Paysandú, Martes 31 de Marzo de 2015
Opinion | 29 Mar Muchas veces se ha señalado que Paysandú está de fiesta en días como estos, en jornadas de la Semana de la Cerveza. Pero nunca como ahora. Porque esta es, ni más ni menos, la Semana de Oro. Ha pasado medio siglo y en él tantas cosas, a nivel político, social, comunitario y el resto de los órdenes de la vida.
De aquel Paysandú de la década del sesenta a este adentrado ya en el siglo XXI, claramente hay grandes diferencias, porque en realidad el mundo ha cambiado mucho también. Cuando se inició la Semana de la Cerveza la presencia del hombre en la Luna era solo una intención y hoy se planean colonias humanas en Marte. El terrorismo internacional no era un flagelo de la magnitud de hoy.
Apenas si tímidamente se comenzaba a hablar de un puente internacional entre Paysandú y Colón, colgante según el primer pre proyecto. Paysandú no tenía una terminal de ómnibus ni un estadio cerrado de básquetbol y mucho menos, ni se soñaba, uno de los más grandes anfiteatros de América.
Sí tenía cuatro grandes fábricas (Azucarlito, Paycueros, Paylana y Norteña) y hasta una aceitera --cuyo edificio acaba de ser demolido para construir una nueva Terminal de Ómnibus--, todo esto que a su vez repercutían con fuerza en el área agrícola, exigiendo la plantación de remolacha azucarera y cebada cervecera, y en la agropecuaria, demandando cueros vacunos y lana ovina.
Era, sin dudas, “otro Paysandú”. El medio de transporte obrero por excelencia era la bicicleta y el transporte urbano aumentaba en proporción a la demanda de la mano de una pujante Copay. Fue en aquel Paysandú donde surgió la idea de la Semana de la Cerveza, una de las primeras fiestas populares del país. Hoy, donde en cada departamento hay decenas de celebraciones de todo tipo, quizás resulte difícil imaginar lo que ocurría en los años sesenta. No eran ciertamente frecuentes las fiestas populares y la mayor diversión en Turismo era ir de pesca o de caza. Paysandú, que ya había liderado el despegue industrial a fines de los cuarenta y en los cincuenta, de nuevo se puso a la cabeza con un emprendimiento como la Semana de la Cerveza.
Como ocurre con las cosas que llegan para quedarse, poco a poco comenzó la Semana su crecimiento, a partir de ensayo y error, en la medida que no había profesionales en la organización de la fiesta, sino vecinos bien intencionados que sin desmayo dieron de su tiempo y pusieron lo mejor de su intelecto para que todo Paysandú primero y la región más adelante, disfrutara de la fiesta cervecera.
La participación de cientos de personas en la organización ha resultado clave para el mantenimiento de la Semana de la Cerveza, que por lógica ha ido creciendo. Es a ellos a los debe reconocerse ahora que se alcanza el Oro. Sin su esfuerzo, sin su dedicación, difícilmente la fiesta soñada por Jorge Gavary hubiera alcanzado sus cinco décadas. Como todo gran acontecimiento la Semana de la Cerveza no goza de la aceptación de todos, ni siquiera de todos los sanduceros. Hay una concurrencia de elementos para que esto ocurra, más allá que a primera vista podría esperarse que todos los sanduceros --y quienes no siéndolo aquí residen-- la defiendan como propia y como incorporada al alma de la comunidad --en otro plano-- como la propia Defensa.
La fiesta cervecera es, para muchos, “siempre lo mismo”. Y precisamente en eso, lejos de ir en detrimento, se basa su prestigio. Como todas las mayores fiestas del mundo. Nadie piensa que la Oktoberfest de Munich derribe sus enormes galpones donde la gente se sienta a disfrutar de la cerveza en jarras de un litro o de mayor capacidad. Nadie espera que en cualquier otra fiesta popular se interrumpa aquello que es tradicional y forma parte de su esencia.
La Semana de la Cerveza tiene su esencia en un predio ferial, al que llevó años llegar, y en una grilla de espectáculos que conforman un amplio abanico de estilos y posibilidades musicales. Esa es su base, y debe continuar siéndolo, más allá que pueda mejorarse, renovarse. Pero siempre dentro de la misma esencia. Que hay mucho por mejorar, pues claro que sí, aunque hayan pasado cincuenta años, quedan muchas cosas por hacer.
