Paysandú, Sábado 14 de Marzo de 2015
Opinion | 13 Mar En reciente encuentro entre el ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), Tabaré Aguerre, y la dirigencia de Cooperativas Agrarias Federadas (CAF), el tema que ocupó la agenda fue fundamentalmente el referido a la competitividad, donde “habrá que hacer los mayores esfuerzos en procura de revertir o minimizar su pérdida”, informó a El Observador el presidente de la gremial, Daniel Vago, poniendo de manifiesto su evidente preocupación por la evolución de los parámetros que condicionan a este sector productivo.
En el encuentro entre las partes se valoró por un lado la creación del denominado Sistema Nacional de Competitividad, que será integrado por varios ministerios y actores privados, porque en este país “nadie duda que el Uruguay vive del agronegocio, lo que se le reconoce por su efecto multiplicador, como se trató en esta reunión con Aguerre. Pero si empieza a perder estabilidad por falta de competitividad, se puede comprometer el concepto de inclusión, que para que funcione necesita voluntad política y recursos”, afirmó Vago.
Entre otros aspectos, la dirigencia ruralista, que comprende en este caso a productores agrícolas, granjeros, queseros, entre otros rubros, transmitió su preocupación “por la baja de los precios, coincidiendo con el ministro que la agricultura es el rubro que más va a sufrir esta situación, y que si fuera por más de dos años sería un desastre”, según sostuvo el dirigente.
Amplió Vago que la lechería y las carnes rojas no caerán tanto y agregó que se estuvo conversando sobre la forma en que como sistema cooperativo, se pueden tomar tierras que van a ir quedando fuera del circuito agrícola para volcarlas a los ciclos ganaderos, aunque sea por dos años. “Se agrega también el valor de la renta de la tierra, que es bastante inflexible, no baja con facilidad por más que bajen los precios agrícolas, porque siempre hay alguien que se queda con tierra ofertada”.
Las alternativas manejadas por el dirigente refieren naturalmente a una situación coyuntural en cuanto a las áreas más rentables de explotación, y consideró que una de las soluciones que se maneja es tratar de transformar en carne y leche todo lo que es trigo, cebada, maíz y sorgo. Finalmente, con la soja, que apunta a obtener buenos rendimientos, se trataría de buscar algún margen para el negocio. Vago admitió que es un tema complejo, porque afecta a toda la cadena, lo que es cierto, pero además se trata de procesos que no llevan siquiera uno o dos años, como mínimo.
Y en el marco de la problemática del agro, Aguerre y los representantes de las cooperativas evaluaron que “se terminó el viento de cola” en lo que refiere a la época de los buenos precios que se pagaban en el mercado internacional por los productos del agro, sobre todo agrícolas, así como también acerca de la cultura del trabajo. “Pensamos que las relaciones laborales van a tener que ser repensadas, donde el trabajo es revalorizado como algo digno”, consideró Vago, para acotar que trabajadores “somos todos, los empleados y los empresarios”.
También acordaron que el sistema cooperativo es esencial para impulsar políticas públicas que permitan al país seguir produciendo alimentos con productores que sean viables, lo que es en realidad un mensaje directo sobre la necesidad de un manejo criterioso de los dineros públicos, por cuanto mientras por un lado se reflotan a grandes costos empresas inviables con dinero de todos los uruguayos a través del Fondes (Fondo Nacional de Desarrollo) y se valora una autogestión comprometida ya desde el arranque por el escenario adverso en que se desenvuelven empresas rescatadas, por otro hay empresas dinámicas y emprendedoras, con mucho futuro, que asoman a escena pero que tienen comprometida su viabilidad por la falta de financiación y no por las condiciones del mercado, que suelen serles favorables.
Es decir que por un lado estas empresas cooperativas plantean su inquietud y a la vez exponen su visión respecto a una reconversión posible para hacer frente al escenario con el viento de cola ya desaparecido o seriamente reducido, lo que revela que hay serios problemas de rentabilidad en los rubros que han explotado durante años, y seguramente su condición no es mejor que la de otros cientos y miles de productores embarcados en sus respectivas cruzadas productivas.
El punto es que esta problemática no es de ahora ni de hace un año, sino que forma parte de una tendencia sistemática de erosión de la rentabilidad, que no debe buscarse solo en los precios que ofrecen afuera, sino en la relación entre precios y los costos internos. Como naturalmente no es posible para un país como Uruguay manejar los valores internacionales, la única variable que puede atacarse es la de los insumos internos, lo que tampoco es fácil a esta altura, salvo que haya decisiones políticas muy firmes para enfrentar a la vez la oposición que generaría en determinados grupos corporativos que se han afirmado en sus posiciones todos estos años, y han recibido precisamente transferencias de recursos desde el resto de los ciudadanos, tanto empresarios como trabajadores.
Esta resistencia está nucleada en el mayor porcentaje dentro del propio Estado, en los sindicatos, en los amiguismos, en la gestión pobrísima de las empresas públicas monopólicas, en la burocracia, que siguen reclamando recursos como si éstos surgieran como por arte de magia y no del esforzado trabajo de decenas de miles de uruguayos que siempre están en situación de riesgo en sus emprendimientos, tanto del lado del capital como del trabajo.
Y mientras los sectores productivos sigan teniendo sobrecostos para financiar a quienes siempre viven en la cresta de la ola sin importarles para nada el resto, los reclamos de sectores reales de la economía, como los de las cooperativas federadas, entre muchos otros, seguirán repicando con más fuerza, porque ya no es posible disimular los desfasajes y problemas internos con los precios buenos que venían de afuera.
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