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Paysandú, Lunes 23 de Marzo de 2015

Aguas que bajan turbias

Opinion | 23 Mar Desde hace al menos 15 años que el doctor Daniel Panario alerta sobre la calidad del agua de OSE y en los últimos tiempos ha confirmado que el proceso de potabilización del organismo no es suficiente, al punto tal que sugirió la instalación de filtros en los hogares para una mejor absorción de los contaminantes.
El experto, Grado 5 de la Facultad de Ciencias, explicó que microcistinas y plaguicidas se acumulan en el organismo humano y la prueba más eficiente decantó hace dos años, cuando se observó mal olor y sabor en el agua del río Santa Lucía.
Pero el problema se extiende al territorio nacional, en tanto Panario aseguró que casi todas las tomas de agua superficiales existentes padecen de una gravedad similar por el exceso de fósforo y la creación de floraciones algales. Incluso ha señalado en reiteradas ocasiones que el Estado no hace un monitoreo adecuado sobre uso y manejo del suelo, además de permitir la deforestación del monte indígena para plantar soja. A todo esto se deben sumar las conexiones con plomo, que se encuentran mayoritariamente en el Interior del país.
Sin dramatizar, había sugerido que la asignación de un área de exclusión para determinado tipo de agricultura, controles en el agua que sale de los tambos y un tratamiento de efluentes en localidades urbanas con saneamiento mitigarían el problema.
Nada se hizo con el paso de las décadas y el científico solo vio pasar a las administraciones políticas que crecían bajo el mito folclórico de la inobjetabilidad y pureza del agua bajo el cuidado del organismo. Por aquellos días, el entonces ministro de Vivienda y Medio Ambiente, Francisco Beltrame, aseguraba que los comentarios provenientes de expertos de la Universidad de la República eran “cañitas voladoras”, que incrementaban innecesariamente la alarma pública y el presidente del directorio de OSE, Milton Machado, no recomendaba los filtros por “temas de mantenimiento”, porque “de no hacerlo, los usuarios toman las bacterias que quedan acumuladas”.
Es así que el mito dio paso a otra realidad: las dificultades para obtener información empírica y contrarrestar lo que dicen los científicos.
El exrepresentante en Uruguay del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, Diego Martino, observó el descrédito de la clase política hacia el ámbito académico, cada vez que las opiniones no son de su agrado. Y cuando en 2008 se realizó el Informe del Estado del Ambiente (GEO Uruguay), tampoco se otorgaron datos provenientes de monitoreos correctos, tanto orientados al medioambiente como a la salud, porque no existían.
El GEO Uruguay demostraba la presencia de cianobacterias en lagunas costeras que sirven como tomas de agua y algas tóxicas que no filtran de manera convencional. Se desconocen las pérdidas de humedales que actúan como filtros naturales, a su vez aumentó la producción agrícola y con ello, los agroquímicos, herbicidas y plaguicidas que llegan a los cauces.
Por eso, el dato geopolítico es que el 98% de la población accede al agua potable, pero en el mismo porcentaje se ignora su estado porque la información sobre los sitios verdaderamente contaminados permanece bajo llave.


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