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Paysandú, Jueves 19 de Marzo de 2015

Austeros

Opinion | 16 Mar “Me imagino que en el próximo presupuesto ya hay un discurso: ¡hay que achicar el gasto! ¿Verdad, Agazzi? Se le puede poner la firma a ese discurso”, dijo el senador José Mujica en un acto de proclamación de Lucía Topolansky como candidata a la Intendencia de Montevideo y, por supuesto, resultó en un tiro por elevación al ministro de Economía, Danilo Astori.
Ocurre que el presidente Tabaré Vázquez comenzó a jugar al achique y, al igual que la estrategia futbolera, adoptará esa decisión para determinados momentos del partido y no será un fin en sí mismo. De hecho, quedó de manifiesto el recorte de los gastos en viajes innecesarios, la supresión o revisión de programas que no hayan presentado un saldo positivo y por ende, la sustracción de asesores o pases en comisión.
Es el caso del Ministerio de Relaciones Exteriores, donde se ha solicitado la renuncia de los cargos de confianza y embajadores itinerantes, además de las secretarías de Industria, Educación y Desarrollo Social.
O la revisión de proyectos que recibirán la financiación de programas específicos, como el Fondes, e incluso inversiones completas como la construcción del Antel Arena o un nuevo edificio del Banco República en Montevideo.
En fin, ese discurso que resulta seductor para la oposición sostiene detractores en su propia interna y fundamentalmente desde el ala mujiquista, cuyas propuestas no realizadas durante la administración del actual senador, van camino al recorte o a la no concreción.
El punto es que la figura del primer mandatario es “casi” intocable dentro del partido de gobierno y lo era cuando estaba fuera del edificio de Suárez y Reyes. Su imagen de orden, pulcritud, serenidad y firmeza aún en los momentos difíciles lo mantiene distanciado de su predecesor, quien utilizaba a los medios de comunicación para enviar cualquier mensaje que deseara.
Por el lado de Astori, bien vale la pregunta: si estuvo a cargo de la economía uruguaya en los últimos diez años, ¿por qué no utilizó los mecanismos de recortes y revisión de programas con anterioridad al actual gobierno?
Es que su mirada actual es la prueba contundente de que como “país tomador de precios” debe ineludiblemente mirar a su alrededor y el carro brasileño ya no tira como antes. El gobierno de Dilma Rousseff enfrenta una abrupta caída de su moneda, cuya divisa ha obtenido uno de los peores desempeños, en comparación con otros países emergentes.
Entonces, ¿lo mejor sería cruzarse de brazos a esperar que cambien las cosas? La transformación de los escenarios más recientes obliga a salir con medidas de austeridad, antes de cometer algunas torpezas cercanas que sirvieron de experiencia. Y prueban --también-- que el “viento de cola” existió y sirvió en su momento, solo que ahora sopla con mucha menos fuerza.


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