No obstante, esto no puede oscurecer lo realizado. Porque mucho brillo tiene lo que se ha alcanzado. La Semana de la Cerveza es sin dudas la fiesta popular por excelencia de la región, la que atrae mayor cantidad de visitantes, la que ofrece mayor cantidad de posibilidades de entretenimiento, la que se extiende --además-- por nueve días.
Es cierto, este año la Semana puede sentirse empañada porque hay sospechas, a partir de un informe del Tribunal de Cuentas, de manejo irregular de los fondos durante la 48ª edición. No quedan dudas que si ello ocurrió, los responsables deben ser penados en el ámbito que corresponda, de acuerdo a aquello que se compruebe. Pero la Semana no pertenece a ninguna Administración política, sino a Paysandú entero. No es de blancos, ni colorados ni frenteamplistas. No es de los militares que también estuvieron en el gobierno durante algunas de sus ediciones. Eso es lo que tiene que quedar grabado a fuego en todos.
Lo que algunos pueden haber hecho de manera errónea, no empalidece ni afecta a la fiesta en sí misma, que es mucho más que cualquier poder político.
Prueba de ello es que produce beneficios a la comunidad toda. Y esto es real, no parte de un spot publicitario.
Esta, la Semana, reparte de la manera más democrática dinero entre muchos. No solamente quienes están dentro del predio ferial obtienen ganancia. Tampoco no solamente los hoteleros ni los gastronómicos establecidos. Hay muchos más que reciben los beneficios. Desde el panchero ubicado en la Terminal de Ómnibus que ve aumentada sus ventas por la enorme cantidad de viajeros que llegan o se van hasta las cooperativas de vivienda en formación o desarrollo, que al utilizar los estacionamientos en torno al predio ferial, hacen dinero para su obra, para sus futuros hogares.
Los vecinos del predio ferial sacan el medio tanque para vender chorizos y llenan sus heladeras con cervezas y refrescos. Otros residentes de la zona usan sus espacios libres para estacionamientos. Otros ofrecen agua caliente durante el día a los campamentistas, o la posibilidad de un baño caliente.
Los taxistas hacen una importante zafra antes del comienzo de la temporada baja. Los almaceneros de barrios aumentan sus ventas porque hay más dinero en la ciudad. El kiosquero vende. El tallerista cobra el trabajo adeudado porque hay más circulante. Y así por el estilo.
Es la ciudad toda la que de una u otra forma saca provecho de esta celebración que cada año deja entre dos millones y medio de dólares y seis millones de dólares, de acuerdo a la edición y la manera de cálculo. Aun por la cifra menor, es una enorme cantidad de dinero que llega como no lo hace en ninguna otra etapa del año. La Semana es, sin lugar a dudas, la joya turística de esta ciudad, ahora recubierta en sólido oro.
Es por eso que lo que aún nos falta a los sanduceros es tomar la Semana como lo que es, algo bien nuestro, otro signo de distinción de esta comunidad que con sus uniones y desencuentros se enfrenta cada día a la necesidad de construir un presente digno para poder soñar con un futuro que sea satisfactorio para la mayoría. Hoy que llega a los cincuenta años, la fiesta cervecera nos demuestra que es otro bastión de la ciudad y que si bien no hay necesidad de defenderla como Leandro Gómez en su tiempo, si es imprescindible unirnos en torno a ella, para que siga siendo significativamente una gran fuente de recursos para todos.
No se trata solamente de discutir qué artistas vienen y cuales no; no se trata solamente de ver cada año los mismos puestos de venta. Se trata de algo mucho más grande y profundo: el mayor atractivo turístico que Paysandú tiene, por el que --a pesar de todo el daño que le hemos hecho--, miles de uruguayos y extranjeros vuelven cada año.
El que a muchos beneficia de manera directa y de forma indirecta a todos. Es eso lo que debemos defender y lo que tenemos que continuar potenciando.
Esta es nuestra fiesta, la de todos los sanduceros. No de un sector en el gobierno en esta o aquella etapa. La Semana de la Cerveza brilla como el oro, y como ese metal, preciosa es. Porque es nuestra. Que nadie lo olvide a la hora del próximo brindis. Por Paysandú, por nosotros, por los que llegan, por la Semana de Oro.
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