblemática chimenea haya sido reducida a escombros, más allá que cierto es que las autoridades habían pedido que no fuera derribada, lo no que fue posible de acuerdo a la empresa privada que lleva adelante el emprendimiento que allí se levantará.
Y siempre que algo se pierde, hay un sentimiento de dolor. Duele saber que ya no está esa chimenea en el área de los estadios. Duele saber que su figura tradicional ya no estará. Pero lo realmente triste no es eso, sino que las industrias estén desapareciendo. No obstante, más allá de la melancolía, las ciudades progresan, rehaciéndose y Paysandú está muy lejos de aquel, por ejemplo, de la época de la Defensa. La propia plaza (hoy Constitución) ha cambiado mucho. No hacerlo es irracional. Nuestras propias viviendas, poco a poco, son modificadas para adaptarlas mejor a nuestra forma de vida.
Y la manzana de la exaceitera Cousa se transformará nada menos que en la nueva terminal de ómnibus de la ciudad y tendrá servicios acordes. Una apuesta fuerte al futuro de la ciudad. Una gran obra, de enorme importancia, con inversión privada.
Las ciudades avanzan reformándose, transformándose. Muchas veces se hace necesario derruir una parte, para sobre ella construir nuevamente. Y mucho mejor que así sea. Porque en otras ciudades también hay tristes ejemplos de edificios que han sido abandonados y decaen por el paso del tiempo, mientras se construye en otros lugares.
Hace muchos años, por imperio de las leyes de oferta y demanda, la aceitera dejó de operar. Ahora estaba prácticamente derruida, y nadie se acordaba de ese mamotreto de hormigón, ladrillos y chapas abandonado a pocas cuadras del centro. Pero en breve los obreros de la construcción comenzarán a levantar un edificio que dentro de pocos años será símbolo de la ciudad. Más adelante aún --en décadas--, probablemente sea derruido para levantar otro edificio con otros fines. Es la ley de la vida, la ley de las comunidades. Renacer en cada reconstrucción.


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