Paysandú, Sábado 04 de Abril de 2015
Opinion | 31 Mar Los seres humanos podemos sobrevivir con unos pocos sorbos de agua al día pero el agua que consumimos diariamente a través de los alimentos es mucha más: son necesarios 15.000 litros de agua para producir un kilo de carne.
En el mismo sentido, es suficiente con beber 2 litros de agua por día para abastecer adecuadamente nuestro organismo, pero hacen falta 3.000 litros para producir los alimentos que necesita una persona diariamente.
Con productos cada vez más “hambrientos de agua” es necesario hacer todo lo posible para mejorar la forma en la que la utilizamos en la agricultura, aprovechando al máximo los recursos hídricos, que son siempre limitados.
A nivel mundial el agua subterránea proporciona alrededor del 50% de toda el agua potable y el 43% de todo el riego agrícola. La agricultura de regadío representa el 20% de la tierra cultivada, pero aporta el 40% del total de alimentos producidos en el mundo.
La FAO calcula que las tierras de regadío en los países en desarrollo se incrementarán en un 34% para 2030, pero la cantidad de agua utilizada por la agricultura aumentará tan solo un 14% gracias a la mejora de la gestión y las prácticas de riego. Es evidente que el mundo necesita un uso del agua más eficiente, equitativo y respetuoso con el medio ambiente.
Podría pensarse que Uruguay no tiene problemas con respecto al agua. Pero no es cierto. Poseemos un enorme caudal hídrico y compartimos con Brasil y Argentina una de las reservas de agua dulce más grandes del mundo –el Acuífero Guaraní—, contamos con agua potable en un alto porcentaje de hogares en todo el país y existen numerosos ríos, lagunas y arroyos que abastecen aguadas para el ganado y regadíos para la agricultura.
No obstante, enfrentamos problemas complejos que es necesario gestionar con urgencia. La contaminación de los recursos hídricos de agua dulce por la aparición de algas es una de ellas; el vertido “crudo” de todo tipo de efluentes de las ciudades litoraleñas al río que nos provee de agua potable, convirtiéndolo en bebedero y cloaca al mismo tiempo, es otro asunto urgente a afrontar. Sin embargo, recién se está hablando de medidas de prevención y remediación para grandes suministros de agua potable como el río Santa Lucía y hay ciudades como Paysandú que desde hace más de 20 años esperan contar con una planta de tratamiento de efluentes sanitarios. La contaminación de arroyos y aguadas por efecto de las fumigaciones agrícolas, representa todo un capítulo aparte.
En definitiva, pensar que no tenemos problemas porque hay mucha agua en Uruguay no es algo que ayude en materia de sustentabilidad. El Estado en primer lugar, pero también el sector privado, la academia y la sociedad civil tienen una responsabilidad a asumir para defender, preservar y manejar responsablemente el agua más allá de los discursos y las buenas intenciones. Hay que invertir, trabajar, articular y controlar.
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